Capítulo 18:«Un tiempo más»

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Janneth Maslow 

Me quede dibujando en un lienzo.

Hace ya tiempo no usaba uno y me sorprende que aun tenga el poder de hacerlo bien, tal vez ayuda que la figura que dibujo es muy familiar para mí. Mi abuelo.

Él se encontraba recostado en su sillón de siempre bajo la mejor vista de la casa, el ventanal grande que daba la mejor vista de los atardeceres en la playa.

Ocupaba los distintos pinceles, las pinturas y una maya en el suelo para que no lo ensucie pues la abuela me amenazo con cortarme las manos a mi y aplicarle un castigo cebero al abuelo por no haberme convencido de pintarle fuera de casa. Sabía que no lo haría, pero por las dudas fui precavida.

Mi abuelo se ceno una manzana y dijo que no volvería a moverse de el sillón hasta que yo terminara ya que habíamos empezado cuando el sol estaba por irse dándome la posibilidad de  captar eso primero antes que a él.

Ya era algo de noche y mi mano trataba solo de detallar a mi abuelo con el pincel más fino que tenía e irle pintando con cuidado. Sus ojos ya estaban cerrados y estoy segura de que ya se había dormido. Mis oídos eran cubierto por mi playlist todo traumático reproducido por mis audífonos, me ayudo a relajarme y llenar el silencio del lugar pues mi padre y mi abuela nos dejaron seguir con nuestra supuesta "locura" solos yendo cada uno a su lugar.

Me estire y aleje lentamente de la pintura al terminarla.

No me estaba viendo pero estoy segura de que llevaba la más grande de las sonrisas y sentía el más grande orgullo por el resultado de mi trabajo.

Comencé a recoger mis cosas con cuidado evitando el ruido para no despertar a mi abuelo, mi padre después de unos segundos apareció a ayudarme y no pude negarme a su apoyo. Llevamos todas las cosas a mi habitación y me ayudó a acomodarlas con total cuidado. Al finalizar, me di vuelta y note que mi padre me observaba.

— ¿Qué pasa?

Lo miro detenidamente y él me ofrece una sonrisa que no sabría decir muy bien que significa, pero si que me transmite paz. Llevaba tiempo sin ver esa clase de sonrisa en el rostro de mi padre y me alegra saber que soy yo la causa por lo que también le sonrío.

— Nada — suelta con lentitud cruzándose de brazos —. Solo me agrada ver qué haz vuelto.

— ¿Vuelto? No veo que yo me haya ido nunca.

— Me refiero a que no eres la misma que cuando llegaste aquí — se acerca lentamente a mi y acaricia mi cabello con lentitud —. La chica de hace un par de meses no hubiera tocado pintura nunca en su vida, no habría tomado un lápiz para dibujar. La chica de hace un par de meses no es la misma que veo ahora y tuve la suerte de ver cuando estaba pequeña. La chiquilla que amaba pintar, la chica que sonreía y amaba pasar tiempo con sus abuelos volvió y doy gracias a qué puedo volver a ver esa parte de ti que es la real, la verdadera tú.

— ¿La verdadera yo? — lo abrazo viéndolo aún a los ojos — Yo no siento que he cambiado, me siento igual.

— Es como tú lo vez, mi pequeña, como te veo yo es muy distinto — besa mi frente y se separa de mi lentamente tomando mis manos —. Haz vuelto a brillar, no dejes que esa luz que está en tu interior se vuelva a apagar.

Me acaricia el cabello y luego se dirige a la puerta para irse.

— Papá —  sé vuelve hacia a mi y tomo fuerzas para decirle algo que siempre me costó preguntar — ¿La extrañas?

— ¿A tu madre? — asiento y él baja la mirada unos segundos pero aún así la vuelve hacia mi —. Algunas veces, pero se que ya está mejor, que ya es una persona mejor.

El aroma a nuestros recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora