Pensamientos

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— ¿Estás trabajando todavía?

Su voz llena de berrinche no pasa desapercibida, levanto la mirada y la veo inflar sus mejillas sonrojadas con reproche. Por mi parte oculto los papeles en la carpeta que tengo cerca como medio de protección. No se como me vería si descubre que la información que tengo ahora mismo es sobre ella y toda su familia. 

— Lo lamento - digo frotando mi muñeca y mirando de reojo la hora —  pensé que estaría en cama pronto.

Ella pone sus ojos en blanco, está molesta y no hay nada más molesto que intentar ponerla de buen humor. ¿Cómo sentirte cómodo con eso cuando es el enemigo?

— No se como eran las cosas antes entre nosotros, pero ciertamente debes aprender a descansar o tus ojeras se volverán enormes.

Quisiera decir que la sonrisa que le doy es fingida, porque ciertamente hace que sus mejillas se sonrojen con fuerza mientras la miro; sin embargo, solo salió de mis labios ante sus palabras malhumoradas y me maldigo por bajar la guardia.

Me levanto del asiento y camino bordeando el escritorio, sus pequeños ojos de conejo se abren ante mis pasos como si estuviera esperando, eso hace que mi sonrisa crezca.

Dos pasos y estoy a su lado antes de que pueda retroceder.

—  ¿Quieres ir a dormir?

Mi pregunta la hace suspirar silenciosamente, mientras asiente con su cabecita de arriba a abajo y ciertamente algo está mal conmigo porque considero que es un  gesto completamente dulce.

— ¿Ya no puedes dormir sin tenerme a tu lado?

La sigo presionando por un maldito gusto propio. Sin embargo mi boca se siente seca y mi pecho duele como si estuviera traicionándome de la peor manera posible.

¿Cómo me vería Cora ahora mismo?

Basta que haga esa pregunta para que  la diversión se vaya, mi mente se enfríe y pueda ver de mejor manera a la mujer que tengo frente a mi con pijama y pies descalzos.

 — Yo solo... últimamente trabajas demasiado y estoy preocupada por ti.

Mis ojos se quedan más tiempo del que quiero en sus pies y probablemente no oculté bien mi disgusto ante ellos porque la veo moverlos como si pudiera esconderlos de mi.

Cora odiaba ver a las personas descalzas en la casa, ella compraba unas medias grandes para caminar por todo el lugar, sin embargo, esta mujer frente a mi odia no poder correr libremente por el sitio sin nada más que sus pies descalzos. 

De repente sus pies me molestan.

— ¿Matt?

Parpadeo dejando de mirar sus pies y subo hasta sus ojos que están ansiosos, ella está ansiosa. Recompongo mi humor y le sonrío mientras llevo mi mano a su mejilla haciéndola cerrar los ojos y acunarse.

 — Lo lamento. Tengo que continuar trabajando o será difícil para los demás.

Sus ojos se abren con culpa y asiente dando unos pasos atrás haciendo que mi mano caiga de su mejilla.

— Lo entiendo, solo... ven a la cama cuando hayas terminado.

Asiento con una sonrisa profesional y ella se gira lista para volver al dormitorio.

Maldita sea, debo empezar a pensar con la cabeza fría nuevamente antes de seguirla y acompañarla en un abrazo hasta que caiga dormida.

 Con un suspiro de cansancio toco mi frente y cuando sus pasos se han desvanecido regreso a mi asiento tras el escritorio.

La Alianza  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora