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El vestido que escogí se acentúa a la perfección con el tono de mi piel, es un color borgoña con un escote que culmina un poco antes de mi ombligo y tiene una caída, abierta de un lado, hasta los tobillos. Según la chica de la tienda no haré un espectáculo, el vestido el suficientemente ajustado para que mis pechos estén en su lugar, firmes y erizados. Tengo que presumir, la única curva que sobresale es la prominencia de mi trasero y lo delgado de mi cintura.

No fui bendecida con busto grande, pero no me quejo de ello y agradezco que al menos mis padres no me hicieron plana, tuvieron muchas ganas cuando estaban pecando para tener un hijo. Deslizo el labial por mis labios, no son finos ni tampoco muy gruesos, tienen un relleno perfecto para mi rostro y mi nariz grande pero recta.

No tengo la cara de alguien aniñado, no parezco de veinticuatro y más de uno me ha insultado con decirme que parezco de treinta. Mi cabello rubio ceniza, mis ojos azules casi índigo y mis cejas levemente pobladas, pero bien marcadas. Soy hermosa.

Esta vez decidí arreglar mi cabello con una larga trenza cocida, me queda fatal y de infarto, Lisbeth se arrepentirá... no pienso vengarme, solo quiero que me note. Se que ella no se pierde ni un solo evento donde tenga alcohol gratis... ¡Dios quisiera poder publicar sobre ella!

Tomo mi pequeña cartera donde solo entra mi teléfono y deslizo la tirilla por mi hombro. En la sala, cocina, comedor, está mi madre bebiendo un café y mirando algo en su pantalla... Martina Ramos está analizando estadísticas y la escucho murmurar cosas que no entiendo.

—¿Cómo estoy? —pregunto apareciendo ante su campo visual, mi madre gira levemente su rostro y me da una mirada de arriba hacia abajo.

Olvide mencionar que llevo unos tacones demasiados caros que costeo la tarjeta de mi madre, son rojos también y muy altos.

—Hermosa —susurra Martina, le doy una mirada de inmediato y le sonrió con timidez. A mamá no parece importarle lo que ha dicho su empleada.

—Estás muy linda, Luna, ¿Dónde vas? —me mira por encima de sus lentes, aquellos descansan sobre el puente de su nariz y sigue mirando mi cuerpo.

—Fui invitada a Prisco —eleva sus cejas con sorpresa, y clava de inmediato sus ojos sobre Martina, como si ella tendría que informarle sobre algo... pero no a ella, a mí.

—Irá Lisbeth McClant y después de lo que paso hace un año, ¿crees conveniente asistir? —pregunta con una formalidad que me pone de rodillas, si no estaría mi madre, no dudaría en quitarme el vestido y que me coja en cada puto lugar de la casa.

—Pasó hace mucho tiempo, no se acordará que amenazó de muerte y mando a secuestrar a una joven, ya ni debe saber como me llamo —comento sin importancia y me acerco a la caja de cigarrillos de mi madre, me tomo el atrevimiento de robárselos... los guardo en la pequeña cartera.

—¿Te vas a cuidar? —asentí

—Estaré con Luciana y Lizardo, no pasará nada de otro mundo —suspira cansada y se quita los lentes, me mira como si quisiera entender que hay en mi mente. Le da una mirada a Martina y la mujer entiende que tiene que salir del salón, toma su teléfono, marca un numero... la observo salir al balcón, ni sin antes cerrar la puerta. —¿vas a obligarme a quedarme aquí?

—No, eres grande sabes lo que haces —se levanta de su silla y camina hacia las copas, saca una y luego se decide la etiqueta del vino que tomará esta noche. —¿Dejaste a las Wittenveng en paz?

—Si —miento, es claro que no vio el programa de ayer y no le informaron como use la ironía como juego.

"Estamos abajo" mensaje de Luciana.

INFLUENCIA;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora