Janneth Maslow.
Era absurdamente patéticas las veces que volteaba a mirarle a Dalton y para ser sincera, también inevitables.
Había que reconocer que tenía una forma de vestir muy destacable y llamativa, lleva más puntos a su favor con lo guapo que es y ese aroma.
Debo taparme la nariz o no podré estar bien mientras este cerca de él.
Por eso en cuanto se levantó de la mesa para ir al baño, Robert me fijó la mirada tratando de no perderse de ninguna acción mia mientras yo comía de mi plato.
— ¿Algo que confesar, Janneth? — pregunta mi mejor amigo en un susurro al ver que sigo sumida en "comer mi alimento".
— No hay nada destacable de mi vida. A penas y esta salida — volteo a verlo y el me mira con esos ojos de a mi no me engañas que tanto detesto —. Trabajo, leo, como, convivo con mi familia, trato de verme decente y duermo — cuento para el ya que no le bastó mi simple frase —. Es todo.
Robert se acerca aún más a mi robando todo mi espacio personal solo para susurrarme al oído un...
— ¿Y cuándo me dirás que te gusta Dalton?
Si hubiera tenido comida en la garganta seguro la hubiera escupido, pero siendo que este no era el caso pues simplemente me puse roja. Bueno, lo roja que se podía ver una con color de piel cartón mojado.
Me cubrí el rostro de la vergüenza y quise incluso esconderme bajo la mesa, pero ya era tarde.
— ¿Te pasa algo, Janne? — pregunta Louis dejándome sentir su mirada sobre mi ser, estaba preocupado por lo que simplemente hice el pulgar hacia arriba — ¿Okey?
Me levanté de la mesa y jale a mi amigo fuera del lugar donde estábamos todos comiendo para poder gritarle de forma decente. De la forma en la que lo merecía.
— ¿Qué coño dijiste, Robert?
— Que te gusta Dalto...
Le doy una cachetada y el lo único que hace es sobarse la mejilla con una enorme sonrisa.
— No necesitas afirmarlo, con tus acciones y detallitos he podido notarlo.
— No me gusta Dalton.
— Vale y yo soy el rey de Roma — dice con sarcasmo y yo ruedo los ojos —. No podrías solo decir la verdad y ya.
— No, porque ya te la he dicho y no la haz aceptado.
— Porque no tiene credibilidad, cariño, he visto como te lo haz quedado viendo toda la noche como si fuera el mismísimo Ross Lynch sin camisa, por poco y se te ha caído la baba.
— Serás imbécil...
— No es lo único — me detiene antes de que siga hablando —. Porque por lo que noto, tu le gustas a él y muchísimo. Porque mientras tú mirabas otra cosa para disimular, él te estaba viendo y sin ningún descaro.
— A él yo si le gusto, pero...
— Yo ya lo decía desde la fiesta en la que se portó como mamá oso solo porque te desmayaste y por poco me tira una silla.
— ¿Cómo?
— No sé si te acuerdas, pero lo dudo — alardea y le alzó las cejas impaciente —... Al final, antes de que te fueras de la fiesta estabas hablando con él. No ví mucho de eso y él no a querido contarme pero en cierto punto por dar tantas vueltas te mareaste y pum desplomada pero en los brazos del guapillo ese, claro que sí.
— Podrías concentrarte en el relato.
— Y pues luego salí a verte y me regaño por descuidarte, dejarte con desconocidos y no sé que más unido a su mirada que helaría mil infiernos — hace una mueca —. Sabía que te gustaban los chicos con carácter, pero no a ese nivel.
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El aroma a nuestros recuerdos
Novela JuvenilJanneth vivía en las madrugadas de insomnio por culpa de una vocesilla que siempre la despertaba. Era un poco olvidadisa y sus recuerdas de su niñez se volvieron borrosos, aún así, llegará un momento en el que podrá recordar para revivir esos moment...