🖤Capítulo 26🖤

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-¿Preparado para salir a cazar con los halcones esta mañana? -preguntó Mew en voz baja-. ¿O acaso mi bello hechicero todavía está dolorido?

La sensualidad impresa en los ojos entrecerrados de su esposo hizo que Gulf se ruborizara. Habían pasado dos días desde que había bañado a su poderoso guerrero y había descubierto cuan exigente y potente podía ser.

Antes de aquella tarde, Mew le había ocultado gran parte de sí mismo y él esperaba que nunca volviese a hacerlo.

-Sólo estuve un poco dolorido durante una mañana -musitó Gulf, que había descubierto al lado de su esposo un grado de placer que ni siquiera había soñado que pudiese existir-. Un baño hizo que me recuperase.

El brillo de deseo en los ojos del barón se intensificó peligrosamente mientras acariciaba la dulce sonrisa de su esposo con la punta de los dedos.

-Realmente tus baños son mágicos, pequeño halcón -susurró Mew contra sus labios-. Volveremos a probar uno de ellos cuando regresemos de la cacería.

El entrecortado asentimiento de Gulf casi logró que su esposo cediera a la poderosa tentación de profundizar el beso. Pero sospechaba que, si lo hacía, pasarían todo el día en la cama.

Reticente, sintiendo que un ardiente deseo martilleaba sus venas, Mew levantó la cabeza y observó con detenimiento los extraordinarios ojos verdes del joven. Parecían tan claros y tranquilos como manantiales sagrados. Sin embargo, cada noche que pasaba con él, Gulf se despertaba como mínimo una vez, helado y temblando.

La noche anterior no había sido diferente.

-¿De qué tienes miedo?

-Tengo extrañas pesadillas.

-¿Qué ves en ellas?

-Peligro.

-¿Qué peligro puede ser ése? Kao partió hacia el norte y los reevers se han dividido. Bajo las órdenes de Vegas, pronto acabaremos con ellos. El resto de mi ejército no tardará en llegar y todo parece bajo control. ¿Qué es lo que temes?

-No lo sé.

De pronto, el inconfundible lamento de un ave de presa se alzó por encima de los sonidos habituales del castillo, interrumpiendo los pensamientos de Mew.

-Tu halcón está impaciente -comentó Gulf, divertido-. Sabe que pronto lucirá sus correas incrustadas de joyas por el cielo de Blackthorne.

-Hace un día magnífico para ello.

El joven miró a través de la alta y estrecha ventana de sus habitaciones y vio cómo la luz del sol se derramaba por las tierras de Blackthorne.

-Sí -asintió-. Así es. Quizá la primavera haya derrotado por fin al invierno.

A pesar de sus palabras, Mew detectó algo extraño en el tono de su voz, pero el rítmico sonido de cascos de caballos en el patio interior, anunciando la llegada de caballeros ansiosos por salir de caza, impidió que le preguntase sobre ello.

Ambos se apresuraron a bajar las escaleras para unirse a la partida de caza, sin embargo, cuando llegaron al gran salón, un grito hizo que se detuvieran.

-¡Lord Gulf, esperad! -Lhong corrió hacia él.

-¿Qué sucede? -preguntó el barón con impaciencia-. Están esperándonos para cazar.

-Es Tul -se apresuró a responder el sirviente-. Está vomitando el desayuno y le duele mucho el estómago.

-Maldita sea -masculló Mew.

Gulf emitió un largo suspiro de resignación.

-Debo ir a verlo, milord. Ve tú a cazar.

-No me iré sin tí.

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