La lectura y la música siempre han sido una fuente de escape para todos mis problemas...
Aquella biblioteca no contrastaba en nada con los demás salones de la institución. Con paredes cubiertas por enormes libreros de roble, que se encargaban de esconder el papel tapiz, dejando sólo espacio a los anchos ventanales que se extendían hasta el techo que, junto a al suelo de mosaicos blancos, llenaban la habitación de la luz incandescente que ofrecía el atardecer.
En el centro del salón yacía un redondo mostrador de madera concisa, copado por numerosos archivos, carpetas y un ordenador. Sobre él, colgando del distante techo, una antigua araña repleta de cristales que repartía, junto a sus lejanas hermanas, la suficiente claridad para el lector que acude en la sección más avanzada del día.
-Gracias por traerme. -Interrumpí lo que sea que estuviese pensando porque me miró confundida por unos cuantos segundos. -Te veré en el dormitorio.
-Oh, vale. Hasta luego. -Maya me dio un pequeño abrazo antes de voltear y desaparecer por las grandes puertas.
-¡Chao! -Me despedí, indecisa entre adentrarme en el lugar o seguirla.
Después del almuerzo no pude estar ni por un minuto en paz. Cada vez que entraba en un salón o caminaba por los pasillos, comenzaban los murmullos. Hubo casos en que las chicas más valientes, incluidas las de tercer curso, se acercaron a mí para intentar sacarme alguna información. "No les hagas caso" Me recomendó Maya cada vez que tenía oportunidad ya que, según ella, solo eran la minoría y las demás no se atreverían a decir nada, por lo menos no en mi cara.
-Maya, no eres muy buena intentando calmar las personas ¿No? -Le había respondido. Si esas chicas representaban la minoría, y parecían víboras, ¿cuántos reptiles venenosos me faltaba por conocer aún?
Con un suspiro entré, por fin, a paso precavido en la biblioteca. Me paseé mientras rosaba con la yema de mis dedos el lomo de los libros, todos de apariencia costosa, que ofrecía el estante más próximo a la entrada. Caminé quedamente hasta donde se encontraba una señora mayor con apariencia de bibliotecaria, espejuelos, un gris roscón recogiendo su cabello en la zona más baja de su cráneo, larga falda marrón, camisa de manga larga color blanco y zapatos de charol negro con tacón bajo.
-Hola. -Murmuré tímidamente, no queriendo interrumpir lo que sea que estuviese haciendo frente a la trinchera de madera que servía de estante para unas cuantas cajas con fichas y marcadores.
Levantó la mirada para apreciarme por encima de los finos espejuelos, cuyos cristales parecían más delgados que los de la Señorita Márquez.
-Buenas tardes. -Ofreció una cálida sonrisa que liberó mi pecho de la antigua presión, formada por los nervios. -Eres nueva. ¿Verdad? -Asentí.
-Siempre recuerdo el rostro de mis lectores. -Suspiró, cerrando los ojos con pesar momentáneamente, para luego volver a hablar. -Muy pocos alumnos visitan mi biblioteca en busca de placer en estos últimos años, tú debes pertenecer a ese reducido grupo ya que estás aquí desde el primer día. -Sonreí por su comentario.
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P.D. No me odies. Posdata # I
Teen Fiction"-¡Tú! -Lo miré con furia y sentí como mi cara iba adquiriendo un tono escarlata. -¡Casi nos matas borracho! -¡Oh! Eres aquella chica. -Dijo con sorpresa. -¡Oh! -Lo imité. -¡Prácticamente nos secuestraste! -Hey, cálmate, ustedes se subieron volunta...