CAPÍTULO XIX PROMESA DE AMOR (Parte 2)

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Esta se acercó hasta donde estaba el visitante, inmediatamente rompió el silencio— ¿Qué haces aquí Asael?

—Te traje una sorpresa Aida.

— ¿De qué se trata?—preguntaba nerviosa y expectante.

—Por todo lo que has hecho en favor de la humanidad, como lograste enfrentarte a tu ser, hemos decidido hacer una concesión contigo.

—No entiendo. ¿Qué clase de concesión?

—Mira hacia el jardín.

Al girar la mirada hacia ese extremo encontró a su padre convertido en ángel, al verlo corrió hacia este para abrazarlo y besarlo, pudo decirle lo mucho que lo amaba. El día de su muerte no pudo despedirse, ahora la vida le daba la oportunidad de hacerlo.

Su corazón latía con fuerza, jamás se imaginó que algo así podría ser posible, una y otra vez le agradecía al ángel este regalo, Asael afirmaba que no era un regalo y que esto no era algo momentáneo, Aida no entendía lo que esto significaba, por ello Asael le ofrece la explicación sobre lo que decía—Por agradecimiento a tus actos de ayuda al mundo, y como recompensa a la bondad de tu padre, hemos decidido que no fuese a la tierra de los muertos, en su lugar lo convertimos en un ángel.

—Eso me hace muy feliz, además él lo merecía, por ser el mejor hombre del mundo— esta le agradecía mientras abraza una y otra vez a su padre.

—Pero eso no es todo.

—¿Qué quieres decir?

—Él será tu guía espiritual a partir de hoy, eso significa que cada vez que necesites un consejo o su ayuda él estará tu lado.

Aida se arrojó en los brazos de Asael agradeciéndole ese regalo, después de un rato, su padre se marcha y el ángel jefe también con él, o por lo menos eso pensaba. Después de la gran sorpresa estaba cansada, tantas emociones la dejaron agotada, por eso se había retirado a dormir, cuando la anoche estaba cerca se despertó buscando a Sebastián, pero no lo consiguió, la desesperación inundó su corazón, se dirigió a las plantaciones y allí lo encontró de espalda, la paz volvió a su cuerpo, cuando esta se acercó hacia él en total silencio, y sin imaginarse lo que sucedía.

Al encontrarlo no estaba solo, Asael lo acompañaba, le decía que ya era hora, que debía volver al cielo, y que debía terminar su relación con ella, Aida a escuchar esas palabras que sentenciaban su vida, se sentía morir una vez más, solo pudo gritar su nombre:

—Sebastiáááááááááán.

—Mi amor déjame explicarte.

—¿Qué me vas a decir? ¿Qué pasa ? De nuevo me abandonas

—No tengo opción.

—¿Por qué? ¿Acaso no me amas?

—Te amo más allá del cielo, pero yo ofrecí mi palabra a cambio de tu vida y la del mundo.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando la batalla estaba en su peor momento, mis poderes fueron regresados para poder rescatarte, a cambio de que después de terminar con Andras volvería al cielo y me alejaría de ti para siempre.

—¿Por eso me devolviste a Shelman? porque ibas a dejarme.

—No podía dejarte sola.

—¿Por qué prometiste algo así?

—Porque te amo más allá de lo impensable, te adoro más allá de la eternidad, más allá del bien y el mal, y aunque sé que mi corazón, mi razón de ser y mi felicidad termina si te pierdo, no podía permitir que te perdieses en manos de la maldad. Lo siento mi vida, pero te voy a proteger hasta de ti misma de ser necesario.

La tristeza se hizo presente con tanta fuerza como el sol que brilla cada mañana, a perderlo a él, ¿Qué la quedaría?, su vida terminaba esa noche, el dolor la invadía al punto que la desgarraba, Sebastián le suplica Asael que los dejara un momento solos, el ángel se retira exigiéndole que sea solo unos minutos.

Cuando Asael se marcha, él la toma en sus brazos, mientras que Aida se desgarra en dolor y llanto, por ello se dejó caer en el suelo herida de muerte, este la tomó por la cintura, luego la besó sabiendo que este era el fin, como es posible perder a quien se ama más allá de lo irreal, del tiempo, de la lógica, o la razón, ¿Qué haría entonces?¿Cómo vivir sin el motivo de su felicidad? Sin el ser quien hace latir su corazón y el dueño de su ilusión. Sus palabras sonaban ahogadas, solo logró decirle—No me dejes te lo ruego.

—Nunca te dejaré, siempre estaré a tu lado, como un reflejo que te ilumina.

—Pero no te veré, no te tocaré, no me abrazarás, ni me harás el amor, ¿Cómo podré seguir adelante?—Porque eres fuerte, más de lo que piensas, porque tienes a una amiga que te adora, a Shelman y un pueblo que te necesita, eso te dará la fuerza para continuar.

— ¿Y Tú?

—Yo estaré trabajando por cuidar a la humanidad, y te protegeré a lo lejos. Te juro que nunca dejaré de estar a tu lado, aunque no lo notes, necesito que me jures que vas a estar bien.

—No puedo.

—Te lo ruego mi amor, júrame que lucharás con fuerza por tu vida, yo lucharé por ti en la distancia— aún con el alma derrumbada y con el corazón destrozado no puedo negarle nada, él era su hombre, su amor, su todo, por ello accedió a sus ruegos.

—Te lo juro mi ángel, no me dejaré vencer. Tú júrame que siempre me amaras.

—Te amaré más allá de la eternidad, más allá de la distancia entre el cielo y la tierra. Te amaré por siempre Aida.

—Te amaré hasta la eternidad Sebastián.

Esa noche se despidieron con el beso más hermoso que se habíamos dado nunca, con ese beso y un te amo a gritos sellaban el momento más terrible de su existencia, se separaban irremediablemente, no estarían juntos, no realizarían su amor.

Ella una humana que sobrevivió a sus raíces demoniacas, él un ángel, el destino los alejaba, esta vez para siempre, aunque el dolor los quebraba y los volvía cenizas, ambos tenían grandes responsabilidades, él la protección del cielo, y ella el futuro de su pueblo.

Aunque sus almas murieron esa noche, su amor nunca moriría, este era eterno, lo aguantaría todo, incluso la distancia, la eternidad. Ese inmenso amor les daría la fuerza necesaria para seguir adelante, sus promesas no podían romperse, los recuerdos los mantendrían vivos.

Esa esa noche sollozaron como nunca, la muerte la sintieron tan cercana que quemaba, este era el fin de sus historia, y quizás no volverían a verse; pero en su corazón, Aida tenía la fe de esperar el momento de su muerte para estar de vuelta a su lado, por eso dedicaría su vida para ser la mejor persona y así tener el premio de ver nuevamente sus ojos, devolver a besar sus labios, de rozar su cálida piel, a pesar que el dolor era infinito y ocupaba toda su vida, solo algo era tan brillante como el sol, tan real como la inmensidad del cielo, tan cierto como que Sebastián era el hombre de su vida, el dueño de su corazón, de su cuerpo , de su alma y de su voluntad, ella lo amaría por siempre, seguiría luchando para ser digna de su recuerdo, lo haría por él, se lo debía, ya que esta era su promesa de amor...

CAMINO AL CIELO O AL INFIERNO                  AIDA O ATALANTA 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora