Es de noche, quizás pasada media noche, no lo sé. No tengo la más mínima idea de que hora puede ser. Me encuentro caminando sola por las oscuras calles más transitadas de Seúl. No tengo más opción que regresar a casa caminando, ya que no tengo ninguna de mis pertenecías ni siquiera algo de dinero para tomar el autobús. Tengo frío, el húmedo y helado viento otoñal golpea fuerte en mi rostro y brazos descubiertos, haciéndome estremecer y poner la piel de gallina. Me abrazo a mi misma para intentar aminoras mis temblores y dar un poco de calor, aunque de nada me sirve.
A medida que avanzo a pasos lentos, y trato de no pensar y calmarme; lo ocurrido hace un instante con Lay sigue golpeando en mi cabeza. Una que otra lágrima se me escapa mientras trato de luchar contra ello y las ganas de volver a llorar con todas mis fuerzas me invaden. Me sentía tan mal, tan despreciable y tan estúpida porque no fui capaz de decirle la verdad. Ni siquiera pude darle una explicación coherente, y tampoco le negué que había alguien más.
De seguro Lay estaba odiándome.
Me repito una y otra vez lo idiota que soy. Me enojo conmigo misma y me frustro por no haber dicho nada para remediar lo que estaba pasando. Me atormento pensando en que iba a perder a Lay después de eso y, no me podía imaginar mi vida sin él. Lay era una de las personas más importantes y que amaba. Saber que, quizás ya nada sería igual entre nosotros; me destruía por dentro.
Cierro mis ojos y con un brusco movimiento de cabeza niego. Me niego a seguir pensando en ello y trato de quitar todos esos malos pensamientos de mi mente. Sé que Lay esta muy molesto, pero sé también que encontraría la forma para hablar con él nuevamente. Iba a hacer lo que fuese necesario para aclarar todo y que no se alejara de mí. No me daría por vencida.
En aquel momento, bloqueo todo mal pensamiento y sólo me concentro en apresurarme y volver a casa. Llevo caminando bastante tiempo, mis piernas y pies comienzan a doler y acalambrarse, pero aún así no detengo mi andar. Vuelvo a abrazarme a mi misma con más fuerza, el frío que sentía me estaba haciendo temblar y debilitaba un poco. Sentía mi cuerpo algo adormecido y quise detenerme para poder descansar un poco, pero, vi que un grupo de chicos se acercaban torpemente hacia mi; estaban borrachos. Si algo odiaba de esta ciudad, es la vida nocturna. En todas las calles había más de un club o bar, y siempre gente borracha a sus alrededores.
Intento ignorar a las personas que me están siguiendo y apresuro mi andar. Uno de los chicos se acerca a mí casi corriendo, alcanzándome y me pregunta si necesito un aventón, mientras me mira de pies a cabeza y sonríe asquerosamente. Niego de inmediato y continúo mi camino, pero ellos insisten y siguen acercándose. Aquello me aterra, sabía que no tenían ninguna buena intención, y no me queda más que salir corriendo con las pocas y nada de fuerzas que me quedaban.
Corro torpe y temblorosa por las siguientes dos cuadras. Cuando siento que mis piernas están a punto de fallar y estoy por caer; me detengo. Lo primero que hago es mirar por sobre mi hombro y darme cuenta de que aquel grupo ya no me seguía y no corría peligro. Luego de ello, me dejo caer de cuclillas, apoyando mis brazos en mis piernas. Y, mientras jadeo y siento como mi corazón late trato de volver a la normalidad mi respiración. Dejo salir un suspiro de alivio y, en aquel minuto, recuerdo de que Lay se molestaba cuando andaba sola por las noches, ya que se preocupaba de que algo me podía suceder, y siempre intentaba protegerme. Pero, ahora ni siquiera pensó en eso.
Él de verdad debe estar odiándome.
Seco con el dorso de mi mano las lágrimas que han caído ante aquel fugaz recuerdo, y me incorporo nuevamente para retomar mi camino. Doy un rápido vistazo al lugar donde me encuentro y logro divisar mi edificio en la calle siguiente. Ya faltaba poco, eso me alivia.
Apresuro mi andar para llegar lo antes posible. Cuando por fin estoy de pie fuera de mi edificio, corro hacia la entrada. Atravieso la recepción y me doy cuenta que no hay nadie más allí aparte del Señor Lee, el conserje; quien se encuentra durmiendo sobre su escritorio.

ESTÁS LEYENDO
EL REGRESO
Fiksi Penggemar"La muerte no nos roba los seres amados, al contrario. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente." - François Mauriac. (frase editada) ******************************* ADVERTENCIA: Esta his...