𝐗𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈

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—¡¿Rösti de montaña?! —Exclamó Kieran, acercándose rápidamente hacia Fiamma.

Se detuvo detrás de ella, levantando la cabeza para observar mejor la pequeña cocina de piedra. El aroma de queso dorándose junto con las especias cocidas y revueltas llenó sus fosas nasales, inundando su cerebro con un reconfortante aroma que hizo brillar sus ojos de anticipación, seguido de una gran sonrisa.

—Su Alteza... Baje la voz —Fiamma lo calló, llevando su dedo a los labios—. No tengo permitido estar en la cocina tan temprano.

—Tienes razón —Kieran alzó una ceja, dándose cuenta de la situación—. ¿Qué haces aquí tan temprano en la cocina de Ledour? Ni siquiera deberías estar trabajando.

—Sólo disfruto explorando las cocinas de otros lugares, descubriendo recetas y secretos culinarios —Fiamma sonrió, apartando el sartén del fuego—. Sin mencionar que las cocinas suelen ser un hervidero de chismes y rumores.

—Ah, sí —Kieran la observó de cerca mientras preparaba el plato, sintiéndose hambriento de solo de verlo—. Para eso vine, de hecho.

—¿A qué, alteza? —Frunció el ceño, extendiéndole el plato de cerámica con el rösti recién hecho—. ¿Por los chismes?

—Necesito hablar contigo en privado —Kieran aceptó el plato y miró a su alrededor, buscando signos de personas cercanas—. Sígueme.

Con la comida en la mano, Kieran salió de la cocina seguido por Fiamma. Mientras recorrían los pasillos, notaba cómo los sirvientes y otras personas a su alrededor los observaban, deteniendo sus conversaciones y actividades al pasar. Ignorando a los curiosos, subieron unas escaleras y después de dar varias vueltas por pasillos oscuros, encontraron una habitación vacía en una de las alas más desoladas del castillo.

El pequeño cubículo circular estaba revestido de piedra gris, cuyas gruesas y musgosas paredes amortiguaban cualquier sonido proveniente del exterior. Solo unas pocas arañas y bichos, debido al abandono del lugar, eran testigos de su próxima conversación.

Incomodado por el polvo, Kieran avanzó hacia la puerta y la cerró con el pie, evitando tocar el picaporte. Luego colocó el plato sobre un mueble y se apoyó de espaldas a él, mirando fijamente a Fiamma.

Su semblante anteriormente animado y risueño se transformó en una mandíbula tensa y cejas fruncidas, con una mirada amenazante. El ambiente se volvió tenso y pesado, solo interrumpido por los pasos de Fiamma acercándose a él, quien comenzaba a sudar frío y a sentir cómo su corazón latía con más rapidez.

—Príncipe Kieran... —Soltó una risa nerviosa, bajando la cabeza—. No me mire así.

—Lo siento, no quiero intimidarte —Kieran suspiró, relajando sus músculos—. Pero necesito estar seguro de que no dirás a nadie que fui yo quien te pidió esto, ¿entendido? —Se inclinó ligeramente hacia ella, sin apartar sus ojos de los suyos.

—Entendido, su alteza —Fiamma tragó saliva, encogiéndose en sí misma, sintiéndose cada vez más nerviosa—. Guardaré su anonimato.

Kieran podía percibir el aura nerviosa de Fiamma, analizando sus movimientos torpes y erráticos, revelando qué por más que intentará mostrarse segura, por dentro comenzaba a desesperarse. Dudó de seguir hablando, pero tirándose al vacío como llevaba haciendo desde que desembarcaron, Kieran soltó un suspiró y habló:

—Quiero que difundas un rumor mañana —Bajó la voz, acercándose más—. Necesito que corras la voz de que Ledour planea iniciar una guerra contra Haenber.

—¿Q-qué? —Tartamudeó, buscando su mirada para confirmar la veracidad de sus palabras—. ¿Por qué quiere difundir ese rumor? Ni Ledour ni Haenber están en condiciones para una guerra.

El rastro del heredero [+18] (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora