Capitulo ❤️22

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-No, lo que deberías hacer es salir ahora mismo de mi
habitación.

-No hace falta ser grosero solo porque no te encuentras
bien. Se puso boca arriba y cubrió con su brazo los ojos para bloquear la luz del sol.

-Dame un respiro, principe. No estoy en mi mejor
momento, ¿de acuerdo? Solo necesito un par de horas de sueño para poder librarme de esta gripe.

-Y, ¿qué pasa con esos negocios tan importantes que tenías aquí?

Mile se incorporó tan rápidamente que su rostro palideció aún más. Vio cómo todo su cuerpo temblaba, parecía muy mareado. Apartó la sábana y fue a trompicones hasta el cuarto de baño, golpeando su hombro contra la jamba de la puerta. No tuvo siquiera tiempo de cerrar la puerta para proteger su intimidad. Tuvo que ir directamente al inodoro para vomitar de nuevo.
Se le encogió el corazón al verlo así. Fue al cuarto de baño, tomó una toalla limpia y la empapó de agua en el lavabo. Después de escurrirla un poco, se la entregó a él. Mile apretó la cara contra la toalla durante unos segundos,
su cuerpo seguía temblando.

-Vete -le susurró Mile.

-No me voy hasta que me dejes llamar a un médico.
Dejó caer la toalla y la miró.

-No me refería a eso. Necesito que hagas algo...
Que pujes por mí...
Arrugó el ceño algo confundido.

-¿Que puje por ti?

Mile se agarró al borde del inodoro para levantarse poco a poco.

-Quiero pujar para conseguir una pintura en miniatura. Es la primera vez que va a ser subastada, procede de una colección privada... -le contó casi sin fuerzas-. La subasta es a mediodía.

-Pero nunca he estado en una subasta. No sé nada de...
-Por favor -añadió con la poca energía que le quedaba para tratar de convencerlo-. Quiero ese cuadro, es único...
Se mordió el labio inferior antes de contestar.

-¿Tienes un presupuesto en mente?

Nattawin nunca se había sentido tan satisfecho consigo mismo.
Había conseguido salir del hotel sin que la prensa lo viera. Lo había hecho con la ayuda de un empleado del hotel, Jean René, que consiguió distraer a los paparazis con un señuelo. No tardó en llegar poco después a la subasta, que tenía lugar en una villa privada, y había conseguido superar la puja más alta.

Se trataba de una pintura exquisita que era del tamaño de un broche y había pertenecido a la amante de un duque del siglo XVII. Había tenido que pelear con un hombre de unos sesenta años para conseguirla, se habían ido superando mutuamente en sus pujas hasta que el otro comprador terminó cediendo. Se sintió feliz cuando vio que bajaba derrotado la cabeza mientras el subastador golpeaba con su martillo de madera para indicar que el objeto estaba adjudicado.

-Vendida al joven de anaranjado -anunció el subastador.
Logró volver al hotel sin que la prensa lo viera y fue directo a la suite de Mile para enseñarle lo que había conseguido.

-¡La tengo! ¡He conseguido comprarla! Tuve que

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-¡La tengo! ¡He conseguido comprarla! Tuve que... -
comenzó con entusiasmo nada más abrir la puerta.
Pero se detuvo al ver que estaba dormido.

Dejó la pintura en una mesa, junto con las otras tres que
había comprado, y se acercó a la cama. Estaba tumbado boca abajo y solo lo cubría una sábana de cintura para abajo. Podía percibir el contorno de sus piernas extendidas y la firme curva de sus nalgas. Sintió cómo su cuerpo reaccionaba al verlo así.
Extendió la mano y apartó suavemente el pelo húmedo de su frente. No pareció darse cuenta de que acababa de tocarlo. Respiraba muy profundamente.
Esperó un momento para cerciorarse de que estaba
dormido y después acarició su mejilla para ver si su barba de dos días era tan áspera como parecía. Comprobó que lo era, parecía papel de lija contra las yemas de sus dedos y sintió en su interior otro estremecimiento.

Le costó hacerlo, pero dejó de tocarlo y se apartó de la
cama. Suspiró al ver el estado en el que estaba la suite. Podía Llamar al servicio de limpieza, pero no quería molestar a Mile.
Decidió pedir toallas y sábanas limpias y ordenarlo todo
tranquilamente mientras estaba pendiente de él.
Empezó a recoger los papeles arrugados y los llevó a la
papelera, pero entonces su curiosidad pudo más que el y sacó Uno de allí para abrirlo y ver qué era.
Le sorprendió ver el boceto de una de las villas que habían visto el día anterior mientras caminaban por Montecarlo. Sacó otro papel, era otro dibujo, ese representaba uno de los cafés frente a la bahía. Frunció el ceño mientras abría otra bola de papel.

No tardó en darse cuenta de que todos eran dibujos y, con cada uno que veía, sentía que aprendía más y empezaba a conocer mejor a Mile, Era como ir pelando las capas de una cebolla hasta encontrar un tesoro enterrado en su interior.
Nunca se le habría ocurrido que pudiera tener esa afición y Estaba viendo sorprendido que además tenía un notable talento para el dibujo. Los bocetos eran dibujos bastante rápidos, pero sabía lo suficiente de arte para darse cuenta de que mile sabía muy bien lo que estaba haciendo con cada trazo de lápiz sobre el papel, el detalle y la perspectiva eran increíbles. Era como si Mile mirara el mundo con un foco intenso y lo redujera a un tamaño diminuto para capturar los secretos ocultos dentro de Cada dibujo. Vio entonces otro boceto más.
No lo había tirado al suelo, sino que estaba aún en un bloc de dibujo sobre la mesa de nogal que había junto a la ventana.
El lápiz que había estado usando yacía sobre el papel junto a una goma de borrar. La silla estaba algo separada de la mesa en un ángulo extraño, como si hubiera tenido que dejarlo todo como estaba para levantarse deprisa.

Miró el dibujo y el corazón le dio un vuelco cuando se
reconoció a sí mismo en la imagen. Estaba cortando flores en los Jardines del palacio. Era un trabajo inacabado, pero, aun así, Mile había capturado algo especial en ese momento congelado en el tiempo, era como si hubiera podido construir una historia que lo hacía parecer etéreo, incluso hermoso.

Había posado varias veces para retratos oficiales y siempre había odiado el resultado. No solía reconocerse en ellos. Nadie lo había capturado como había hecho él.
Miró de reojo la cama, Seguía profundamente dormido.
Podía ver su pecho subiendo y bajando con cada profunda y lenta respiración. Sintió que se relajaba una especie de tensa angustia que había estado sintiendo en su pecho.
Algo abrumada, se alejó de la mesa y siguió limpiando y
ordenando la suite. Ese trabajo era la excusa perfecta para distraerse y no ponerse a hacer elucubraciones que no debía permitirse nunca. No podía pensar en Mile Romsaithong como algo más que un derrochador y un mujeriego, un vago y un Libertino que había aparecido en su vida para complicársela.
Porque parecía disfrutar causando problemas a los demás, era algo sobre lo que la prensa tenía que hablar casi a diario. No era el tipo de hombre en el que debía estar pensando. Y, mucho menos, el tipo de hombre al que debía besar o acariciar.

Tampoco era buena idea estar en el mismo continente que él ni compartir esas suites del ático con él, aunque tuvieran Habitaciones separadas.
Y, definitivamente, no era el tipo de hombre con el que
debía fantasear acerca de cómo sería hacer el amor con él, aunque su cuerpo pareciera reaccionar y despertarse cada vez que estaba cerca de él.
Pero, por mucho que intentara quitárselo de la cabeza, no podía hacerlo. Lo miró de nuevo. Se había dado la vuelta y tenía La sábana un poco más abajo, dejando al descubierto un tentador camino de vello negro que comenzaba bajo su ombligo. Tenía muy bien definidos los músculos del abdomen, no podía dejar de mirarlo...

 Tenía muy bien definidos los músculos del abdomen, no podía dejar de mirarlo

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