🖤Capítulo 24🖤

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Smith permanecía de pie en la puerta de la torre de entrada, observando a la multitud que se arremolinaba en la gran explanada donde se habían organizado el festín funerario y los juegos en honor de Lord Kanawut de Carlysle, difunto señor de Blackthorne.
   
Se estaba preparando la última de las justas. Hasta entonces, los hombres del castillo de Blackthorne habían derrotado a todos los reevers, excepto a dos caballeros que acababan de volver de Tierra Santa.
   
Kao Noppakao y Mew Suppasit todavía no habían luchado.
   
-Pareces tener dudas -comentó Mew en voz baja para que sólo su hermano pudiese oírlo.
   
Smith lo miró con recelo.
   
-Sin embargo, tú pareces demasiado seguro.
   
-Temía que Kao pudiese creer que esto era una trampa y decidiese no venir.
   
-Ha traído a todos los reevers que pudieran montar.
   
-Sí, pero sólo tres de sus caballeros están a la altura de los nuestros.
   
-Kao es uno de los mejores guerreros que conozco.
   
-Lo sé.
   
Smith siguió la dirección de la mirada de su hermano hacia el irregular campo de batalla, donde cuatro caballeros permanecían apartados del resto de los reevers. Uno de ellos era Kao Noppakao; los otros tres eran hombres para los que la guerra y la muerte no escondían ningún misterio.
   
-Es interesante que Vegas no se encuentre entre ellos -señaló Smith.
   
Mew se encogió de hombros.
   
-Kao es un hombre astuto y sabe que Vegas lo envidia. Es evidente que sólo confía en esos caballeros que lo acompañan.
   
-Es una lástima que ese maldito Vegas no sea el jefe de los reevers -rugió Smith-. Con él al frente, los rebeldes dejarían de ser un problema.
   
-Hablando de problemas… ¿has visto al sacerdote últimamente?
   
-Sí. No ha dejado de comer y beber desde que llegó -se burló.
   
-¿Dónde está?
   
-Junto a Kao, ¿dónde si no? La Iglesia no ha disimulado sus preferencias. Deberías haberte deshecho de él después de que bendijera tu matrimonio.
   
Mew sonrió fríamente.
   
-Lo consideré -admitió-. Pero luego pensé que podría hacer uso de la mediación de la Iglesia hasta que el castillo de Blackthorne esté seguro en mis manos.
   
-¿Necesitas al sacerdote ahora? -preguntó Smith con curiosidad.
   
-Sí. ¿Están desplegados los soldados?
   
-Tal y como tú ordenaste. Ahora, ¿serías tan amable de explicarme qué demonios has planeado?
   
-Nada muy elaborado. Voy a acusar a Kao Noppakao de intentar raptar a mi esposo.
   
-¿Por qué? Pensaba que era tu muerte lo que los reevers deseaban.
   
-Muy probablemente, pero eso no despertaría la indignación de las gentes del lugar. Sin embargo, raptar al esposo de un hombre para tener relaciones sexuales ilegítimas…
   
Smith entrecerró los ojos por un momento. Después, sus labios se estrecharon en una sonrisa tan fiera como la de su hermano.
   
-Ni siquiera los reevers podrían tolerar semejante conducta públicamente -continuó Mew-. Y la Iglesia tendría que mostrarse aún más horrorizada. ¿Crees que esos malditos rebeldes permitirían que un excomulgado los dirigiese?
   
-Vas a matar a Kao, ¿verdad? -dijo su hermano pasados unos segundos.
   
-Si debo hacerlo… -Se encogió de hombros-. Los reevers se están haciendo muy fuertes.
   
Los rasgos de Smith se tensaron.
   
-Eso significará la guerra.
   
-Espero que no. Sin el liderazgo de Kao, los reevers serán un enemigo mucho más fácil de derrotar.
   
Mew calló por un momento y pareció vacilar, como si estuviese escogiendo con cuidado sus siguientes palabras.
   
Un escalofrío recorrió la espalda de Smith al observar aquella actitud. Nunca, ni siquiera cuando lo rescataron de la sala de torturas del sultán, había visto las sombras que poblaban los ojos de su hermano en aquel momento.
   
-Si muero -empezó Mew- encárgate de que Gulf esté seguro.
   
-¡No! ¡No morirás! Yo mismo protegeré tu espalda. Y Max…
   
-No hará nada -le interrumpió su hermano-. Ni tú tampoco. Acusaré a Kao de intentar raptar a mi esposo, él lo negará y el asunto se zanjará de un modo que nadie podrá cuestionar: un combate a muerte.
   
-¡Dios Santo! -exclamó Smith, consternado-. Eso es demasiado arriesgado. Podrías resbalar o él podría conseguir lanzar un golpe afortunado. Incluso es posible que sus hombres te ataquen a traición…
   
Mew alzó la mano, cortando las palabras de su hermano.
   
-Es la única forma de evitar la guerra -afirmó rotundo.
   
Durante un momento se produjo un silencio que pareció pesar como una losa.
   
-Sea como sea -concluyó Smith-, si ese maldito bastardo te mata, usaré su cráneo para beber su sangre.
   
Una sonrisa distendió ligeramente el rostro de Mew.
   
-Sé que lo harás, hermano. Eres endemoniadamente rápido con esa espada.
   
-Y tú endemoniadamente fuerte.
   
-También lo es Kao.
   
Smith no le contradijo.
   
-Ve a buscar al sacerdote antes de que esté demasiado borracho para confesarnos -le pidió Mew.
   
-Ahí está.
   
Mew siguió la oscura mirada de su hermano y observó que el sacerdote estaba de pie junto a Kao, hablando con seriedad sin dejar de comer. Con aspecto visiblemente aburrido, Kao le escuchaba sin apartar los ojos de la muchedumbre.
   
Cuando Smith y Mew se acercaron, Kao supo al instante que al fin se le iba dar la oportunidad de probar el temple de la mejor espada del Rey.
   
-Así que, habéis decidido uniros a los juegos -comentó el escocés con profunda satisfacción.
   
-A mi manera -le respondió Mew antes de volverse hacia el sacerdote-. ¿Estáis lo bastante sobrio para confesarnos?
   
Kao se quedó inmóvil. Sus ojos negros se pasearon de Mew a Smith, y luego volvieron a Mew.

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