🖤Capítulo 12🖤

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-Se ha ido -anunció Smith con voz grave.
   
El barón alzó la vista de la sucia y estropeada lanza que acababa de encontrar en la armería.
   
-¿Quién? -preguntó Mew con tono ausente.
   
-Lord Gulf.
   
-¡Maldita sea! -bramó antes de mirar al abatido senescal cuyo día, hasta entonces, no podía haber sido peor, debido a los hirientes comentarios de su nuevo señor sobre el deplorable estado de la fortaleza en general y de la armería en particular-. Asegúrate de que los sirvientes barren y friegen todos los suelos del castillo y de que después los cubran con hierbas aromáticas y juncos frescos, hasta que todo el lugar esté tan limpio como los aposentos de Lord Gulf. ¿Lo has comprendido?
   
-Sí, milord.
   
-¡Entonces, ponte en marcha!
   
El hombre obedeció, y el rápido sonido de sus pasos alejándose con presteza resonó en la sala de armas.
   
-¿Cuándo ha ocurrido? -inquirió el barón, clavando una gélida mirada gris en su hermano.
   
-No lo sé.
   
-¿Dónde está su sirviente?
   
-Hablando con tus caballeros.
   
Mew entrecerró los ojos mientras tocaba con aire ausente la oxidada lanza.
   
-¿Quién es la última persona que ha visto a Gulf?
   
-Boad, el guardián de la torre que lleva al jardín. Lo dejó salir justo antes del amanecer.
   
El hecho de descubrir que su esposo tampoco había dormido bien fue un pequeño consuelo para Mew, que se había pasado la noche dando vueltas acuciado por el deseo insatisfecho.
   
-¿Quién lo acompañaba? -quiso saber el barón.
   
-Nadie.
   
La pequeña sensación de consuelo se desvaneció.
   
-¿Estaba solo? -se extrañó.
   
-Sí -respondió Smith con voz grave.
   
-¿Qué tiene que decir Jes a su favor?
   
-«Tendréis que disculparme, milord, pero un hombre tiene que dormir de vez en cuando». -La imitación exacta de Smith de la voz de Jes, arrancó una leve sonrisa a Mew-. Creyó que, precisamente esta mañana, él se quedaría en la cama hasta tarde. -Hizo una pausa-. Y Boad, supuso que iría a ocuparse de sus jardines como habitualmente hace.
   
El barón gruñó.
   
-Envía a alguien allí para que lo traiga de vuelta. Con todos esos rebeldes sajones sueltos, es peligroso que esté sólo en el exterior.
   
Smith lanzó a su hermano una mirada de incredulidad.
   
-¿Crees no lo he hecho ya? ¡Te digo que se ha ido!
   
-¿Has preguntado a los siervos? Quizá alguien lo necesitara para curar alguna herida.
   
-No. Ninguno de los vasallos ha sabido de él desde que desapareció en la niebla esta mañana. Ni tampoco lo han visto en la aldea.
   
Mew tiró la lanza a un rincón de la armería con una fuerza que arrastró pedazos de metal oxidado a su paso.
   
-Saca a los perros y dile a Boad que abra los portones -ordenó cortante.
   
Antes de que el barón acabara de pronunciar su orden, los excitados ladridos y aullidos de los galgos dieron fe de que Smith se había anticipado a los deseos de su hermano. El responsable del cuidado de los perros ya los había sacado y los animales estaban esperando fuera, impacientes por salir de caza.
   
-Cruzado está ensillado y listo para tí -le informó Smith antes de que el barón pudiera preguntar.
   
-Prepara tu corcel. Vendrás conmigo.
   
-¿Y qué hay del castillo? ¿Quién se quedará al mando?
   
-Zee lo custodiará por nosotros. Haz que se ocupe de los vasallos que estén en los campos y que se encargue de izar el puente levadizo en cuanto partamos. Todo esto podría tratarse de una trampa para tomar el castillo.
   
-No creerás que tu propio esposo…
   
-Creo… -le interrumpió el barón con fiereza-…que mi esposo puedo haber sido raptado con el fin de exigir un rescate que arruinaría Blackthorne durante años.
   
Smith entrecerró sus ojos.
   
-Ésa será la historia que tú harás circular por el castillo -concluyó Mew-. No quiero que a nadie se le ocurra pensar que lo que yo sospecho está ocurriendo realmente.
   
-¿Y qué sospechas?
   
-¡Que Kao Noppakao y Gulf Kanawut han huido juntos!
   
El silencio resonó con todo lo que Mew no había dicho: traición, infidelidad y la muerte de sus sueños.
   
-¿Deseas que alguien más nos acompañe? -preguntó Smith después de un momento.
   
-No. Ni mi escudero, ni el tuyo. Ni siquiera el responsable de los perros. Lo que ocurra hoy sólo lo sabremos tú y yo, nadie más.
   
-Realmente no creerás que…
   
-Sabes tan bien como yo que Gulf es la clave para conseguir la paz en estas tierras. Y ese maldito bastardo también lo sabe.
   
Smith miró en las profundidades de los ojos de su hermano y sintió que un mal presentimiento recorría su espalda.
   
«Que Dios ayude a Gulf si está con Kao cuando lo encontremos, pensó con preocupación. Que Dios nos ayude a todos».

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