Capitulo ⭐ 6

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Era un completo y absoluto sibarita. No lo negaba ni creía que tuviera que disculparse por ello. Había nacido con una Enorme riqueza y privilegios y trataba de aprovechar sus Recursos al máximo. No creía en la filosofía de trabajar para vivir ni en la de vivir para trabajar.


Él vivía para disfrutar y salir de fiesta.


Desde su punto de vista, todas las relaciones eran


transitorias, igual que lo eran las fiestas. Aparecía en ellas y

pasaba allí una o dos horas, disfrutaba todo lo que podía y se iba a la siguiente. Sus relaciones ni siquiera se podían categorizar como tales. Eran simples aventuras de una noche, más bien de unas horas, y su único objetivo era el placer, nada más. Nunca tenía la intención de hacer daño a nadie, él no era así. Había sufrido demasiado durante su infancia para hacer después lo mismo a los demás.

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Sabía que utilizaba a esas mujeres y hombres, pero siempre se aseguraba de que tuvieran claro que no podía comprometerse a nada más para no herir los sentimientos de nadie.


Y había conseguido perfeccionar tanto su técnica que las mujeres y hombres con los que salía apenas eran conscientes de que estaba prescindiendo de ellos después de una noche de placer hasta que ya era demasiado tarde.

Lo más parecido a un compromiso real en su vida se daba cuando decidía mantener el número de alguien en su teléfono por si alguna vez decidía volver a llamarla o llamarlo para acostarse con ella oh el.

Como si el principe hubiera percibido que hablar de la


familia era un tema doloroso para él o quizás porque le


incomodaba fingir comprensión cuando no la sentía, anunció bruscamente por qué estaba allí.


-Quiero inspeccionar el salón de baile del hotel y me


gustaría que me acompañara.


Sabía que estaba mintiendo, que tener que ir con él era lo último que quería hacer y no pudo evitar preguntarse por qué habría cambiado de opinión para querer incluirlo de forma tan repentina en los preparativos de la boda.
Sobre todo, cuando le había dejado muy claro en su primer encuentro que no le hacía ninguna gracia
tenerlo allí.


Se preguntó si sería su hermana la que la había convencido. Sabía que la princesa Madeleine deseaba
que su boda fuera el evento más glamuroso del año y en esa isla no había un sitio mejor que el Hotel Romsaithong para organizar una fiesta memorable.


O quizás estuviera equivocado y ese cambio de actitud


formara parte de una trampa tejida por el propia Príncipe Nattawin. Pensó que a lo mejor iba a hacer que lo acompañara a todas partes con la intención de aburrirlo mientras inspeccionaban la vajilla o los cubiertos del hotel, los manteles, las luces... Todo con la intención de agotarlo y que terminara por abandonar la misión que le habían encomendado.

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