La mañana se alargó más de lo normal. Estuve yendo de una clase a otra prendida del brazo de mi amiga quien para mi suerte coincidía conmigo en casi todas las asignaturas, excepto deportes y literatura.
Nuestro tutor, un hombre de mediana edad, piel morena y con un doctorado en historia, me simpatizó muchísimo, fundamentalmente porque fue comprensivo y fingió no notar nuestro retraso por casi más de quince minutos.
Los otros educadores no fueron tan amables. Me sentí especialmente intimidada por la profesora de literatura, la señorita Márquez, quien me miró de forma despectiva cuando me despedí de Maya en la puerta. Mi amiga ya me había avisado de su mala relación con Márquez debido a un incidente que no le dio tiempo a contar. La mujer, de unos cuarenta y muchos años, piel amarillenta, cabello largo y sedoso, ojos negros traspuestos de unas enormes gafas con montura, vestimenta sosa y enormes zapatos de tacón, me acribilló a preguntas en la primera oportunidad.
Al parecer mis conocimientos literarios la dejaron maravillada pues dejó de lanzarme interrogaciones. Incluso llegó a mencionar lo sorprendida que estaba de que todavía existiesen jóvenes que practicasen la lectura con tanta pasión. Y eso que no ha conocido a Angy. Mi hermana mayor si tiene gran fanatismo a la lectura, en especial con los clásicos. Incluso me comentó que quiere estudiar Periodismo o Literatura Inglesa, aunque su sueño es ser editora, pero papá ya tiene planeado su futuro como estudiante de Arquitectura.
Salí del aula e iba en dirección a mi próxima clase cuando, a una distancia prudente, vi pasearse a Eric por uno de los pasillos. Sin necesidad me oculté detrás de una pared, sintiéndome intimidada. Después de que Maya me dijese la bomba: que el muy **** era hijo de la directora, me tomé unos minutos para reflexionar sobre lo que hice y quería hacer.
Aunque el tipo sea un imbécil, y se lo merezca, casi le pego al hijo de la directora. Desde ese momento mi humor, ya gris, se volvió negro. Volverme su enemiga sería acarrear más problemas a mi larga lista de inconvenientes y esta ya está lo suficientemente llena. Si por un pequeño altercado en una carretera remota, Haston decidió mandarme a estudiar al otro lado del planeta, cualquier algarabía en esta escuela sería como pagar mi billete de ida, sin vuelta, a la NASA. Uf, mejor mantenerse lejos de ese chico.
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Cerca de las 10am se convocó a todos los alumnos de primer curso para una reunión en la plaza con el objetivo de dar a conocer oficialmente a todos los profesores, la gobernanta de cada dormitorio y a ciertas personas importantes, como la subdirectora y la directora.
Maya, a mi lado, aún no podía creer que aquel psicópata del que le hablé fuese Eric, y yo, intentaba digerir la noticia de que su padre fuese el dueño de la escuela. Eric Javier Hernández Ferré, gracias a nuestro reencuentro no deseado, mis planes para permanecer alejada de los problemas estaban siendo frustrados. Estaba segura, algo en mi interior lo gritaba, iba a tener varios encontronazos con el imbécil.
Me había hecho a la idea de que, si me comportaba como una hija ejemplar, lograría convencer a Haston para que me cambiase a un internado más cercano al de mis hermanos o me dejase volver a casa. Pero, si esa voz interior tenía razón, mis planes no estaban siendo frustrados. Claramente ¡Se estaban yendo por la borda!
Miré detenidamente a la elegante directora para caer en una conclusión: Eric y su madre no tenían ningún parecido físico. Existía una excepción en su figura esbelta, la altura y el mismo tono de piel, pero la Señora Ferré, como quería que la llamasen, tenía las facciones más finas y la nariz respingada, ojos marrones y el cabello rizado más hermoso que he visto. Al hablar transmitía respeto y emanaba seguridad. Su hijo también heredó lo último. En las pocas ocasiones en las que he hablado con él, he notado que la seguridad y el ego le sobran.
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P.D. No me odies. Posdata # I
Teen Fiction"-¡Tú! -Lo miré con furia y sentí como mi cara iba adquiriendo un tono escarlata. -¡Casi nos matas borracho! -¡Oh! Eres aquella chica. -Dijo con sorpresa. -¡Oh! -Lo imité. -¡Prácticamente nos secuestraste! -Hey, cálmate, ustedes se subieron volunta...