🖤Epílogo🖤

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El invierno llegó asemejándose al aullido de un lobo, clavando en el castillo de Blackthorne sus garras de hielo. Con la certidumbre de contar con una buena cosecha, las gentes del castillo continuaron con calma sus tareas, aguardando noticias del inminente parto de su señor.
   
 -Ojalá Mild se hubiese quedado -masculló Mew.
    
-Ya había pagado por su adulterio durante más de mil años -respondió Gulf-. No podía pedir más de él.
    
Mew sonrió y acarició con una ternura conmovedora el suave cabello de su esposo. Todavía no estaba seguro de creer, como hacía Gulf, que Mild pudiera haber sido el guardián de las tradiciones de su linaje durante cientos de años. Lo único que podía decir con seguridad era que la capa y la túnica de novio plateado, la cadena de plata con incrustaciones de cristal y el anciano glendruid, se habían esfumado como si nunca hubiesen existido.
    
Una expresión de concentración y dolor dominó de pronto el rostro de Gulf y, al verlo, Mew se inquietó aún más, pues había visto esa misma expresión cada vez más a menudo desde el amanecer.
    
-¿Cómo te sientes? -preguntó nervioso.
    
-Como si fuera a necesitar tus dos fuertes brazos para salir de aquí.
    
Despacio, con extremo cuidado, Mew lo sacó de la tina y lo envolvió en un suave paño.
    
-Algún día tendremos que encontrar a un sirviente adecuado -comentó Gulf.
    
Mew emitió un sonido neutro al tiempo que acariciaba suavemente el vientre hinchado por su simiente.
    
-Es impropio del señor de un castillo ser el sirviente de su esposo -señaló Gulf.
    
-Es un gran placer para el señor de este castillo sentir la vida de su bebé moviéndose bajo sus manos -repuso Mew.
    
Súbitamente, el cuerpo de Gulf se tensó con violencia, preso de una fuerte contracción.
    
-Haz llamar a la matrona -le pidió a Mew con voz forzada-. El bebé se muestra impaciente por salir.
    
Mientras la tormenta aullaba alrededor del castillo, Mew lo llevó hasta el lecho que el mismo Gulf había preparado para dar a luz en él. Fragantes hierbas y flores secas perfumaban el aire, y lujosos cortinajes lo protegían de las corrientes de aire.
    
La matrona entró apresuradamente en la habitación, se hizo cargo de la situación con una sola mirada, y masculló protestando por todo el ritual de agua glendruid que su señor había insistido en que llevara a cabo.
   
-He seguido todas vuestras instrucciones -dijo la matrona al tiempo que terminaba de colocarse la túnica bordada-. ¿Estáis bien?
   
-Sí.
   
La voz de Gulf apenas fue un susurro. Sus dedos se cerraban sobre la mano de su esposo con la fuerza suficiente para que sus uñas dejaran marcas en su piel. Consciente de su sufrimiento, Mew le apartó el cabello del rostro y besó su mejilla, expresándole así su amor.
   
Por el rabillo del ojo, la matrona observó a su señor. Pocas veces había visto tales muestras de ternura en un hombre, y mucho menos en uno cuya fiereza se había hecho famosa en todas las tierras fronterizas del norte.
   
«Sin piedad. Sin prisioneros».

No había habido ninguno.
   
Bandas errantes de bandidos y caballeros sin señor todavía merodeaban en las tierras del norte, pero ninguno se atrevía a causar problemas en los dominios del hombre que lucía la insignia glendruid.
   
La tormenta invernal sacudió el castillo, agitando un postigo suelto, y la matrona, asustada por el largo y creciente bramido del viento, miró a su alrededor con inquietud.
   
-Deberíais seguir con vuestras tareas, mi señor -sugirió la mujer-. Yo cuidaré de milord ahora.
   
-No -se opuso el barón con rotundidad-. Mi esposo ha permanecido siempre a mi lado sin importar lo duras que fuesen las circunstancias. Yo no lo abandonaré en su dolor.
   
La matrona, asombrada, se quedó sin habla. Pero antes de que pudiese recuperarse, Gulf gimió gravemente al sentir que la urgencia del parto atenazaba su cuerpo.
   
Los diamantes del broche glendruid brillaban con cada movimiento del cuerpo de Mew mientras ayudaba a su esposo en el parto del único modo que podía hacerlo.
   
Instantes más tarde, el viento aulló triunfal y otro fuerte grito le hizo eco: el de un bebé saboreando su primera bocanada de libertad.
   
-Milord -anunció la matrona, sobrecogida-. ¡Habéis tenido un varón!

 

                     

































                         🖤🥀🖤
















































 
En los años que siguieron, el castillo de Blackthorne resonó con los gritos de niños jugando.

Cuando sus hijos crecieron, Mew les enseñó a manejar la espada y al lobo, proporcionándoles la destreza para luchar cuando debieran hacerlo y la sabiduría para buscar la paz cuando les fuese posible.

Sus hijas e hijos donceles aprendieron de Gulf a utilizar el agua y las plantas del jardín y del herbario, y descubrieron que la fuerza curativa era delicada y peligrosa al mismo tiempo.
   
Juntos, con cada palabra y cada silencio, con cada risa y cada lágrima, el hechicero y el lobo de los glendruid enseñaron a sus hijos la verdad más importante de todas: No hay magia más poderosa que la que proviene de un alma llena de un amor fiero e indomable.

                                            

                           🖤Fin🖤

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