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Me quedo como una tonta enamorada contra el auto, mi teléfono suena y lo tomo sin mirar la pantalla. En cuanto atiendo, habla.

—Ya lo pensé, almorcemos ahora en tu departamento. —Cuelga.

Ximena Wittenveng vas a matarme.

Me subo a mi auto y gracias al poco trafico ya estoy en la puerta de mi edificio. Su Fluence está estacionado perfectamente, ella espera recargada sobre la pared del edificio vecino y sus ojos no se pierden un segundo, me busca en cada auto, pero no he notado que estoy al otro lado de la calle. Hasta que bajo y me mira.

Aferro la tira de mi bolso a mí, cierro la puerta y me encamino hacia ella, sus ojos me siguen cada movimiento.

—¿Esos son mis pantalones? —pregunta cuando detiene sus ojos en mis nuevos jeans.

—Me queda mejor que a ti —presumo y sonríe ampliamente, deslizo mi tarjeta por la puerta de cristal, la mantengo abierta para que pase. Se ha quitado el saco. Es la primera vez que veo su trasero, no me juzguen, tiene un cuerpo para derretirse aquí mismo y no por el calor del sol. Se gira de pronto.

—¿Algo que te guste? —pregunta, acabo de ser atrapada con los ojos en la masa.

—Todo —deja de verme, pero estoy super segura que esta sonriendo y eso me causa una sonrisa boba, finalmente libero la puerta y dejo que cierre sola. Le sigo hasta el ascensor, conoce el camino tan bien, casi como si viviera aquí conmigo y no allá... ¿Dónde vivirá? —¿pido comida? —pregunto una vez abiertas las puertas del elevador, me da una suave mirada y aprieta el botón catorce una vez dentro las dos.

—¿No vas a cocinarme después de que no me llamarás por una semana? —pregunta ofendida

—Yo no cocino

—¿De que vives?

—De comida rápida —cierra sus ojos y niega

—¿Cómo haces para tener ese cuerpo?

—Tengo buen metabolismo —me da una mirada y suspira, las puertas se abren, nos detenemos en un piso que no es el nuestro y una joven se queda mirándonos.

—¿Suben o bajan? —pregunta

—Subimos —contestamos al unisonó y asiente suavemente, nos mira a ambas como si nos conociera... bueno, es probable. Ximena aprieta el botón de nuevo, las puertas se cierran y volvemos a subir.

—Entonces hoy me cocinaras —asume

—¿No escuchas cuando te hablo? —pregunto mirándola —no se cocinar, puedo intentarlo, pero te asesinare —suelta una suave risa y niega.

Ximena Wittenveng es hermosa, cuando sonríe, cuando se arrugan sus expresiones y deja de estar tan seria, se hacen unos hoyuelos en sus mejillas. Sus manos se deslizan por mi espalda, me empuja para que camine, las puertas ya se han abierto y estamos en el pasillo de mi piso. Respiro profundamente, busco las llaves en mi bolso y abro, la mano me tiembla.

¿Por qué estoy tan nerviosa? La puerta se abre le dejo un espacio para que pase, pero esta vez me trago las ganas de mirar su cuerpo y me encargo de cerrar con una vuelta de llave.

—No imaginaba esto tan... —dejo mi bolso encima del desayunador —lindo —susurra tocando con la yema de sus dedos un cuadro en la pared.

—¿Pensabas que vivía en un chiquero? —bromeo

—Si —clavo mis ojos de inmediato en su rostro, la mujer aprieta los labios e intenta contener la risa, no me mira, se hace la tonta y pasea con sus ojos por todo el salón. —Bueno imagine que había una computadora gamer, latas de cerveza, ropa sucia por todos lados

INFLUENCIA;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora