XXII

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— Lacy... —Con una expresión de impacto y sorpresa mezclada con cansancio y desgaste físico y mental, Lynn Jr. miraba a su hija después de haber escuchado aquellas palabras de desahogo que Lacy parecía llevar tiempo aguantándose para ella misma.

— Mamá... lo siento... no debería haber dicho eso... —Oír el tono de voz de la menor, hizo que algo en Lynn Jr. se rompiera. Hacía años que no sentía ese sentimiento, un sentimiento de decepción y desprecio. Sus puños se cerraron con fuerza mientras apretaba sus diente, para posteriormente sorprender a su vieja amiga Margo y a su hija Lacy con un suspiro.— ¿Eh?

— Lo siento... —Lynn hizo todo lo posible para sentarse en el sofá, pero su cuerpo estaba tan debilitado por la enfermedad y la exposición a la fría nieve que fue imposible.— No sabía que pensases eso... —En Lacy se generó una extraña sensación tan fuerte que la hizo no poder decir una sola palabra.— T-tú n-no, t-tu nunca me has decepcionado. E-eres mi hija, Lacy. El que dejase el deporte... no fue porque estuvieras tú Lacy. —La ex deportista profesional se acercó a su hija, tomándola de los hombros y mirándola con unas lágrimas.— Nunca... Nunca pienses que fuiste una decepción o algo por el estilo. Lacy... tú eres mi orgullo. Lo único que puedo sentir cuando te veo es... es orgullo. —A cada palabra que iba saliendo de la voz de Lynn, los ojos de la hija se iban cristalizando por momentos.

Sin saber qué hacer, Lacy saltó encima de su madre, abrazándola con fuerza mientras lloraba desconsoladamente en su hombro, Lynn Jr. tampoco sabía qué hacer a ciencia cierta, pero su instituto maternal simplemente le decía que la abrazase, la abrazase tan fuerte como pudiera. Margo, quien se había quedado al margen solo puso una sonrisa mientras sacaba su teléfono e inmortalizaba ese momento con una fotografía. También puso el número telefónico de la señora Loud, para informar de la presencia del dúo deportista en su casa.

En Tokio, Japón

En la sala de espera del hospital general, Lincoln se encontraba con el teléfono pegado a su oreja mientras le temblaba la pierna derecha, sintiéndose algo abrumado y nervioso esperando a que le cogieran la llamada. Finalmente algo se escuchó, siendo el contestador automático haciendo que suspire con pesadez. Colgó la llamada y habitó la aplicación de mensajes, comenzando a escribirle al contacto lo que quería decirle por llamada. Estuvo escribiendo un buen rato hasta que finalmente lo terminó, volviéndolo a leer por si se había explicado bien.

— "Tabby, aún estás en el avión pero tengo que decirte algo. Ayer Loan despertó y cuando quise hablar con ella, solté demasiada información que no pudo procesar y volvió a desmayarse. Hace pocos minutos volvió a despertar, pero... ya no recuerda nada. Le han diagnosticado con amnesia disociativa, dicen que puede ser por el golpe en la nuca o el estrés de despertar en un lugar poco conocido. Como su familiar más cercano soy yo, me han dado la custodia provisional. Cuando puedas, llámame." —Una vez releído todo el mensaje, Lincoln le dio a enviar, confirmando que el teléfono de Tabby no estaba en línea al no llegarle el mensaje. Una vez hecho esto dejo salir un suspiro, dándose cuenta que aún no había ni si quiera habiendo el mensaje que le había mandado su Luan ayer. No tenía ganas, pero probablemente sea el único momento "libre" que tendría en mucho tiempo, pues aún estaba pendiente el tener que ir a buscar a su hija perdida en Rusia. Sin querer hacerlo, Lincoln llamó a Luan, esperando a que le cogiera la llamada. Tras unos segundos comunicando, la voz de Luan se escuchó del otro lado, una voz que pensaba no tener que escuchar nunca más.

— ¿Lincoln? ¿Eres tú? —La pregunta hizo que Lincoln respondiera con un frio "si", esperando al porque necesitaba hablar.— Jejejeje, si me alegro de escucharte también... Bueno yo... quería hablarte sobre... Bueno sobre Liby. —Esto sí que hizo que Lincoln se preocupara un poco más por la situación pues no sabía absolutamente nada de Liby desde hace años, pues Luan había decidido marcharse a vivir a Roma tan pronto como su situación económica se lo permitió, claro junto a Liby.

— ¿Qué le pasa?

— Veras, el trabajo de humorista, digamos que no esta en su mejor momento... y se acercan las Navidades... —Un suspiro se hizo presente en Luan, quien estaba realmente deprimida.— Voy a ir directa... no creo que pueda mantener a Liby y a mí con lo que gano al mes. He estado buscando trabajos y me han contratado a media jornada en un restaurante como friegaplatos y en una tienda como dependienta. Casi no tengo tiempo y encima el dinero se va casi todo en el alquiler y en deudas... no quiero que Liby viva otras Navidades sin regalo... o sin que pueda disfrutar de la comida... sé que me odias, pero necesito al padre de Liby. —El silencio invadió por completo a Lincoln, quien dio un suspiro mientras se replanteaba que iba a hacer.

El plan de Lincoln había cambiado más de tres veces a medida que pasaba el tiempo. Primero iba a ir a Japón por dos para volver con su hija, pero de repente apareció una hija perdida y debía ir a buscarla por obligación; y ahora, Luan le había confirmado que no podía mantener a Liby con tantos trabajos y tan poco dinero. Sabiendo que tendría que cambiar por completo su plan, Lincoln se levantó de la sala de espera y fue a una de las terrazas mientras contestaba a su hermana.

— Estaré en el aeropuerto de Roma lo antes posible... por lo menos hasta la semana que viene. —Sabiendo que estaba en Sábado, hasta posiblemente el siguiente no podría ir a Roma, teniendo que pasar antes por Rusia. Del otro lado de la llamada Luan precio suspirar de alivio.— Y a todo esto, mándame un mensaje con tu cuenta. Te presto 200 dólares. Úsalos para Liby. —Advirtió mientras se frotaba la frente mientras intentaba priorizar a sus hijas frente a sus intereses o demás factores.

— Muchas gracias... Linky. —Lincoln simplemente colgó la llamada, observando un mensaje de su madre preguntando cómo estaba todo.

— Madre mía... —Lincoln negó con la cabeza mientras guardaba su teléfono, suspirando y mirando el cielo con algo de pesadez.

Puso una pequeña sonrisa y riendo suavemente, dándose la vuelta y camino hasta entrar en el hospital nuevamente, buscando la habitación de su hija. Al llegar a la puerta y abrirla, se encontró a Loan sentada mientras observa por el ventanal que había a su lado. Debido al sonido de la puerta hizo que la rubia se girase para ver a ese hombre albino, quien estaba extrañado al no percibir ningún movimiento en Loan, ya no temblaba ni se notaba estresada o confundida, únicamente algo confusa.

— ¿Usted es mi tío?

Continuará

Los Hijos De Un PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora