Capítulo 28 💫

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Diablillos, la maestra volvió, y voy a pasar la lista, así que digan presente:

PD: ¡Comenten, porfa! Cada comentario me ayuda muchísimo a seguir con la historia y darle vida a cada capítulo. 🖤

***

— DAMON HILL —

Estaba tirado en la cama, solo en mi habitación, cuando escuché unos golpes suaves en la puerta. Rodé los ojos. Otro toque más, insistente. Me levanté con desgana, y ahí estaba Danna, mirándome con esa sonrisa traviesa que solo saca cuando necesita algo. Su mano estaba levantada, a punto de golpear de nuevo.

—¿Qué quieres, Danna? —pregunté, apoyándome en el marco, ya cansado antes de escuchar su respuesta.

—Damon, préstame tu teléfono —me dijo, con voz melosa.

Fruncí el ceño. Mi teléfono era mío, punto. Pero ella insistió.

—Por favor...

Hice una mueca, porque mi teléfono es privado, y Danna sabe lo poco que me gusta compartir mis cosas.

—¿Y por qué no se lo pides a Donovan? —pregunté, cruzándome de brazos. Ella solía disfrutar de fastidiarlo, así que no entendía por qué estaba metiéndome a mí en esto.

—Donovan no está —dijo, alzando los hombros—. Además, tú eres... bueno, tú eres tú. Vamos, por favor.

Negué con la cabeza. Siempre he sido muy reservado con mi privacidad, y ella lo sabe. Pero Danna... ella sabe cómo jugar sus cartas. En un movimiento rápido, me abrazó y me apretó contra ella, pegando su cabeza en mi hombro, sabiendo que era mi punto débil.

—Anda, soy tu hermana pequeña —susurró, como si esa fuera la mejor excusa del mundo.

Suspiré, mirándola de reojo. Me irritaba la idea de darle mi teléfono, pero al mismo tiempo... Maldita sea, era Danna. Ella era... bueno, ella era lo más parecido a una debilidad que tenía.

No podía negarle nada a ella, no después de todas las veces que me ha apoyado, de cómo siempre sabe animarme cuando nadie más puede. A veces me daba cuenta de lo afortunado que era por tenerla, incluso aunque me volviera loco pidiendo cosas imposibles.

—¿Para qué lo necesitas? —pregunté, aún resistiéndome, aunque sabía que ya había perdido.

—Es para llamar a Nyssa —me soltó, bajando la voz. Noté una sombra en su mirada, algo más serio—. Le marqué cinco veces y no contesta. Y ahora... parece que apagó el teléfono. Damon, no es normal en ella.

Al escuchar el nombre de Nyssa, sentí un nudo en el pecho. Algo entre preocupación y frustración. ¿Por qué tenía que preocuparme yo también? Apreté la mandíbula. Esa pelirroja tenía una habilidad especial para entrar en mi cabeza y hacer que me preocupara por ella, aunque no quisiera.

La Marca del Destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora