Capítulo 11: «¿Maldición O Bendición?»

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La felicidad se acaba muy rápido.

Si, sí, desgraciadamente mis dos días libres se acabaron.

Me pesa levantarme de la cama y bañarme tan temprano, pero me obligo a hacerlo porque estoy comprometida a ello. Me vestí con la maldita camisa blanca de botones y los condenados pantalones negros, me puse un poquito de maquillaje para no verme tan muerta ante los clientes, me puse los zapatitos, tome mi chaqueta junto con las llaves del auto de mi padre y salí de casa con la esperanza de que Dios me diera la paciencia que necesito para soportar a los clientes hoy.

A penas llegué aliste todo para comenzar a laburar de forma decente. Mi jefe daba vueltas por el local para cerciorarse de que todo estuviera bien, que lo llevara como a el le gusta y al ver que así era me felicito. Estuve de buen humor al inicio de la jornada por ello, nunca viene mal que te elogien por hacer bien tu trabajo más aun si ese alguien es tu jefe.

La jornada inicio tranquila. No sé porqué, pero no había tanta gente como otros días y no fue tan agotador como esperé, incluso fue divertido. En cierto punto de la jornada sentí que estaba en mi antiguo barrio sentada junto a la vecina chismosa que me daba información que no sabía hasta ese punto. 

Siento que si sigo en este trabajo me volveré ella y ahora mismo no me parece tan mala idea. Me arrepiento de haberla juzgado señora Gladis, el chisme es el mejor entretenimiento.

Casi a las dos de la tarde vi el local vacío por lo que tome mi libreta e hice garabatos para distraerme un rato en lo que entraron dos personas. Era una pareja muy bonita que iba de la mano sonrientes, pidieron el combo de parejas y se sentaron uno frente al otro mostrando una conexión al verse que me hizo dar una punzada en la mano, de esas punzadas que me suplican y me exigen que dibuje. No dude ni dos segundos y comencé a dar los bocetos para dibujar esa hermosa escena.

Las luces de la tarde estaban a su favor, el ambiente era tranquilo, las sonrisas cómplices que se daban complementaba al vals tan romántico de sus dulces voces al hablarse el uno al otro.

Me daba asco su romance, no porque fuera malo, era demasiado empalagoso para mi corazón.

¿Cómo sería yo estando en esa situación?

Trate de imaginarme en ella, para ver que tan ridícula me vería, pero al hacerlo me detuve porque al imaginarme en esa situación, en un romance me vi yo estando con Da...

Ni lo digas que se nos pega la lepra.

— Buenas tardes, me da un... ¿estás bien, querida?

La señora frente a mi movió las manos delante de mi rostro tratando de que reaccionara, tragué saliva inconscientemente tratando de borrar aquella imagen que mi imaginación me planteo hace unos segundos.

— Perdone, deme unos segundos, por favor.

La señora asiente y yo rápidamente voy hacia el lavabo y mojo mi rostro tratando de recuperar la cordura. Regreso con ella y noto que observa mi libreta azul que esta abierta justo en el dibujo de la parejita. Esta situación va de mal en peor.

— Está lindo el dibujo — la señora corta el silencio incómodo en el que nos habíamos plantado aun observando el dibujo —. Pero hay algo que me parece raro.

¿Será que les hice los rostros mal? ¿Parecerán bocetos de una niña de cuatro años? ¿A caso me he topado con una experta que va a juzgar mi arte?

La señora me hace un ademan para que me acerque a ella para observar lo mismo y es ahí cuando noto el detalle de mi propia condena

— Estos de aquí no son los mismos que están sentados tomando moca sentados el uno frente al otro — me aclara lo evidente —. No se parecen. Es el mismo escenario, las mismas miradas, el mismo sentimiento, pero esas personas que haz dibujado tan detalladamente no son ellos.

El aroma a nuestros recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora