Capitulo ⭐ 10

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–Para que conste, te habría abofeteado si hubieras
intentado besarme –le dijo el tratando de sonar muy digno. .

–¿Qué te hace pensar que iba a besarte?

Dejó de andar y se volvió para mirarlo. Se preguntó si el
habría imaginado sus intenciones. Cabía la posibilidad de que Llevara tanto tiempo aislado y sin salir con nadie, que hubiera perdido la capacidad para percibir si un hombre estaba interesado en el o no.
El caso era que, aunque cabía la posibilidad de que
Mile no hubiera estado a punto de besarlo, no estaba tan seguro de que, de no haber sido interrumpidos tan bruscamente, no lo hubiera hecho el mismo.

Atrapados en ese momento, se había sentido como si
estuviera en trance, hipnotizado por completo y con el único objetivo en mente de sentir sus labios contra los de el. Su cuerpo había vibrado con la necesidad que tenía de saborearlo.  Había sentido el aliento de mile contra sus labios, casi había Podido oír cómo se aceleraba su respiración…

–¿No…? ¿No ibas a hacerlo? –le susurró el.
Mile sonrió al oír su pregunta.

–Tuve esa tentación, pero no quería arriesgarme a que me Colgaran de la torre del castillo por violar el protocolo real. Estoy Seguro de que hay cámaras de seguridad escondidas en cada Rosa.

–No me pareces el tipo de hombre que se deje llevar por
el Protocolo ni las normas cuando se trata de tus instintos más básicos.
Mile le quitó la cesta y se las arregló para que sus manos se rozaran mientras lo hacía. Sintió cómo se despertaban al instante todas las terminaciones nerviosas bajo su piel.

–¿Cuál es el castigo en Preitalle por besar a un príncipe? – le preguntó él con picardía y sin dejar de mirarlo a los ojos.

–¿Por qué no lo intentas y así lo averiguas? –replicó el
sin pensar.

Vio cómo mile se fijaba en sus labios y después de nuevo en sus ojos. Volvió a la boca y otra vez a los ojos. Era como si se estuviera preguntando si debía hacerlo o no, si le convenía besarlo o si debía controlarse.

–¿Estás coqueteando conmigo, princesito? –le preguntó
después de pasar unos segundos en silencio.

–¡Por supuesto que no!

Mile le sonrió de nuevo, parecía muy contento con él
mismo, satisfecho al ver que había conseguido sacarlo de sus casillas.

–Pero sé que me deseas tanto…

Nattawin dio un paso atrás y puso los ojos en blanco. Intentaba transmitirle hasta qué punto le horrorizaba su actitud, pero sabía que se había sonrojado y que a él no se le habría pasado por alto ese detalle.

–Nunca he conocido a nadie con un ego tan grande como el tuyo. Cuando viajas en avión, ¿tienes que reservar dos asientos En vez de uno? –le preguntó Natt con un tono que esperaba fuera sarcástico e hiriente.

Mile se echó a reír y comenzó a andar tras el.

–Muy gracioso –repuso.

Pasaron por un arco que estrechaba el camino y Lucca rozó su hombro con el cuerpo. Sacudieron levemente el arco al pasar
y una lluvia de pétalos rosas cayó sobre sus cabezas.

–Dime, Nattawin, ¿por qué es esta boda tan importante para ti?

–Es la boda de mi hermana. ¿Por qué no iba a ser
importante?

–Supongo que tienes razón.

Siguieron caminando en silencio.

–Quiero que todo salga tal y como ella quiere –agregó el–. Tiene que ser perfecto.

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