37: Tu secreto te condenará

165 26 0
                                    

Severin

Sigo a Jaled por el pasillo de la universidad, y Renart viene detrás de mí. Me aseguro de que no aparezca nadie más, entonces detengo a mi hermano de continuar avanzando. Toco su mano y le sonrío, pero él mantiene su gesto sin emoción.

―¿No te quedas en la fiesta? ―consulto.

―Vine a la facultad, por si pasaba algo con Hall, pero todo terminó bien, así que volveré a encerrarme entre mis cuatro paredes.

―Quédate, hay buenas personas aquí.

―Y por eso no encajo. Tienes a Renart, síguelo a él. ―sugiere.

―Vamos, cuñado, aquí nadie va a juzgarte ―aclara, el mencionado―. Eres bienvenido.

―No, gracias. ―Nos da la espalda.

Se me hace un nudo en la garganta.

―Intento ayudarte, pero tú nunca me dejas ―digo, triste.

―Respeta mi espacio.

―Lo hago, por eso me cuesta tanto acercarme. Entiendo que es difícil, pero necesitas ayuda, y si no quieres la asistencia de un profesional, al menos debes saber que tienes gente que te estima. Yo, por ejemplo, Renart seguro también.

Jaled suspira, luego aclara:

―No importa.

―Déjalo, no quiere salir del pozo ―expresa mi novio y lo miro de mala manera, pero continúa―. Te diré algo, que asumo que nadie te lo ha aclarado, debes de hacerlo por ti mismo. Al final del día, la única persona a la que tienes es a ti, ¿comprendes?

Mi hermano se gira a observarlo y entrecierra los ojos.

―¿Y se supone que tengo que sentirme mejor con eso?

―En absoluto. ―Se cruza de brazo―. Pero si vas a salir del pozo, asegúrate de salir con alguien que te agrade. Si no te simpatizas, te vas a quedar ahí para siempre, sufriendo, y a nadie le fascina permanecer en ese pozo. Responde esto, ¿te gusta ser desdichado?

Traga saliva.

―No.

―Bien, trabaja con eso.

―Supongo que... ―Suspira―. Tienes razón.

Chasquea los dedos.

―Claro, soy Renart Nowell, siempre la tengo.

Le pego en el pie y se queja, adolorido, así que mi hermano se ríe. Ni idea si es por lo que dijo él o por el golpe, pero qué bueno que está sonriendo.

―Bien, lo haré, iré a un psicólogo. Creo que todo lo que ha pasado hoy, trae mucho sentido para mí, y argumentos de peso para mejorar. Ahora lo veo de otra manera, gracias.

Quedo en shock. ¿Escuché mal? Voy a llorar. Mierda, ya lo estoy haciendo. Corro a abrazarlo, entonces me corresponde.

―Sé que vas a mejorar. ―Limpio el mar de lágrimas en mi cara, pero me es imposible―. ¡Ay! ―chillo cuando Renart también se une al abrazo.

―¡Los amo! ―grita mi novio.

―¡¡Me están aplastando!!

―Aplastada, pero feliz ―se burla mi hermano.

Tiene razón, no puedo discutir contra eso.

Luego de la charla amena, mi hermano se retira. Por suerte, pues vemos al problema mayor caminando por este mismo pasillo. Sostiene una mochila en el hombro y nos sonríe como si no hubiera perdido.

―Hall Nowell. ―Refunfuño.

―Bueno, me voy de viaje ―expresa, alegre―. Yo también quería un abrazo, pero no iba a interrumpir, se veían muy emotivos.

―Encima espías, qué absurdo.

―Deja que destile su veneno ―aclara mi novio con confianza―. Ya no puede hacer nada, perdió.

―A menos que terminen en unos meses. ―Se ríe, el rubio―. Aunque creo que les veo futuro, lo descubriremos pronto.

―¿Te rindes?

―No creo que me superes, yo por mi novia hice cosas peores, pero veo potencial, así que ya es hora de que me vaya.

Enarca una ceja.

―¿Esa mujer existe? ―Hace una pausa, luego rodea mi cintura―. Como sea, sé que no voy a terminar con Severin y estoy seguro de que voy a ganar, pero quédate con la casa de tus padres, no la necesito. ―Se gira a mirarme―. Todo lo que necesito está aquí.

Nos sonreímos como bobos enamorados, sin embargo, Hall no agrega nada más y sigue su camino. Le preguntaría sobre el incendio, pero seguro otra vez me evitaría la respuesta. Como sea, ya no es importante, todo está bien ahora.

―¿Y entonces te vas a casar conmigo? ―consulta Renart cuando al fin estamos a solas―. No hay ningún secreto que nos pueda condenar.

Me río.

―No, ya te dije, fue lo primero que se me ocurrió. Además, estoy en mis veintes, soy muy joven para esas cosas, tengo muchas aventuras que cumplir.

―Al menos espero que me incluyas en ellas.

―Claro que no. ―Me alejo y me sigue, pero me caigo.

―Mi chica bruta y patosa.

―¡¡Deja de burlarte!! ―Me levanto para golpearlo.

Esquiva mi ataque.

―Creí que ibas a clases de yoga para abandonar tu ira.

―Puedo hacer excepciones ―expreso con orgullo.

―Ah, ¿por mí?

―Sí.

―Mejor nos besamos.

―¿Ahora? ―Entrecierro los ojos.

―Sí, es el mejor momento.

Caigo desprevenida porque me da un largo y tendido beso, entonces siento las mariposas revolotear en mi estómago. Es un gratificante momento, luego de todo lo que pasamos, ya no necesito nada más. Estoy en el mejor instante de mi vida, pues sé que, a partir de ahora, todo irá para mejor.

No habrá más secretos.

El fin.

Tu secreto te condenará #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora