Capítulo 7

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-¿Cómo? -Grité al teléfono. -¿Qué Diego hizo qué? -Maya, que estaba acostada en su cama, levantó la vista de su ordenador para verme.

-Tranquila... no pasó a mayores, le han impuesto un castigo aceptable y me ha prometido que no volverá a hacerlo. Me costó, pero logré que Haston no se enterase. -Mi hermano mayor me estaba contando que Diego, mi rebelde hermanito adolescente, se había peleado con unos compañeros de clases cuando estos comenzaron a molestar a los mellizos diciéndoles que nuestros padres no los querían y que los habían abandonado.

Gracias al cielo no pasó a peores y Jared pudo visitarlos como me prometió, así no se sentirían como les habían dicho: abandonados. Me sentí mal por los tres, estaban solos en un colegio ubicado a miles de kilómetros de casa. Lo único que estaba a mi alcance era tratar de comunicarme con ellos en los horarios establecidos por el centro, no podía viajar para verlos como Jared pero, al menos, podían contar conmigo para escucharlos.

-Voy a hablar con él, aunque esos chicos se lo merezcan, la violencia no es solución para ningún problema. -A mi lado se escuchó una risa y un "si claro". Maya ya no estaba en su cama, ahora se encontraba sentada junto a mí. Había dejado de fingir que no escuchaba mi conversación mientras veía su portátil, para pasar a escuchar en primer plano desde mi lado.

La miré mal cuando me dijo en un susurro:

-Haz lo que digo pero no lo que hago. -Como respuesta: le pegué con una almohada en la cara.

-Tranquila... -Repitió mi hermano. -Ya he hablado con él, tu solo deja que se desahogue contigo y no lo machaques, aconséjalo. Lo creas o no, eres a la que más escucha... -Jared suspiró. -Cambiando de tema. ¿Cómo estás tú?- Al instante me tensé. No le había contado a ninguno de mis hermanos de mi encuentro con Eric y Ernesto.

Me sorprendió que mi padre no supiese que Eric era el hijo de los dueños del internado. Esto último era suposición mía ya que ninguno de mis padres se comunico conmigo, y si lo hiciesen, no les preguntaría sobre el tema ni loca. Haston sería capaz de mandarme a la China y allí sí que no conozco ni a un perro, no puedo permitirlo.

-Bien... ¿Adivina adivinador? -Hice un intento por mejorar los ánimos y alejarnos del camino que había tomado la conversación. La voz de mi hermano transmitía su cansancio y lo hacía sonar, no como un chico de 21, sino como un hombre de 40 o más. Seguramente Haston lo mantuvo trabajando hasta tarde, de nuevo.

-Mmm... um... jum...

-¿Te estás quedando dormido? -Intenté sonar seria aunque estuviese reprimiendo una carcajada.

-¡Claro que no! -Mentira, si que se estaba quedando dormido. Maya comenzó a reírse y articuló silenciosamente la palabra "aburrida". ¿Ah sí? ¿Quieres que sea divertida? Bien.

-Hey, J adivina quién es mi roomie. -Mi amiga se puso blanca como un papel e intentó escapar cuando notó mis intenciones.

-No soy adivino, si no me dices... -Logré agarrar a Maya del brazo antes de que saliese por la puerta.

-Suéltame. -Pidió casi suplicante.

-¡Maya! ¿Dónde estabas? Justo hablaba de ti. -Con una sonrisa diabólica en el rostro arrastré a mi amiga de vuelta a la cama.

-¿Maya? Amaya Montero. ¡Qué suerte tienes Isa, ya tienes a una amiga contigo! -El cansancio de mi hermanito se esfumó de repente.

-Espera, la pongo contigo. -Sin esperar réplicas le puse el teléfono en la mano a la chica, muy enojada, junto a mí.

Ella miró el teléfono, dubitativa, e hizo una mueca. Me sorprendió ver cómo pasó de ser la chica extrovertida y animada, a la niña dulce e introvertida que conocí a los ocho años. Aquella peque que quedó encandilada con mi hermano mayor.

P.D. No me odies. Posdata # IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora