El aroma a nuestros recuerdos

Capítulo 7: «Tristeza Oculta»

Recordar siempre fue un problema para mi y eso me hace sentirme tan perdida en mi propia vida. 

Lo peor de este problema, de no poder recordar, es que yo misma hice eso. Yo me obligue a no recordar y ahora cuando lo intento siempre vienen los malos momentos primero antes que los buenos; por eso no me fuerzo a recordar los bonitos momentos de mi infancia y mi adolescencia sola. Una foto normalmente me ayuda a ir directo al recuerdo que quiero ver, pero cuando no los tengo me toca aferrarme a otra cosa para poder recordar de forma especifica y eso son los aromas.

Aunque no lo creas, un aroma te puede llevar a recordar cosas maravillosas con solo sentirla un largo tiempo. Es como que cada recuerdo sobre ese aroma comienza a ubicarse de forma cuidadosamente agradable como las piezas de un rompecabezas, así todo comienza a encajar.

Llevo tiempo sintiendo un aroma familiar en él, en Dalton y me preocupa. Me preocupa porque siento que es algo importante, que debo recordarlo así sea a la fuerza pues hay una punzada en mi corazón que se a vuelto más fuerte estos días, en especial cuando estoy cerca de Dalton y su aroma me comienza a consumir y me exige que recuerde algo que no tengo muy en claro que sea.

 ¿Cuán importante serán mis recuerdos con él?

No se lo he dicho a Dalton, aunque hay veces en que por impulso quiero decirle que me cuente, que me guíe para saber el porqué me es tan familiar su aroma y el convivir con el. 

A pasado un par de semanas desde aquella noche en la que me dijo que era yo la niña de la que lleva enamorado desde los nueve, lleva en mi mente desde esa madrugada y no creo que vaya a salir jamás. Por eso me he esforzado en recordar y quitarme el maldito bloqueo de recuerdos que yo misma cree, pero mientras lo hago siempre hay un recuerdo doloroso que no me deja avanzar.

Sé que si me quedara con Dalton un día, que si yo lo tuviera lo suficientemente cerca por unas horas para profundizar en su aroma seguro y recordaría todo o al menos lo importante, pero por alguna estúpida razón decírselo me aterra. Es más, lo he llegado a evitar.

Ya se que es inmaduro de mi parte desaparecer después de una declaración así y todo pero, en su mayoría, he evitado estar en mi casa porque me está costando perder a mi abuelo lentamente.

Se suponía que el medicamento nos daría un poco de más tiempo antes de que sus recuerdos fueran cada vez más lejanos, pero han desatado uno de mis mayores dolores. 

No me gusta ver a mi abuelo en estado depresivo. Era como si me hubieran cambiado a mi divertido abuelo, al que contaba historias, al que me hacia reír con sus ocurrencia por uno que se la quiere pasar encerrado, que llora por cosas que no me quiere decir, que siempre estaba nostálgico y no quería ver a nadie. Eso dolía más que cualquier golpe, pues el dolor de mi abuelo se había transformado en el mío de solo ver su llanto.

Mi papá dice que mientras pierde sus recuerdos los vuelve a vivir. Parece que en alguna etapa de la vida de mi abuelo estuvo tan deprimido como para no querer ni sentarse en su sillón favorito para ver un atardecer. En un momento de la vida de mi abuelo, su singular y característico brillo se apagó por algo que le dolió demasiado haciendo que pierda el rumbo de su vida, dejándolo sin ganas de existir. Mi abuelo era un ángel, el no se merecía esto. 

Si fuera por mi, tomaría todo su dolor y lo pondría en mi para que no sufriera más. Me hacia más daño verlo así, sin embargo, no podía hacer nada para ayudarlo.

Mi papá me obligo a estar fuera para que no tuviera que ver como dos de sus personas favoritas en el mundo se destrozaban por cosas que debieron ser superadas.

Me la pasaba en el centro comercial con mi nuevo grupo de amigos como distracción, me obligaba a estar con ellos incluso cuando no soy tan fanática de salir. Ojalá esta etapa de mi abuelo se vaya ya porque no estoy aguantando no verlos tanto tiempo. No es que Robert, Louis, Leonard y Charly fueran una mala compañía, son maravillosos como distracción, pero al no estar acostumbrada a salir todos los días o a tener un buen grupo de amigos con los que platicar  el tenerlo se vuelve algo asfixiante.