Prólogo

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Once años atrás...

En una noche tranquila, bañada por la suave luz de la luna, una niña de cabello rojizo correteaba por el jardín, sus risas resonaban entre las flores mientras el viento jugaba con sus dos colitas de peinado. Sus mejillas regordetas, adornadas con un leve matiz rosado, resaltaban su dulzura, y sus ojos hazel, heredados de su padre, brillaban con curiosidad y asombro, reflejando una ternura única.

—¡Mamá, mira lo rápido que puedo correr! —exclamaba la niña mientras daba vueltas alrededor de su madre, quien la observaba con cariño desde el porche de la casa.

—¡Eres como un rayo de luz, mi pequeña! —respondió la madre con una sonrisa tierna—. Pero ya es hora de ir a dormir, mañana tienes que levantarte temprano para ir a la escuela.

La niña aceptó con un puchero, pero sabía que no podía discutir con su madre. Con resignación, se dirigió hacia su habitación, arrastrando los pies en un intento por prolongar la diversión lo máximo posible.

—Mamá, ¿me cuentas un cuento antes de dormir? —solicitó la pequeña con ojitos brillantes de expectación.

La madre, con un suspiro de ternura, acarició el cabello de su hija y asintió con una sonrisa.

—Por supuesto, cariño. ¿Qué historia te gustaría escuchar esta noche?

La niña pensaba por un momento, antes de exclamar con entusiasmo:

—¡Quiero escuchar una historia sobre los cambiaformas, mamá! ¡Esos seres mágicos que pueden convertirse en animales!

La madre sonrió ante la elección de su hija y después de pensar en la mejor historia, comenzó a relatar:

—En lo profundo del bosque, bajo el manto estrellado del cielo nocturno, un lobo solitario aullaba sus anhelos al resplandor plateado de la luna. Su pelaje marrón, claro y oscuro brillaba con la luz de la noche mientras sus ojos ambarinos, llenos de deseo y esperanza, se elevaban hacia el firmamento. Durante incontables noches, había implorado a la Diosa Luna que le concediera un deseo imposible: transformarse en humano para estar junto a la única persona que había despertado su corazón.

»La Diosa Luna, testigo de su devoción, escuchó sus ruegos. Sin embargo, en su sabiduría milenaria, sabía que el amor verdadero debía ser puro y leal. Así, en lugar de conceder directamente el deseo del lobo, propuso un trato: si podía encontrar y cultivar un amor tan profundo como la luna misma, entonces le permitiría a él y a todos los lobos ser cambiaformas.

»El lobo aceptó el desafío sin vacilar. Y así, bajo el fulgor de la luna llena, se transformó en un hombre de aspecto salvaje pero de alma noble. Con paso decidido, el hombre recorrió senderos sombríos y arroyos hasta que, al fin, encontró a la joven de cabello tan rojo como el otoño y ojos radiantes. Sus primeros pasos como hombre estaban decididos hacia la persona que había robado su corazón en su forma lobuna: la joven que lo había rescatado de las fauces de la muerte en el bosque.

»El amor floreció entre ellos como las flores en primavera. Sin embargo, su felicidad se vio ensombrecida por el destino.

Mientras escuchaba la historia de los cambiaformas, la niña sintió una extraña conexión con cada palabra. Un escalofrío recorrió su pequeña espalda cuando la trama se desarrollaba, como si de alguna manera estuviera siendo arrastrada hacia el corazón de la narrativa.

»El día en que el hombre, ahora humano, debía marcar a la joven como su esposa para cumplir con el trato con la Diosa Luna, un giro inesperado del destino los separó. La joven, presa del miedo y la influencia de su familia, rechazó su amor sin siquiera pensarlo o luchar por él, dejando al hombre desolado y desamparado.

»Herido en lo más profundo de su ser, el hombre se vio consumido por la desesperación. Sin encontrar consuelo ni esperanza, decidió ponerle fin a su vida, creyendo que la muerte sería el único refugio para su dolor.

Una chispa de reconocimiento brilló en los ojos de la pequeña, y en su corazón, la esperanza floreció. En ese instante, supo que esta historia era más que ficción; era un reflejo de su propio destino, y ella, la protagonista de su propio cuento de hadas.

»La Diosa Luna, testigo de la injusticia y el sufrimiento del hombre que había amado con tanta devoción, decidió intervenir. En un acto de misericordia y justicia, maldijo a la joven con una marca imborrable: que tu corazón sea eternamente testigo de la ausencia del amor que despreciaste, que tu alma se vea condenada a vagar en la sombra de la soledad, renaciendo una y otra vez en un ciclo sin fin, hasta que encuentres redención en el amor que rechazaste.

»Pero el destino, en su inescrutable designio, tenía otros planes. Se dice que el destino de las parejas no está completamente separado y que así como la historia de luna y el sol, se volverían a ver para formar un maravilloso eclipse. ¿Podrán encontrar el camino hacia el amor verdadero y romper el hechizo que los separa?

La habilidad de su madre para contar cuentos era excepcional, transmitiendo cada emoción y detalle con una maestría que dejaba a la niña completamente cautivada. Cada palabra era como una ventana a un mundo de magia y emoción, haciendo que la historia cobrara vida ante sus ojos de una manera única y maravillosa.

Al terminar de narrar la historia, la madre notó las pequeñas lágrimas que rodaban por el hermoso rostro de su hija. Con ternura, extendió la mano y suavemente limpió las lágrimas, como si quisiera borrar cualquier rastro de tristeza y reemplazarlo con una sonrisa.

La madre acarició suavemente la mejilla de su hija y le preguntó con preocupación:

—¿Qué sucede, mi amor? ¿Te ha gustado la historia? —la niña asintió tímidamente y respondió con voz suave:

—Sí, mamá. Me encantó, pero... me hizo sentir un poco triste también.

La madre le secó las lágrimas con el dorso de la mano y le explicó con dulzura:

—Entiendo, mi amor. Algunas historias nos hacen sentir así. Pero recuerda, incluso en las partes tristes, siempre hay esperanza y amor. Y si alguna vez te sientes triste o asustada, siempre puedes venir a hablar conmigo. ¿De acuerdo? —la niña asintió con una sonrisa, sintiéndose reconfortada por las palabras de su madre.

—Gracias, mamá. Te quiero mucho.

La madre la abrazó con ternura y respondió:

—Y yo a ti, mi pequeña. Ahora, es hora de dormir y soñar con aventuras aún más emocionantes. Mañana será un nuevo día lleno de posibilidades.

Juntas, madre e hija se quedaron dormidas, envueltas en el cálido abrazo del amor familiar y la promesa de un futuro brillante por delante.

Bienvenidos/as a La Marca del Destino.

Este es el prólogo. Estoy super emocionada de poder compartir esta historia con ustedes. Siempre había tenido la ilusión de crear una novela de fantasía junto a otros géneros, pero no sabia como hacerlo, por lo que comencé a investigar e investigar, borradores tras borradores, para poder traerles algo emocionante. Y así más o menos fue como salió esta joya. Espero les guste.

Nos vemos pronto. Cuídense.

—Erika M.

La Marca del Destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora