🐺
Me hundía en un mar oscuro. Todo era frío, denso, y el agua se sentía como una trampa de la que no podía escapar. Intenté moverme, patalear, gritar, pero mi voz apenas se escuchaba, atrapada bajo la superficie. El olor a sal y algo más... algo podrido... invadía mis sentidos, y sentía cómo el miedo me oprimía el pecho.
—¡Alguien... ayúdeme, por favor! —dije, o traté de decir, porque el agua sofocaba mis palabras y la desesperación me embargaba. Las lágrimas calientes rodaban por mi rostro, mezclándose con el frío del mar que me rodeaba, en una mezcla absurda de emociones.
Y de repente... todo cambió. Parpadeé y ya no estaba en el mar. Ahora, el calor era sofocante, y la realidad se torcía a mi alrededor. Estaba en medio de una hoguera, atada, con la madera crepitando bajo mis pies, y alrededor de mí... estaban ellos. Decenas, cientos, todos con el mismo odio en sus ojos, clavándome la mirada como si yo fuera la causa de todos sus males. Sus gritos llenaban el aire, cada palabra un puñal que se clavaba en lo más profundo.
—¡Maten a la bruja! ¡Quémenla! ¡No merece vivir!
Sus palabras resonaban en mi cabeza, y cada grito se convertía en una herida más profunda. Esas caras llenas de odio, ese desprecio injustificado... y poco a poco, el miedo comenzó a disiparse, consumido por una ira que jamás había sentido. Mis lágrimas ya no eran de terror; eran de furia, de un dolor acumulado durante años que ahora se derramaba como veneno en mis venas. Alcé la vista hacia el cielo, nublado y oscuro, sintiendo un fuego dentro de mí que superaba las llamas que me rodeaban.
Las llamas empezaron a subir, y el calor se volvió insoportable, pero me negué a ceder. Los gritos a mi alrededor me ensordecían, sus palabras llenas de odio se mezclaban con el crepitar de la hoguera, pero yo mantuve la cabeza en alto. Si iba a morir, lo haría sin bajar la mirada.
—¡Escúchenme! —mi voz se alzó por encima de sus gritos, firme, como si proviniera de un lugar mucho más profundo—. Yo volveré. Renaceré. Por la Diosa Luna, juro que lo haré, y cuando eso ocurra, todos se arrepentirán de lo que me han hecho a mí y a mi familia.
«Esa no era mi voz, por diosito que no, era la de alguien más».
Los observé a todos, sus ojos llenos de desprecio, de una venganza que ni siquiera comprendía. Y, con cada palabra que salía de mi boca, sentí que mi odio se convertía en algo más fuerte, algo que podía hacerles daño, algo que atravesaba su piel y tocaba su alma.
—Los maldigo a todos —proseguí, con una voz llena de una furia antigua, casi divina—. Que vivan en un tormento eterno. ¡Por el poder que me concede la Diosa Luna, juro que volveré! ¡Renaceré de estos residuos, y cuando eso pase, lo único que quedará de este mundo serán las cenizas!
Lentamente, volví a levantar la vista hacia el cielo, sintiendo cómo la rabia y el dolor me daban fuerzas que nunca supe que tenía. Una sonrisa irónica se dibujó en mis labios. Esto era solo el principio.
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La Marca del Destino ©
RomanceEsa noche fue suficiente para acabar con mi felicidad; él lo logró, había acabado con todo lo que tenía. En Greyson, nuevos habitantes llegan, atractivos a primera vista, pero escondiendo más de lo que aparentan, y ella pronto lo descubrirá. Nyssa W...