XIII

132 17 4
                                    

— ¡Lay!, ¡Lay! —le llamado, alzando la voz desesperada hacía el otro lado de la línea, pero, la única respuesta que consigo; es el sonido de la llamada al ser finalizada.

Me encuentro temblando y sudando frío. Aprieto los números en la pantalla de mi móvil con fuerza y brusquedad, para volver a marcarle a Lay y poder –tratar- de darle una explicación a lo sucedido, pero, me vuelve a ser imposible ya que esta vez él ha apagado su teléfono móvil.

Mierda.

Lay estaba furioso, demasiado diaria yo. De seguro en ese momento me estaba odiando por haberlo dejado plantado y por pensar que estaba con otro chico, aunque –en parte- así lo era.
El tono de las palaras de Lay eran cargadas y duras, sobre todo en su ultima frase; "Se acabó", aquello resuena en mi cabeza y oídos.

El temblor de mi cuerpo y sobre todo de mis manos es más brusco y me hace dejar caer el teléfono al suelo de golpe. Creo que se ha roto.

Miro perpleja hacia abajo porqué ni siquiera se como reaccionar, ya que me encuentro invadida por un montón de sentimientos y pensamientos.

—Iseul...—Luhan me llama de pronto, con voz leve y suave. Levanto mi vista para verle y él luce confundido, y con su mirada trata de pedirme que le explique lo que acaba de pesar.

Pero, antes de que Luhan pudiese decir algo más, me encuentro saliendo a toda prisa, casi corriendo, en dirección a la salida de su apartamento.

— ¡Iseul! —oigo que me llama, gritando una vez más, antes de que cierre la puerta tras de mí.

A toda prisa salgo corriendo por el pasillo y tomo el elevador, para bajar hacia la primera planta y así salir del edificio en el cual estaba.

No podía permitir "terminar" de esa manera con Lay, no quería terminar con Lay. No podía dejar que él pensara de esa forma y terminara odiándome por algo que no era cierto.

Tenía que darme prisa e ir en su búsqueda para explicarle y aclarar las cosas, ya que él era una persona muy importante para mí y me moría si lo perdía.

Una vez fuera del edificio, me dirijo hacia la parada de autobús que estaba en la calle de enfrente, pero enseguida me niego y pienso que es una mala idea. El autobús que me dejaba cerca podía tardar hasta diez minutos en pasar y lo que menos tenía era tiempo, así que; decido correr. El restaurant en el cual nos juntabamos con Lay no estaba muy lejos, eran cerca de tres cuadras y si corría a toda prisa de seguro llegaba antes.

Corro a gran velocidad por las calles siguientes colapsadas en personas, intentando esquivar y no chocar con alguien, aunque, en un par de ocasiones lo hice. A medida que avanzo; mis piernas comienzan a temblar, doler y perder sus fuerzas, pero aún así no me rindo.

Jadeando, sudando y con el corazón latiendo a mil por hora, logro visualizar el restaurant. Ya estaba cerca, sólo un poco más.

Hago una pequeña pausa, recargando mi cuerpo hacia adelante, apoyando mis manos en mis rodillas para descansar un poco. Tomo una gran bocanada de aire y trato de calmar mi respiración. Cuando ya me encuentro un poco mejor, sigo mi camino a grandes pasos y entro en el gigantesco lugar.

Cruzo la puerta giratoria y me dentro en el comedor donde se encontraban la mayoría de las personas. Busco a Lay. Miro en todas las direcciones, por sobre mis hombros, tratando de localizarlo, pero no consigo verle.

— ¿Te puedo ayudar en algo? — me dice de pronto una voz femenina. Me volteo a ver de quien se trata y es una chica joven, que parecia tener mi edad. Llevaba su cabello cobrizo atado en una coleta alta y vestía un traje dos piezas con el logo del restaurant. De seguro era la encargada.

EL REGRESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora