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Almorzamos una especie de sándwich que lleva tomate, queso, pan de miga y no estoy segura que otra cosa me dijo la ama de llaves, pero a Ximena le encanta porque se comió dos y la mitad del mío. Me dio un paseo por todo su patio trasero, es inmenso y tienen una piscina que no ocupa ninguna de sus hermanas, está vacía. Hay flores, un jardín inmenso y con todo tipo de macetas.

Pero hay lugares de la casa que no me enseño y parece que no lo hará, por ejemplo, la oficina de su padre, la de su madre... su hogar es gigante y solo vi el salón, su habitación, el comedor, la cocina y el exterior. Si su plan era traerme aquí para que formemos vinculo sexual, no me parece, está bien, si, entiendo que mi pasado delate mis acciones y que... ¿Qué quiere de mi exactamente?

Una pregunta que no haré.

Será un enigma.

—Y aquí asesine a mi esposo... —señala una parte del suelo, la miro confundida —no me prestas atención —golpea mi hombro —te estoy diciendo que las plantas son de Renata

—Perdón, pensaba en otra cosa —sobo la parte donde me golpeo, suspira pesadamente y mira las flores —así que Renata —me gano otro golpe —¡Pero no dije nada! —exclamo entre risas

—¡Se lo que piensas Rodrigo! —acusa —¿ella te gusta? —niego

—Me gustas tu

—Es parecida a mi —niego

—Es completamente diferente, ella es agradable —esquivo un golpe, pero no del otro brazo —¡Auch! Ximena —suplico —tendré hematomas luego.

—Deja de hablar de mi hermana entonces —besa mi mejilla, alguien carraspea su garganta, nos giramos y a Ximena se le apaga todo la alegría. No se quien es, su rostro se parece mucho a Maximiliana Wittenveng, con unos años de más y cinco botellas de vino todos los días. La mano de mi novia se interpone en el espacio y mi vientre, me empuja levemente hacia atrás.

Se miran con intensidad, se odian y se nota en las facciones de su rostro, Ximena respira profundamente, la mujer aprieta sus puños. Trato de darle apoyo acariciando su espalda...

—¿Ximena? —pregunto

—Vámonos, tenemos un viaje largo —entrelaza nuestras manos, camino con ella delante pero no puedo dejar de ver a la mujer que está a un costado, con la cadera ladeada y de brazos cruzados.

—¿Puedes ser más cordial y saludar? —la voz de la mujer me produce un escalofrío, sus ojos siguen clavados en el rostro de Ximena y por su enojo debo intuir que no se llevan para nada bien. Mi mujer la ignora por completo. —Un gusto señorita Rodrigo —ahora si me está mirando, me voy a desmayar, le regalo una sonrisa tímida y mis dedos crucen cuando Ximena me aprieta con más fuerza.

—¡No le hables! —le grita a la mujer, su enojo es falta, pero esa señora no se inmuta ni un poco, no hay una expresión de miedo y lo único que observa es como está haciéndome crujir los dedos. Aprieto mis labios. —¡No tienes permitido hablarle!

—Cariño, la vas a romper —su voz sigue siendo suave, gélida y el agarre se afloja de inmediato, noto mis ojos azules favoritos inyectarse en mi rostro.

—Lo siento.

El arrepentimiento inmediato que invaden sus ojos es como si le consumiera un estado nebuloso mental, no se como explicarlo, pero he visto esos ojos en el rostro de mi papá el día que le tubo que decir con un fuerte dolor en el pecho a mi mamá que quería el divorcio y que se sentía totalmente insuficiente para llegarla alcanzar. Esto es completamente diferente, pero la mirada es igual y el miedo en ellos es como si me hubiera arrancando un brazo sin querer.

INFLUENCIA;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora