CAPITULO XVIII ENTREGADA AL VERDADERO AMOR (Parte 1)

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El último acontecimiento dejaba una sensación de lejanía entre Sebastián y Aida, ella cada vez estaba más cerca del lado oscuro, ya no era la humana obligada por Bael a cambio de la vida de su padre, ahora se movían por sus intereses, sus bajos instintos, sus pasiones, deseaba ser la sucesora del infierno, tenía todo lo necesario para hacerlo, saberse poderosa y capaz de hacer cualquier cosa la alejaba de ese ser tímido, desvalido y solitario que siempre fue, ahora era adorada, obedecida así como deseada por muchos, esto la llenaba de satisfacción y no estaba dispuesta a perder algo así.

Por su parte la muerte de Mederit a manos de Amadeo la acercó de gran forma a este, le generaba confianza saber que lo tenía a su lado en batalla, y le gustaba sentir que la amaba, pensaba que él no era tan malo, además en un momento ella también lo quiso, porque no volver a intentarlo y esta vez como dueños del mundo.

Esos pensamientos la atormentaban, muy en el fondo estaba convencida que eso no es lo que realmente quería, tal vez Atalanta manejaba la situación, deseaba el poder absoluto, la vida arbitraria y salvaje que Amadeo podía ofrecerle, pero ella, la inocente Aida amaba la tranquilidad de los ojos de Sebastián, la sinceridad de sus palabras, lo puro de sus besos .La batalla no solo se desarrollaba en su interior, en el infierno se preparaba todo para el enfrentamiento definitivo por obtener el poder.

Andras ya recuperada de la molestia por su brazo perdido, planeaba la forma de vengarse y acabar de manera definitiva con Aida, esta vez no podía fallar o sería su fin. Era la medianoche de ese día tan oscuro y callado, las legiones de Bael se retiraron a descansar, llevaban varios días en vela esperando el ataque que no sucedía, asimismo Aida se sentía confiada, sabía que su enemiga estaba mal herida, tal vez en este momento estaría muerta, y si no era así, por lo menos no tendría la resistencia para enfrentarse a ella.

La tranquilidad reflejaba el comienzo del terror más definitivo que habría experimentado jamás, en la oscuridad de los pasillos del caserón el ejército de Andras asaltaba las celdas de los demonios asesinándolos de manera salvaje mientras estaban en sus camas indefensos, los gritos de algunos que lograron escapar para morir luego en algún corredor o entrada de su habitación alertaban a los otros miembros del ejército de Bael para que se prepararan para la batalla.

Mientras tanto Aida en habitación se encontraba casi dormida cuando sintió que el hierro de una espada se posaba en su cuello desnudo, sin poder defenderse se colocó de pie por órdenes de Andras, quien amenazaba con asesinarla de manera terrible.

—Al fin nos vemos a solas, esta vez nada ni nadie podrá evitar que acabe contigo.

No podía ni responderle, ya que el acero casi atravesaba su garganta, mientras esta amenazaba su vida de manera sigilosa Sebastián irrumpe en la habitación golpeándola con gran fuerza haciéndola caer inconsciente, se vuelve y toma a Aida en sus brazos sacándola rumbo al jardín donde se encontraba su Pegaso.

Al estar a punto de marcharse con ella en sus brazos, esta se zafó de su agarre, voló alrededor del jardín desenvainando su espada en señal de lucha, Sebastián la seguía intentando regresarla al caballo mágico, pero esta se resistía—No me iré, debo terminar la batalla.

—Mi amor, tú no eres un demonio, basta de muerte y maldad.

—Ja, ja, ja, tú no has entendido nada ¿Verdad?, la Aida que conociste no existe, ella está muerta. Yo soy Atalanta la futura reina del infierno, me voy a quedar aquí para gobernar las tinieblas y apoderarme del mundo.

— Tú no quieres eso, es parte del engaño de Bael, vamos por tu padre y nos vamos de este nefasto lugar—lo mira fijamente mientras él extendía su mano para tomarla, de pronto esta liberó su fuerza elemental arrojándole un gran rayo que lo golpea y le abre el pecho, el ángel se niega a dañarla, mientras Aida sin piedad lo atacaba una y otra vez con golpes que generaba usando sus puños de hierro, lo hace caer al pavimento varias veces, hasta que este desenvaina su poder de viento y dejó su cuerpo adherido a una pared, ella no podía moverse, él la sometía de esta forma para intentar calmarla, mientras lo hacía le gritaba que la amaba, que recordara su entrega, sus sueños, que lo de ellos no tenía fin.

CAMINO AL CIELO O AL INFIERNO                  AIDA O ATALANTA 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora