Capítulo 22

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Caminé por los pasillos junto a Amaya luego de haber dejado a Zaday y a Daniel en su primera clase del día.

Había pasado ya una semana desde que hablé con Amaya sobre lo que escuché y desde entonces el ánimo de mi amiga había decaído un poco.

Dos figuras muy altas pasaron junto a nosotras y no pude evitar llamar la atención de una de ellas.

-¿Eric? -Dije en voz alta y este detuvo su paso seguido de uno de sus amigos.

Desde aquel día en el que quedamos en una posición complicada en el salón de maestros, Eric había dejado de interactuar con Maya y conmigo. Muy a pesar de que su mejor amigo y mi mejor amiga había comenzado una relación amorosa oficialmente. Incluso podría jurar que me había estado evitando. La pregunta era: ¿Por qué?

-¿Que quieres? -Respondió con su voz más gruesa de lo normal.

Lo miré sorprendida por el tono que utilizó. No fue lo que dijo, sino como lo dijo. Es como si me hubiese dado un empujón con aquellas dos palabras. Fue... grosero. Mi amiga no pareció notarlo ya que estaba muy distraída últimamente, pero su amigo si, y en respuesta le dió un codazo.

El abrió los ojos como si se acabase de dar cuenta de lo que hizo. Sentí a las personas murmurar y a otras reír. No le respondí, alcé mi rostro y como persona orgullosa que soy, di media vuelta y seguí mi camino. Oí que Maya me seguía así que no me molesté en mirar atrás.

Estúpido. Idiota. Imbécil.

-¡Perla! -Lo oí llamarme pero no me detuve. Unos pasos apresurados se hicieron presentes. -Pajarita. -Tuve que detenerme cuando tomó mi brazo haciéndome girar. -Lo siento, yo...

Zafé mi brazo de un alón que lo dejo aturdido, justo igual que yo hace solo unos segundos.

-Perdón. -Dije secamente y mirándolo de la misma forma que hace Haston cuando habla con las personas que le desagradan. -Fue un error, creí que eras alguien más. Me confundí de persona. -En ese momento me sentí como mi padre. Odiaba ser como él, pero Eric se lo merecía.

Él me miró sorprendido por mis palabras y yo me giré para seguir mi camino junto a mi amiga.

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Puse mi almuerzo sobre la mesa y me dispuse a sentarme pero la presencia de Olivia me lo impidió. Mis amigos miraron atentamente como esta se acercó a mí y dijo en voz demasiado alta:

-Creo que ya Eric se ha cansado de jugar contigo princesita. Pero no te preocupes, no me sorprende, todos sabíamos que ibas a ser una partida demasiado fácil para él. -Sus palabras me cayeron como un yunque en el estómago.

Comenzó a reír sonoramente mientras me miraba a la cara.

¿Por qué diablos me dolió lo que dijo?

-Eres horrible. -Soltó Paris y la miró con desdén.

Al parecer a la chica de las mechas rosas le importaba mucho la opinión de la rubia, porque automáticamente su sonrisa desapareció. Entonces recordé que, según mi intuición, Olivia estaba enamorada de cierto italiano.

-Por lo menos yo me acosté con él. -Solté cuando Leo se acercó a nuestra mesa para sentarse junto a su hermana. No sé si lo que dije era cierto, pero me arrepentí al ver la cara dolida de Leo.

-¡Eso no es cierto! -Olivia parecía abochornada y furiosa a partes iguales. Miró nerviosa hacia el italiano pero este no le devolvió la mirada.

-Eso fue lo que nos hiciste creer tú. -Apoyó mi mejor amiga, que llegó oportunamente junto a su novio.

Inflé mis mejillas cuando la ví dar media vuelta y marcharse.

-Es una víbora. -Dijo Clara mientras se acomodaba en su lugar habitual. -No le hagas caso. -

-Por si te hace sentir mejor, Eric no es muy amable con todos que digamos. -Miré algo sorprendida a Roger.

-¿Qué?

-O sea, no es que sea un pedante. Pero vamos, ¡es el hijo de los dueños de la escuela y su mamá es la directora! No se relaciona con cualquiera. Somos amigos suyos porque lo conocemos hace años.

-Pero Maya y yo...

-Ustedes son la excepción. -Me interrumpió su novia.

-A nosotros nos habla porque somos tus amigos. -Apoyó París.

Miré a Ernesto confundida y este asintió.

Todos comenzaron almorzar y a charlar tranquilamente. Todos menos yo. No podía sentirme en paz por lo que le dije Olivia, más aún cuando miraba la expresión triste en el rostro de Leo.

La comida no me bajaba por la garganta así que después de varios minutos me puse en pie.

-¿A dónde vas? -Preguntó Zaday con intenciones de pararse también.

-Regreso rápido. -Mentí y le hice señas para que continuasen.

Salí del comedor para regresar a mi dormitorio.

Esa tarde no asistí a la reunión del club.

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Pasaron los días y fui yo la que me dediqué a ignorar a Eric. Por estúpido que pareciese, me dolía el orgullo. Incluso dejé de ir a las reuniones del club para evitar toparme con el. Y en las clases de deportes me mantenía bastante alejada del equipo de fútbol.

Acababa de hablar con mi familia cuando Maya y Zaday aparecieron por la puerta de mi habitación, llenas de maquillaje y vistiendo diminutos y ajustados vestidos de fiesta. Miré con la boca abierta a la melliza. ¿Qué le había echo Maya?

-¡Acompáñanos ñ! -Pidió Amaya casi rogando.

-No. -Dije por enésima vez. -Vayan ustedes.

Es fín de semana y las chicas están aburridas. Yo por el contrario me siento muy cómoda sin salir de mi habitación y disfrutando de la lectura.

-Va a ser mi primer fiesta aquí. -Zaday hizo ojitos de cachorro. La miré y suspiré. Este era el primer fin de semana que Zaday pasaría en el Internado Hernández-Ferré. No le puedo negar esto.

-Y yo necesito tu apoyo, sabes que estoy en una situación difícil. -Remató Maya haciendo referencia a sus problemas familiares.

-Esto es chantaje. -Me quejé incorporándome en la cama.

Ellas hicieron una pequeña fiesta cuando deje mi edición original de Orgullo y Prejuicio sobre el librero y me dirigí al baño.

Tomé una ducha rápida e hice varias ondas en mi cabello con las tenazas. No me maquille mucho, solo utilicé un poco de base y un lip gloss rojo.

Mis amigas esperaron pacientemente hasta que salí y volvieron a festejar cuando me puse un ajustado vestido negro. Sencillo, muy corto, de cuello alto y manga larga. Coloque una gargantilla de brillantes sobre el vestido, escogí unos zapatos deportivos blancos muy cómodos y los combiné con una cartera marca Edel.

-Estaremos solo un ratito. -Advertí y ambas se engancharon a cada uno de mis brazos.

-Te amamos. -Afirmaron al unísono.

-Y... ¿Donde es la fiesta? -Pregunté cuando estábamos llegando al estacionamiento.

Divisé las figuras de Ernesto y Leo, Paris, Daniel, Clara y Roger.

-Ehemmm.... -Alcé una ceja al cielo y las miré de forma inquisitiva.

-Mejor no preguntes.

P.D. El orgullo es como un castillo de naipes, una simple brisa basta para hacerlo tambalear.

P.D. No me odies. Posdata # IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora