Capitulo 💚14

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Nattawin lo miraba con desagrado.

-¿Hablas de la playa o del escote de la rubia?
No pudo evitar sonreír al oír su pregunta.

-¿A ti qué te parece?

El princioe apretó los labios como si tuviera que contener sus palabras, temiendo no ser capaz de decir algo medianamente educado.
Se acercó a donde habían colocado bebidas para la cena y se sirvió un vaso de agua. Él tenía la sospecha de que no era sed lo que tenía, sino una necesidad de hacer algo con sus manos para
tratar de calmar sus nervios.

Nattawin se volvió hacia él y sostuvo el vaso sin beber.

-¿Cómo sabías que no iba a ir a tu ático? -le preguntó entonces.
Estudió su expresión, parecía estar muy tenso.

-Sabía que no estabas preparado.
-¿Que no estaba preparado? -repitió el balbuceando y mirándolo con indignación-. ¿Es que crees que es solo cuestión de tiempo y que terminaré yéndome a la cama contigo?

-Tu cuerpo lo desea, pero tu mente se resiste a aceptarlo -le dijo él tomando un sorbo de su whisky-. No tardará mucho en ceder...

Vio que apretaba el vaso de agua con sus manos. Había conseguido alterarlo.

-Tu seguridad y tu arrogancia no deja de asombrarme. No tengo la intención de convertirme en otra de tus patéticas y
superficiales conquistas.

No estaba acostumbrado a que nadie le dijeran que no. De hecho, no podía recordar la última vez que le había sucedido. Pero había algo tan desafiante en el espíritu de Nattawin
que conseguía excitarle más de lo que lo había estado en mucho tiempo, era como una inyección de adrenalina en sus venas. Y no dejaba de parecerle sorprendente e irónico que, aunque se
había vestido como un monje, estaba consiguiendo despertar su deseo más que si estuviera delante de el en bikini.

No entendía por qué parecía tan decidido a negarse a sí mismo cualquier placer sensual. Sobre todo después de la intensa pasión que le había transmitido en un simple beso. Por Alguna razón, se negaba a permitir que la pasión entrara en su vida. Lo veía en su forma de vestir, en su contención, en la rigidez de su postura y en la formalidad con la que se conducía en todo momento. Tenía una manera de ser muy poco común en alguien de su edad, parecía sentir la necesidad de estar en todo momento controlando la situación, como si tuviera miedo de sus propias emociones, miedo a dejarse llevar por ellas si no las mantenía bajo llave.

Vestía como un monje, pero no besaba como uno, sino como una gato en celo. Se moría de ganas por sentir de nuevo su cálida boca y no solo contra sus labios...
Le bastó con pensar en ello para que su cuerpo se agitara y despertara al instante. No quería ni imaginarse al principito dándole placer con esos deliciosos labios, recorriendo su cuerpo
con sus pequeñas manos, torturándolo hasta que no pudiera esperar más...

Siempre había sido un mujeriego y un enamorao, pero sus aventuras empezaban a aburrirle.
Le resultaba demasiado fácil conquistar
a las mujeres y hombres con las que solía relacionarse en su entorno social.
No tenía que esforzarse apenas para conseguir lo que quería. Incluso se había convertido en algo predecible. Había perfeccionado su estilo, su rutina a la hora de seducir y nadie se le resistía.
Le solía bastar con una sonrisa, unas cuantas palabras que mostraran su lado más encantador,
bebidas y cena. Después de eso, siempre acababan en el mismo sitio, en la cama.

Su técnica nunca le había fallado. Tampoco la otra tarde en la playa, pero al final había terminado declinando la oferta de la camarera para reunirse con ella cuando terminara su turno en el
bar.
La joven rubia le había atraído nada más verla, era muy guapa, pero no había hecho que todo su cuerpo se estremeciera ni le había hecho sentir un hormigueo por la piel como lo había conseguido Nattawin sin intentarlo. Le excitaba incluso la manera en que lo miraba con esos ojos verdes, como si no hubiera conocido nunca a nadie más despreciable. El principe lo odiaba,
pero la química que había entre ellos dos era innegable.

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