Salí volando y no pude notar a quien me llevé conmigo. Todos los presentes estaban en silencio, cosa rara ya que lo normal era que estuviesen partiéndose de risa. Con todo el cuerpo adolorido por los empujones de Gabarri, hice un esfuerzo para levantar la vista ya que me moría de vergüenza con la persona debajo de mí. Con lo primero que toparon mis ojos fue con la figura bien formada y el rostro divertido de Ernesto que dijo:
-Hablando del rey de Roma, por la puerta asoma.
¡No! ¡No puede ser! ¡Tierra trágame! Me levanté tan rápido que los auriculares, que se habían roto por la caída, cayeron al suelo y el peso de mi mochila casi me tumba. Me alisé con las manos la falda del uniforme dedicándole una mirada de repulsión a Olivia, que estaba parada como tonta en la puerta. Con el corazón en la boca y la cara color carmesí, miré a mi víctima.
Eric, sentado en el piso, con una pierna retraída, un brazo sobre la rodilla y la cabeza recostada de una mano, me observaba como si fuese lo más gracioso del mundo. Eres una PAYASA. Me dije interiormente.
-Lo siento. -Murmuré y le ofrecí mi mano como ayuda para pararse.
La tomó sin pesárselo dos veces y se puso en pie. Cuando estuvo parado intenté retirar la mano pero no me lo permitió.
-Hola, soy Eric. -Lo miré sorprendida. ¿Qué hace? Intenté zafarme nuevamente de su agarre pero esta vez no me retuvo y tiró de mi mano pegándome a él hasta quedar en una posición demasiado íntima. -Haz estado evitándome Pajarita, pero de nada sirve. -Susurró en mi oído dejándome con la mente en blanco. -Ahora nos conocemos oficialmente. -Sentí su sonrisa contra el lóbulo de mi oreja. -Todos son testigos de eso.
Aún en shock, vi como se agachaba y recogía mis auriculares del suelo. No sé por qué no puedo reaccionar. Sentí rabia conmigo misma por no tener algo ocurrente para soltarle y dejarlo en un estado similar al mío. Con una mueca tomó una de mis manos y colocó el objeto. No pude evitar hacer también un mohín con lástima y acariciar la zona donde se habían partido. Ya no podré usarlos más, eran mis favoritos.
Nuevamente antes de que pudiera darme cuenta, Eric colocó con cuidado un mechón rebelde de cabello tras mi oreja sacándome de todo trance.
-¿Qué quieres? -Pregunté con cara de póker.
-Nada. -Suspiró distraído. -Pensé que el ratón te había comido la lengua. -Soltó una carcajada ronca por lo bajo y se dobló hasta que nuestros rostros estuvieron a la misma altura.
-Quisieras tú que... -Eric me dejó con las palabras en la boca al darme un suave beso en la mejilla. -¿Qué haces?
-Nos vemos por ahí. Ya me regañaras cuando haya menos gente viendo. -Susurró a milímetros de mi rostro y luego pellizcó de forma juguetona el mismo lugar donde me había besado. Después se separó y comenzó a alejarse junto a Ernesto.
-Adiós Perla. -Se despidió el moreno sin poder contener su gozo.
¿Se han vuelto locos?
-¡Adiós Pajarita! -Gritó Eric antes de desaparecer por el pasillo.
¡Lo voy a matar!
Miré el lugar por donde desapareció, luego a mis compañeros que se encontraban observando y por último a Gabarri, que se acercó a mi cautelosa.
-¿Estás bien? -¿Es en serio? Viene a preguntar después de que sus empujones casi me sacan el alma, dos veces. -¿Qué ha pasado aquí hace un segundo? ¿Eres amiga de Eric Javier?
La miré con odio. Todo era su culpa. ¡Todo! Después de que había logrado cortar cualquier contacto con ese imbécil, viene Olivia y me lanza a sus brazos. LITERALMENTE. Solté un bufido de frustración. -¿Perla? -Pensé en sacarle el dedo medio pero eso sería muy infantil y vulgar. En su lugar le mostré los audífonos rotos, cosa que también era su culpa, y me marché.
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Entré a mi habitación. Maya no estaba, lo cual significaba que cuando llegase iba a pedirme explicaciones. Arrastrando los pies solté mis pertenencias sobre mi escritorio, me quité los zapatos, el saco, deshice el moño que recogía mi cabello y desabotoné algunos botones de mi falda.
-¡Qué día! ¿No voy a tener un día normal aquí?
Estaba por tumbarme de un salto en la cama, pero me detuve en medio del acto, casi cayendo, cuando mi teléfono sonó. Lo busqué y la felicidad volvió a mi cuerpo. Mis hermanos pedían que me uniese a una videollamada grupal.
-¡Isa! -Gritaron todos, menos Diego que se limitó a sonreír tapándose las orejas ya que los mellizos hablaban junto a sus oídos.
-¡Los extraño! -Grité en respuesta.
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Después de la charla con mis hermanos, me cambié y fui a la cafetería para complacer a mi estómago. Al regresar Maya aún no estaba así que aproveché para darme una relajante ducha. Salí del cuarto de baño con un estado de ánimo renovado.
Con alegría llevaba mis mullidas y peludas pantuflas de conejito y un enorme moño coquette color lila en mi cabello. Todo a juego con mi muy cómodo pijama de dos piezas color gris. Un conjunto perfecto para dormir.
Estaba por entrar al país de los sueños cuando "alguien" entró estrepitosamente en "nuestra" habitación. Recostada del cabezal de mi cama, vi como mi compañera de cuarto se deshacía de su chaqueta de uniforme y pertenencias, de forma muy similar a como lo había hecho yo horas antes.
-¿Ya irás a dormir? -Preguntó observando mi escritorio limpio de desorden. -¿A ti nunca te dejan tarea?
-Por supuesto que sí, y mucha. -Sonreí con orgullo. -Pero la hago en los tiempos libres entre clases o a la hora del almuerzo así, cuando llego al dormitorio tengo todo el tiempo libre que quiera. -Expliqué.
-¡Aha! -Sin decir más se metió al cuarto de baño, acción que identifiqué como invitación para seguir en lo que estaba.
-¿Qué haces? -Preguntó minutos después al verme acurrucadita entre mis mantas.
-¿Qué crees que hago? Dormir. -Me tapé la cabeza con otra almohada para evitar dos cosas: la luz y a mi mejor amiga.
-Puedes continuar. -Suspiré con alivio. -Después de que me cuentes lo que pasó hoy en los pasillos con cierta persona que a ti no te gusta nombrar pero a mí me encanta recordarte su existencia. -Lo hacía a propósito. Mi alivio desapareció.
-¿Ya cenaste? -Pregunté incorporándome en la cama.
-Sí. -Dio dos suaves golpecitos en mis pies con el cepillo para cabello que tenía en la mano, yo recogí las piernas haciéndole espacio para que se sentase. –Comienza.
P.D. El privilegio de la amistad es decir tonterías y que se respeten sus tonterías. –Charles Lamb–
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P.D. No me odies. Posdata # I
Teen Fiction"-¡Tú! -Lo miré con furia y sentí como mi cara iba adquiriendo un tono escarlata. -¡Casi nos matas borracho! -¡Oh! Eres aquella chica. -Dijo con sorpresa. -¡Oh! -Lo imité. -¡Prácticamente nos secuestraste! -Hey, cálmate, ustedes se subieron volunta...