Capítulo 8 💫

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No podía creer lo que escuchaba; Brielle le había hecho la sugerencia a los hermanos, y a pesar de que Danna la había rechazado, ¿Donovan la había aceptado?

De verdad el mundo estaba haciendo cambios en las vidas de las personas, menos en la mía. Seguía en las mismas.

—¡Ay, qué lindo! —dijo ella, sonrojándose, pero sin quitar aquella mirada atrevida de sus ojos. Lo que me sorprendió aún más era que Donovan le había sonreído de igual manera; incluso podría decir que había un brillo extraño en sus ojos azules.

—¡Hola, Nyssa! Qué gusto verte. —Expresó Danna, acercándose para abrazarme. —Espero y puedas enseñarme los alrededores.

—Claro, tú tranquila y yo me encargo —puntualicé, terminando el abrazo.

Mi vista repasó a todos los presentes y se quedó en Damon, quien pareció sentir mi mirada, puesto que levantó sus ojos a los míos. Nos quedamos haciendo contacto visual por unos segundos y esta vez tampoco negaré que había sentido una especie de corriente eléctrica por toda mi espalda en el proceso.

—Hola, Damon... —Mi voz salió más suave y temblorosa de lo habitual, y tuve que darme un bofetón mental para contener el rubor.

—Hola, Nyssa. —Solo diré que todos mis esfuerzos fueron en vano, porque en el momento en que cada sílaba de mi nombre salió de su boca, ya estaba ardiendo como un tomate.

¡Qué vergüenza, Dios!

—¿Qué le pasa a tu cara? —preguntó Danna, tocándome el rostro.

—Es por el frío, sí, es por el frío... —Solté rápidamente, intentando restarle importancia.

—Puedo buscar una bufanda para ti, está en el auto. —Sugirió Damon, con la cabeza baja, y aunque pude ver el esfuerzo en su rostro para decir esas palabras, negué.

—Estaré bien, no pasa nada. —Expresé, bajando la mirada, porque ya no quería seguir mirando esos ojos azules tan profundos.

Él era el pecado, pero yo no estaba tan segura de querer pecar.

—¿De verdad? Yo puedo... —Cada palabra que salía de su boca solo hacía que notara el hermoso acento francés que lo hacía escuchar tan sensual, y si seguía así, ya no podría contener el temblor en mis manos.

Si este hombre me arrastraba hacia el camino del pecado...

Madre mía, ¡lo seguiría gustosamente!

—Estoy bien, no hace falta. —Dije y me atreví a volver a mirarle a los ojos.

—¿Quieren ir al festival de luna llena el sábado? —preguntó Isaac, y le agradecí profundamente por la interrupción.

La Marca del Destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora