XXI

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—Lyra... —Lina observa a Loud, quien le entregó el estuche con el bajo. La albina se secó las lágrimas, agarrándolo y agradeciendo con un pequeño asentimiento de cabeza.

— Me hiciste esperar por mucho tiempo... —No podían cruzar miradas, Lina no tenía el valor de levantarla del suelo, mientras que Lyra simplemente la miraba algo seria.— Me sentí una idiota ahí sola... —Las lágrimas nuevamente empezaron a deslizarse por la mejilla de Lina.— ¿Por qué lloras?

— ¿Eh? —Unas suaves manos tocaron su barbilla haciéndola mirar hacia arriba, cruzando miradas. El brillo de la luna se refleja en los ojos celestes de Lina, mientras que los ojos de Lyra parecían brillar por sí solos.— ¿No estás enfadada? —Esa pregunta hizo que Lyra diera un suspiro, sentándose al lado de la albina.

— Sí, si lo estoy. Pero no lo estoy contigo, lo estoy conmigo misma. —Sin entender a lo que se referí Lyra, Lina la miró extrañada.— Lo estoy por haber aceptado esta cita. No malinterpretes, me caes muy bien y me pareces muy guapa, pero apenas nos conocemos. Quizás debamos ir un poco más despacio, ¿no crees? —La mirada de Lina fue hacia el blanco suelo repleto de nueve, poniendo una pequeña sonrisa y riendo levemente al haberse dado cuenta que todo lo que estaba diciendo la contraria era real, no conocía nada de ella, ni sus gustos musicales ni sus pasatiempos ni nada.

— Tienes razón... ni si quiera se tu apellido. —Lyra correspondió la sonrisa con una algo cálida, mientras miraba al cielo apoyando sus manos en el banco. Lina hizo lo mismo, dudando en si poner su mano sobre la de Lyra, decidiendo que era mejor esperar a un momento más indicado, dejándola al lado.

— ¿Qué te parece si empezamos de nuevo? —Está propuesta hizo que la albina asintiera, por lo que Lyra la miró a los ojos, acercando su mano para estrecharla con la de Lina.— Entonces, un gusto en conocerte, me llamo Lyra, Lyra Loud. —El corazón de Lina latía con rapidez, estaba totalmente perdida en la belleza de Lyra, aunque rápidamente aclaró sus pensamientos, correspondiendo a Lyra.

— Un gusto Lyra, yo soy Lina, Lina Sharp.

Al día siguiente
Diez días para navidad

Lynn Loud Jr. había tomado la decisión de quedarse a dormir en Royal Woods y al día siguiente aclarar algunas cosas con su hija. El brillante sol comenzó a salir por el horizonte, mientras que la susodicha Lynn salía de la casa, estirando su cuerpo, calentando para salir a dar un pequeño trote matutino, sintiendo cierta nostalgia de volver a hacer el recorrido que hacía durante su infancia. Una vez finalizados los estiramientos, agarró su teléfono añorará buscar algo de música, aunque esa acción fue interrumpida al escuchar la puerta de la casa abrirse. Con curiosidad giró su cabeza, encontrando a su hija, Lacy Loud, con una cinta envuelta en su frente y con ropa adecuada para salir a correr, al igual que Lynn.

— Buenos días, campeona. —Con una sonrisa, Lynn se agachó para estar a la altura de su hija, quien la miraba algo entristecida.— ¿Todo bien? —Lacy asintió, sin muchas ganas de hablar, y menos con su madre. En los ojos de Lynn se podía diferenciar una preocupación bastante grande, aunque no sabía muy bien cómo afrontar la situación. La niña, al ver que su madre no le decía nada, dio un suspiro, pasando al lado de ella para comenzar a hacer un trote suave. Lynn, por su parte, negó con la cabeza, levantándose y comenzando a seguir a su hija, alcanzándola en pocos segundos y adaptando su trote al de la pequeña.— Sabes que puedes hablar conmigo para lo que sea ¿no?

—Ya... —En la mente de Lacy estaban habiendo demasiados pensamientos en relación a la aparición de su madre precisamente ese día. El trote de Lacy comenzó a acelerarse, buscando alejarse hasta cierto punto de su madre.

— .... —Al ver como su propia hija se alejaba de ella pudo sentir una punzada en su corazón, deteniéndose lentamente de su trote, observando como se iba alejando cada vez más y más de ella hasta perderla en el horizonte.— Qué te ha pasado... —La cabeza de Lynn no dejaba de reproducir recuerdos en los que disfrutaba de pasar tiempo con su hija, antes nunca salía a trotar si esa pequeña a su lado. Esos recuerdos fueron sustituidos por la escena de su hija alejándose lentamente, para posteriormente plasmar el recuerdo de ver el cuadro de su hija y sobrinos junto a aquel hombre.— Que le has hecho... Lincoln. —Sus puños se cerraron con algo de fuerza, aunque rápidamente quitó esos pensamientos de la cabeza, agarrándose la frente para sentir como estaba bastante caliente.— Mierda... —La fiebre estaba comenzando a subir, no debería haber salido de la cama sin haberse asegurado que estaba totalmente sana.

Los Hijos De Un PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora