Luisa Edel tenía buena figura y piel blanca, era un poco más baja que yo, pero esto último no se nota gracias a los altísimos zapatos de tacón que utilizaba.
Aquella mujer de orígen británico, ropa cuyo costo serviría para mantener a una familia de cuatro, ojos marrones y cabello color azabache, era mi madre.
Claro que, esa información, era insignificante cuando decías que era dueña y diseñadora de una de las más reconocidas e importants marcas de lujo: Edel
Aveces me deba miedo hablarle, me intimidaba mi progenitora. Aunque su familia no fuese de una posición social alta, Luisa logró abrirse paso por sí misma en los turbios caminos de la industria de la moda.
-Buenas noches. -Dijo implacable. -Anne, Salvador... -Saludó formalmente a los padres de Maya y a mi profesora. -Amanda... -Luego miró momentáneamente a los padres de Eric.
-Veo que te hiciste cargo de la escuela Arturo, junto a tu esposa... -La mirada intensa y el desprecio que emitía mi madre, me hicieron encoger en mi lugar. -Eres la directora, ¿No? Juliet.
Había un silencio total en aquella sala, la única voz que se oía era la de mi madre hasta que Eric habló.
-Papá. ¿Que sucede? -Miré como los ojos de mi madre se habrían con sorpresa, descomponiendo un poco su cara de póker.
-¿Este chico tan guapo es su hijo? -No supe identificar el tono de mi madre, pero estaba segura de que no era alegría.
-Luisa... -Comenzó a decir Arturo pero su mujer lo detuvo.
-¿Que haces aquí?
-Me ofendes Juliet. ¿Te molesta mi presencia? -Dijo mi madre con sarcasmo.
-No eres bienvenida. -Aquello calló como un bloque en mi estómago. ¿Por qué mi madre no era bienvenida? No podía hablar, estaba en alguna especie de shock al igual que Maya. Eric, por el contrario, observaba todo con demasiado interés.
-¡Juliet! -La amigable voz de Arturo se tiñó un poco por el enojo.
-Ya veo. -Luisa rió amargamente. -Aquí los papeles se invierten. Los traidores son los inocentes, y los...
-Luisa. -Habló Salvador Montero. -No sigas.
-Entiendo por qué te pones de su parte Salvador... -Mi madre miró a la señorita Márquez y Amaya se estremeció. -Pero...
La expresión de Maya me decía que algo no andaba bien en sus asuntos familiares, y nuestra profesora de literatura está involucrada en ello.
-No te quitamos la razón Luisa. -Anne se acercó a mi madre y le acarició el hombro de forma muy familiar. ¡¿Qué pasa aquí?!
-Pero creéme, no quieres seguir. -Mi corazón se detuvo cuando la madre de Amaya señaló el lugar donde me encontraba. ¡No!
-Perla. -Mi madre abrió los ojos como platos.
-Mamá. -Al decir esas palabras Arturo, Juliet y la señorita Márquez, ahogaron un grito. -¿Que sucede? ¿Qué haces aquí?
-¿Es tu hija? -Pregntaron tres personas al unísono.
-Así es. -Mi madre se repuso de la sorpresa y se acercó a mí. -Ve a recoger tus cosas ahora. Nos vamos.
-¡Qué! ¿Por qué? -Mi madre me tomó del brazo y haló de mi hasta estar lejos de mis compañeros.
-No lo diré dos veces. -Así era mi madre. Ni un beso, un abrazo o un saludo siquiera. Solo órdenes.
-Haber si entiendo... -Dije fuera de mis casillas. -Me castigan, me alejan de mis amigos y de mis hermanos, me mandan lejos de casa. ¡A un internado! Se olvidan de mi existencia y ahora llegas diciendo: "Nos vamos".
ESTÁS LEYENDO
P.D. No me odies. Posdata # I
Teen Fiction"-¡Tú! -Lo miré con furia y sentí como mi cara iba adquiriendo un tono escarlata. -¡Casi nos matas borracho! -¡Oh! Eres aquella chica. -Dijo con sorpresa. -¡Oh! -Lo imité. -¡Prácticamente nos secuestraste! -Hey, cálmate, ustedes se subieron volunta...