Byul sabía exactamente cuántos maderos sostenían el techo del dormitorio y cuántas piedras había incrustadas en el mortero que rodeaba el hogar. Sabía hacer las tablas de multiplicar hasta veinte veces veinte, e incluso había conseguido hacer el alfabeto al revés más de una vez.
No le servía de nada. Estaba preocupada y ya no le resultaba fácil dormir.Desde su jugueteo en la nieve, Yongsun se había vuelto retraída y sombría. Se contentaba, al parecer, con recoger leña, dormitar en el sofá o dar paseos por la cabaña y, aunque nunca se había aventurado lejos, tampoco había invitado nunca a Byul a acompañarla.
Prácticamente habían dejado de bromear y el único juego de cartas que jugaban era el solitario.Durante casi cuarenta y ocho horas, Yongsun se había reprendido en silencio por haberse encaprichado de una mujer a la que nunca podría tener, al menos no de la forma que ella deseaba. Por la mirada que había visto en los ojos de Byul, sabía que podría haber tomado fácilmente lo que quería, saboreando sus labios en la nieve y su cuerpo en la cabaña, pero eso no era suficiente. La lujuria entre las sábanas para alimentar la urgencia animal habría satisfecho su hambre física, pero ella quería más. Se había enamorado de Byul, y no sólo la quería en su cama. Quería a Byul en su vida... para siempre.
Tal como había hecho las dos noches anteriores, se recostó en el sofá, bebiendo a sorbos un whisky aguado con la esperanza de que diluyera su ira. Aunque había empezado como odio a sí misma por haber sido tan estúpida, en los últimos dos días había ido creciendo gradualmente hasta alcanzar proporciones volcánicas. Enfadada consigo misma, con sus circunstancias y con el dolor causado por una mujer llamada Seohee, el silencio era su única opción. Sabía que sus palabras estarían cargadas de rabia, y Byul no se la merecía. No había hecho nada malo. La herida abierta en el corazón de Yongsun era autoinfligida, y ese hecho seguía alimentando su furia como gasolina a una llama. Arreglando la mandíbula, bebió otro trago de whisky y rezó para que Moon se fuera pronto a la cama.
Sentada junto al fuego, Byul recogió las cartas de la otomana y volvió a barajarlas. Aún no había ganado ninguna mano, pero su mente no estaba precisamente en las cartas. Aunque Kim seguía ignorándola, a Byul le resultaba imposible hacer lo mismo. No pudo evitar mirarla fijamente y preguntarse qué estaría pensando. ¿Por qué estaba tan callada y parecía tan enfadada? Mientras se hacía preguntas, sintió que su enfado aumentaba y, harta del silencio, soltó:
—Creo que deberíamos hablar.
Sacada de sus pensamientos por el comentario de Byul, Yongsun le devolvió la mirada por un momento.
—¿Y de qué quieres hablar exactamente? —espetó—. ¡Ya sé! ¿Qué te parece el tiempo? O mejor aún, ¿qué te parecería... veamos... qué te parecería redecorar esta casa en primavera? Ya sabes, deshacerte de todos los peces muertos y colgar algunas acuarelas.
Confundida por la frívola respuesta de Yongsun, Byul preguntó en voz baja:
—¿Por qué estás tan enfadada conmigo?
—No estoy enfadada contigo.
—Sí que lo estás.
—¡No, no lo estoy!
—¡Entonces por qué no me hablas! —exigió Byul.
—¡Muy bien! —gruñó Yongsun, levantando sus largas piernas del sofá. Sentada, miró furiosa a Byul—. Tienes toda mi atención. Ahora, ¿de qué quieres hablar?
Por dentro, Byul sonrió. Los cursos de psicología siempre habían sido sus favoritos. Le habían enseñado los puntos fuertes y débiles del comportamiento humano y el hecho de que la forma más fácil de evitar responder a una pregunta era iniciar una discusión. Yongsun intentaba precisamente eso, pero Byul se negó a morder el anzuelo.

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Hielo [MoonSun]
FanfictionLa última vez que Moon Byul y Kim Yongsun trabajaron juntas, ambas recibieron suspensiones de dos semanas. Esta vez... es peor. Cuando un niño es secuestrado en un parque de Londres, las detectives inspectoras se reúnen para trabajar en el caso. Si...