Introducción

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Adoraba sentir aquella brisa cálida y a la vez tan fría en cada una de las mañanas mientras me sentaba en la arena viendo el mar y a la vez, buscando el final del horizonte. Era mi paz, era mi lugar seguro, ese lugar donde podía formar parte de algo grande aun siendo yo tan insignificante.

Las olas se hallaban en una linda sinfonía, tan suave y tan ruidosa a la vez que me hacia querer quedarme y mojar mis pies en ella para sentirme parte de este lugar por mucho más tiempo. 

Cuanto adoraba la playa, cuanto adoraba sentarme aquí y ver como las olas rompían. Simplemente lo adoraba. No existía cifra ni tampoco palabras para describir cuanto amaba estar aquí y percibir estos aromas tan familiares. Gracias a estos aromas mis recuerdos eran más vividos y podía sentir como poco a poco la pequeña Janneth volvía a mi.

Eran las tres de la madrugada.

Se suponía que debía estar dormida en casa para mañana volver a mi realidad, pero algo en la oscuridad me llamaba y por alguna razón me arrastró nuevamente a mirar como los colores oscuros del cielo empezaban a tornarse de tonos más claros en espera del sol resplandeciente de cada mañana. Debía estar loca por dejar que mis pensamientos me gobernaran e hicieran lo que quisieran solo por culpa de mi tormentoso insomnio que como siempre me tenía atrapada.

― Parece que ya somos dos― susurra una voz a mi lado haciendo que lo mirase al instante ―¿A ti también te trajo la oscuridad y te llamó a ver el horizonte?

El no estaba viéndome, más bien trataba de ver el final del mar en espera del sol y aunque yo al principio también lo hacia, por un momento me detuve a observarlo solo a él.

Sus ojos eran oscuros pero al ver el paisaje brillaban. Veía como en la comisura de sus labios se tornaba una sonrisa. Al igual que yo, tenía el cabello desordenado como si algo lo hubiese despertado de su siesta y arrastrado a salir de su cama, pero a diferencia de mi, a el le quedaba muy bien ese estilo. En su piel, partes como su nariz y sus mejillas se habían tornado de un color carmesí por el frío de la madrugada y el viento que traían las olas cuando rompían.

Mi corazón se exaltó al instante en que el volteó a verme directo a los ojos con una sonrisa, justo cuando iba a contar los lunares que adornaban su rostro. Su sonrisa era perfecta y para añadir más belleza pude notar como se le formaba un hoyuelo en su mejilla derecha mientras sus ojos ligeramente se achinaban. Después de unos segundos volvió su mirada al mar.

― ¿Por qué sonríes como estúpido?― le pregunté volviendo mi vista al frente.

― Porque te desconcierta que lo haga ― tomo mi barbilla con sutileza para que me concentrara solo en el ―. Aun no entiendo porqué pero adoro poder compartir esta madrugada contigo...

― Y vuelvas a ser el odioso de siempre en las tardes― lo interrumpo quitando su mano de mi rostro volviendo mi vista a cualquier otro lugar que no fuera el―. Lo malo de que estés aquí es que invades mi calma...

― Tu invades mi mente cada noche, eres el pensamiento que me ayuda a no sentirme solo en mis noches de insomnio y buscarte aquí, en nuestro lugar favorito...

El aroma a nuestros recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora