Capítulo 18

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Los dragones irían con él. Era algo que Raegar no estaba dispuesto a discutir, por más bufidos que recibiera por parte de la corte. Terror, sencillamente, no se quedaría atrás, dejándolo partir solo, y dudaba que las personas del norte quisieran hacerse cargo de tres dragones rebeldes. Necesitaban de él y, para sobrevivir a los helados e inhóspitos paisajes, Raegar también necesitaría de ellos. Eran lo único que prevalecía entre sus manos, cerca de su presencia, que hubiera pertenecido, alguna vez, al reino del verano. Extrañaba su tierra de origen con tanta intensidad que la nostalgia se había adherido a él, como si fuera una extremidad más. Recibía cartas de sus hermanos al menos una vez al mes, pero, de alguna manera, no era suficiente. Se volvía algo detestable, incluso, cuando Jaeno consideraba una buena idea detallar a la perfección todos los paisajes y eventos de su hogar, narrándole con cuidado sobre el sol y su calor, la forma en que este se reflejaba en la superficie del arroyo que corría cerca del castillo, las sonrisas de las personas, las escamas tibias, los rugidos por la madrugada. Raegar lo encontraba insoportable. En esos momentos, quemaba las cartas sin terminar de leerlas, limitándose a contestar las preguntas de su hermano y añadir algunas cosas más, con la intención de que este creyera que se encontraba bien. Y lo estaba. No lo trataban mal. Jon le hacía compañía por la mañana, en los entrenamientos, y Pod en las tardes. A veces acompañaba a Milo y se sentaba a leer en la biblioteca. Otras veces, asistía a las reuniones de organización sólo para molestar, echándose a reír cuando los viejos arrugados ya no toleraban su presencia y le pedían, intentando que no se notara cuánto habían perdido los estribos, que se encargara de otros asuntos. No lo hacían como quizá lo habrían hecho en un pasado, posiblemente porque la amenaza de Raegar aún se mantenía fresca dentro de la corte, o porque Azariel les había ordenado ser amables con él.

Azariel. No le tomó mucho tiempo comprender que ese era el problema; su trato, o, más bien, su destrato, era lo que mantenía a Raegar cansado, irritado e infeliz. Quería todo de él, y no recibía nada, y la idea de que tendría que pasar el resto de su vida junto a una persona que no lo quería, comenzaba a perseguirlo y aterrarle cada vez más.

Se recordó a sí mismo, mientras veía cómo los vasallos cargaban el carruaje con sus pertenencias, que, a partir del momento en que pusiera un pie sobre la plataforma, lo más conveniente para su salud mental sería borrar cualquier pensamiento que se relacionara con Azariel. Tendría que pasar un total de treinta horas compartiendo carruajes, habitaciones y salones con él, y no creía poder lograrlo si, constantemente, se sometía a dudas y preguntas que le hacían doler el pecho y lagrimear.

—Tardaremos más de un mes en llegar a nuestro primer destino—comentó Pod, llegando a su lado. Para alguien que viajaría en los asientos más incómodos, en compañía de su insoportable hermano mayor, que Raegar apenas toleraba, se veía extremadamente emocionado. Le gustaría poder fusionar sus estados de animo y sentir algo más que frío vacío.

—Eso escuché—se limitó a responder. Pasarían por más de tres pasajes, aunque su tiempo de estadía no sería el mismo en los tres: en algunos, sólo estarían de paso, saludarían, comerían y se irían, pero en otros, en donde los caminos eran más sinuosos y difíciles de recorrer por las noches, permanecerían unos días, según el clima. Raegar temblaba ante la posibilidad de una tormenta de nieve, que parecía ser común en aquellos meses del año. Los dragones tenían escamas y fuego en la sangre, pero, ¿Él? La sola idea de que la temperatura pudiera descender aún más le hacía sentir enfermo.

—Intentaré ponerte al tanto de todo lo que necesites saber—continuó su amigo—. Sé que el norte parece igual en todas sus partes, pero no siempre es así. Hay distintas costumbres según la zona, distintos modos, acentos...—sonrió, y a Raegar no le gustó la manera en que se estrujaba las manos, nervioso—, sobre todo de algunos personajes en particular. Los Callahall, por ejemplo...

Cruel invierno |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora