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PRIMERA PARTE.

05.

— ¿De verdad tienes que irte? — pregunta Lay por enésima vez, haciendo un puchero. Yo asiento.

Hace una semana que estaba quedándome en su casa, luego de la "sorpresa" de Luhan. Decidí que ya era momento de volver a mi apartamento y dejarlo a él en paz. Me sentía un estorbo estando allí, aunque Lay dijera todo lo contrario.

Las cosas habían vuelto a la normalidad, para mí. Luhan no había vuelto a escribirme. No volví a recibir ningún mensaje a mi teléfono o redes sociales. Tampoco había vuelto a llamar.

A pesar de que a diario revisaba mi teléfono, computadora y correo percatándome de ello; no volví a tener señales de su parte.

Pienso que se molesto conmigo, tal vez. Ya que actué y hui como una verdadera idiota, y no espere por él. Ó, quizás creyó que le conté todo a Lay y decidió esconderse nuevamente por ello.

Me sentía realmente mal, angustiad y atormentada. Me sentía una verdadera mierda por haberlo alejado de mi, otra vez.

— Mis maletas— pido a Lay y este me ignora por completo.

— ¿Podrías quedarte una semana más? — pide él, haciendo un berrinche al no querer darme mis maletas. Las cuales estaba cargando hacia la puerta.

— No creo que sea una buena idea.

— ¿Podrías quedarte para siempre? — dice, volviéndome a ignorar. Una gran sonrisa se refleja en su rostro, dejando ver sus dientes y esos bellos hoyuelos que se marcaban en sus mejillas.

— ¡Lay! — chillo, sin poder contener una sonrisa— No creo que este bien quedarme. Tú comenzaras con el turno de noche en el hospital, y yo trabajo durante todo el día. De todas formas no nos veremos. — le recuerdo y hago una mueca de lamento. Lay asiente levemente, aun haciendo puchero.

— Quédate... sabes que me gusta tenerte aquí. — insiste.

— Y sabes, que es mal visto que una pareja de jóvenes vivan juntos— contesto. Y así era, sus vecinos no paraban de murmullar cosas y espiarnos cuando estábamos cerca. Incluso, la señora que vive en el piso de al lado nos reclamo diciendo que; vivíamos en adulterio.

— Es verdad— frunce el ceño al recordarlo, y enseguida de ello; sus ojos se abren emocionados; — Entonces... ¡deberíamos casarnos! — me dice, casi gritando y yo no puedo contener la risa ante sus locuras.

— ¡Lay!, no seas tonto. Basta de bromas. — le regaño y él me mira fijamente.

— Sabes que no es una broma. — contesta serio, con su mirada clavada en mis ojos

— Yixing... — digo, en tono de advertencia. Solía llamarle "Yixing", cuando me enojaba con él o decía algo que me molestara.

— Tú sabes lo que siento por ti, Iseul. Y te lo he propuesto, pero eres tú la que no se lo toma enserio.

Es verdad. Si bien nuestra relación con Lay era diferente y no estaba etiquetada con algún nombre, él en varias ocasiones me había pedido que formalizáramos, ó incluso; casarnos.

Pero era yo la que nunca lo tomaba enserio, no porque no lo quisiera, si no porque pensaba que aun no era el momento. Y también, hay una extraña razón que no me lo permite. Una razón que desde hace diez año no me permite continuar con mi vida.

— Ya, no empecemos — le digo con voz suave, y rodeo su cuello con mis manos, para así depositar un tierno beso en su frente.

— Esta bien...— contesta de mala gana, rodando los ojos al cielo. Y deja caer las maletas a un costado de nosotros, para poder corresponder mí abrazo; rodeándome por la cintura.

EL REGRESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora