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Tom

El joven prefecto recorría los pasillos de Hogwarts con aire imponente. Hacia sus rondas antes de ir a la sala común; esa parte de ser prefecto le agradaba. Le gustaba su soledad y explorar el castillo como le plazca, y encontrar alguna que otra cosa interesante. Sin embargo, su mente ahora estaba centrada en cierto chico de ojos verdes. Evans había actuado muy raro el otro día; en parte, lo desconcertada, pero también se sentía terriblemente curioso.

Antes de poder continuar con sus cavilaciones, Tom se encontró con una figura que lo esperaba al final del corredor. Lo identificó al instante. Últimamente, se estaba volviendo irritante.

—No deberías estar aquí, Avery.

—Tengo algo importante que decirte, Riddle—le dijo sujetándolo del brazo y llevándolo a un aula vacía. Riddle se soltó del agarre con elegancia, pero sintiendo repulsión con el roce.

—¿Qué es lo que quieres?

—Se trata de Evans—profirió Avery, frunciendo el ceño.

Tom dejó salir un largo y frustrado suspiro.

—¿Qué fue lo que te dije sobre Evans? —dijo Riddle cruzándose de brazos.

—No lo entiendes, él...

—¿Qué fue lo que te dije, Avery? —profirió Tom, irritado y con una mirada que heló la sangre de Avery.

El joven tragó saliva, hasta hace un momento se sentía motivado, determinado. Pero, ahora, al ver el rostro furioso de Riddle no pudo evitar acobardarse un poco.

—Tú te harías cargo de él.

—Precisamente. Ahora, no me importa qué problema tienes con Evans, déjalo en paz-dijo Tom, girándose para salir del aula.

—Espera—pidió Avery, avergonzado—. Realmente necesitas escuchar esto.

Tom, furioso, se volvió a verlo. Y esperó en silencio a que Avery continuará.

—Evans intentó matarte.

—¿Qué?

—El jugo que derramó, él puso algo en tu bebida y después, seguro se arrepintió, porque te lo arrebató de un golpe—explicó Avery, nervioso—. Yo lo vi agregar un líquido. Estoy seguro que era veneno.

—Evans no es capaz de matar ni a una mosca. Seguro era una broma pesada y, si, se arrepintió. Pero, ¿veneno? No seas ridículo.

Tom volvió a hacer ademán de marcharse, pero nuevamente fue detenido. Su paciencia estaba llegando a su límite.

—Era una poción rosada. No hay muchas con ese color, y lo sabes. Y una muy conocida es el veneno—dijo Avery, desesperado—. Sé que intentó matarte.

—Bien, es suficiente, Avery. Olvídate de Evans. Yo me encargo de él. Si era veneno o no, lo averiguare por mi cuenta.

Dicho esto, Tom se marchó, rechinando los dientes. Estaba furioso con Avery por haberlo desobedecido, esa indisciplina no era propia de Avery. Sin embargo, una sensación inquietante lo gobernó.

¿Sería posible que fuera veneno? pensó Tom, frunciendo el ceño.

Con esa pregunta en mente llegó a la sala común e ignoró a todos a su alrededor. No podía dejar de pensar en ello; recordaba el rostro pálido y la mirada aterrada de Evans cuando este le arrebató el jugo. No podía ser una simple broma si reaccionaba de esa forma. Era un terror auténtico.

Sus ojos llegaron hasta Evans, este estaba concentrado en sus propios pensamientos. Se veía preocupado y sus manos se retorcian sin cesar.

Verlo tan nervioso solo hacía que se preguntara una y otra vez si realmente quiso envenenarlo. Pero, una parte de él sabía que Evans nunca haría algo así, le daba la impresión que él era demasiado noble para asesinar a sangre fría.

Un Pasado InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora