XVI

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Hace 3 días

En las congeladas calles de Moscú, Rusia, Laika abría la puerta del gimnasio de su barrio, pudiendo sentir la gran diferencia de temperatura del interior al exterior. Tras suspirar levemente guardó sus manos en los bolsillos y puso su pie en la fina capa de nieve que se iba generando a medida que las horas del día transcurrían. La adolescente de 17 años no estaba pasando su mejor momento e intentaba sobrellevar esta mala racha haciendo ejercicio en el gimnasio o yéndose con sus amigos del trabajo a beber en los bares hasta caer al suelo de lo borracha que se quedaba. 
Desde que su madre enfermo gravemente ha tenido que buscar la manera de poder mantenerla en el hospital y poder sobrevivir ella misma a las frías noches. Gracias a varios contactos consiguió un empleo a tiempo completo en una empresa mecánica, por obvias razones trabajaba en negro y en situación de explotación infantil, pero eso era lo único que tenía y la razón por la que su madre aún seguía con vida...

— ... —Sin mirar al frente, Laika pudo sentir una leve vibración en el bolsillo de su pantalón. Con notable molestia por sacar sus templadas manos del cálido bolsillo de su chaqueta, agarró el teléfono, pudiendo ver algo que la hizo sentir un nudo en el estomago.— Дерьмо —Trago saliva tras leer el contacto "Medico". Su dedo se deslizó por la pantalla táctil, poniendose el teléfono en su oído.— Сказать? —Un suspiro se escuchó del otro lado, haciendo que el nudo del estomago de Laika se hiciera más grande, sintiendo que se estaba ahogado de la presión que estaba sintiendo.

— Laika... ella... se ha ido. —Esas palabras eran la pesadilla que atormentaba a Laika cada noche. Sus labios tiemblan mientras su mano aprieta con fuerza el teléfono. Las lagrimas lentamente fueron deslizándose por sus mejillas. De un momento para el otro, Laika dejó caer su teléfono en el suelo, comenzando a correr en dirección al hospital privado de Moscú, donde tenían a su madre ingresada. 

La institución estaba a más de 2 horas a pie, pero no le importaba. Su teléfono quedo sepultado entre la fina capa de nieve que iba incrementando su volumen, pero no le importaba. Los labios se le cortaban por culpa del frio viento, pero no le importaba. Había días en los que no podía comer nada, pero no le importaba. La vida no paraba de darle golpe tras golpe, decepción tras decepción y nunca le importo porque no podía parecer débil en este mundo que quería verla caer y por ella, por su madre, siempre se levanta. Y ahora, ahora ya no le queda nada. 

Las horas pasaron y la puerta del hospital se abrió de golpe, Laika estaba en la puerta con los labios morados, claramente dañados por el frio del exterior. Su respiración estaba demasiado agitada, casi parecía que se iba a desmayar del cansancio, nada más salir de su sesión de entrenamiento en el gimnasio había tenido que correr en el menor tiempo posible un trayecto de 2 horas sobre una capa de nueve que cada vez se hacía más gruesa. 

— Где? —Hace menos de 4 meses que la joven rusa había comenzado a practicar el idioma a raíz de relacionarse con sus "amigos" de bar.. Nunca había tenido la necesidad de aprenderlo al haberse criado en Bélgica. Todos los presentes dentro del hospital miraron de forma extraña a la pelirroja, quien parecía ser un demonio con esa mirada roja de haber estado llorando.

— ВОЗ? —La mirada confusa de la recepcionista del hospital no era la única en la sala. Todos la miraban, era el centro de atención.

— ¡Becky! ¡Becky Smirnova! —Al decir ese nombre, la recepcionista abrió los ojos. Hacia poco que le habían notificado la defunción de un paciente con ese nombre. Con un nudo en la garganta la recepcionista le comentó la nueva habitación en la que se encontraba la difunta. Nada más tener la información, Laika salió corriendo hacia ese lugar, llorando mientras avanza por los pasillos hasta llegar a esa habitación, habitación en la que se encontraban varias personas enfrente de la puerta. Sus ojos pudieron reconocer al doctor con el que estrecho una pequeña relación durante estos meses que su madre estuvo hospitalizada, a su lado un forense y una mujer que había visto alguna otra vez, una amiga de su madre.

— Laika... —Al doctor la miró con tristeza, bajando la cabeza poco después dando a entender que no era una broma o un malentendido. En ese momento las piernas de Laika cedieron... después de tanto tiempo aguantando de todo, finalmente terminó cediendo. Sus lagrimas se deslizaban con desesperación por sus mejillas, dando golpes en el suelo de la pura frustración. Su gorro tan preciado cayo al suelo, dejando ver un cabello totalmente despeinado y poco cuidado.

— Por qué, por qué, por qué... por qué me has dejado... —Los tres presentes no pudieron hacer nada, era algo que había pasado y no era culpa de nadie. Becky Smirnova sufría de un grave caso de Fibrosis quística, pudo batallar durante muchos meses, mas de la esperanza que le daban los doctores, aún con eso, perdió la batalla a una edad de 36 años... tenia toda una vida por delante para disfrutar con su hija. 


En la actualidad


Han pasado 3 días desde la defunción de Becky, Laika había sido despedida de su trabajo, más bien dicho la obligaron a dejarlo. La casa donde vivía con su madre había sido expropiada para pagar los gastos del entierro digno que se merecía su madre. Más pronto que tarde termino viviendo el orfanato de la ciudad, estando a cargo de una de las jefas de UNICEF Moscú, una vieja amiga de Becky. Con todos sus esfuerzos consiguió el contacto de la persona a la que Laika más detestaba, su padre. En sus 17 años de vida no le vio un pelo, nunca llamo y nunca se preocupo el bienestar de ella ni de su madre  enferma. 

— ¿Es necesario? —Con unos ojos casi sin vida, Laika estaba enfrente de la jefa de la organización, la cual tenia el teléfono en la mano marcando el numero de Lincoln Loud.— En dos meses cumplo los 18... podría buscarme la vida hasta entonces.... 

— Laika... —La jefa dejó el teléfono al no recibir respuesta, sus manos fueron hacia las de la joven rusa agarrándolas y apretándolas con algo de fuerza, fuerza realizada por la importancia que sentía la mujer.— Becky era mi mejor amiga, casi mi hermana. Se lo que os ha hecho ese hombre, pero sus ultimas palabras decían que lo llamáramos, que no era la persona que creíamos. —Pequeñas lagrimas se deslizaron por las mejillas de la mujer al recordar aquel momento tan angustioso al presenciar la partida de su hermana de otra madre.— No quiero obligarte a hacer algo que no quieras, es tu decisión. —En ese momento el teléfono comenzó a sonar, el número que aparecía en pantalla era el número de Lincoln.

— ... —Laika oculto sus ojos debajo de su flequillo rojo, su mente procesaba todo lo que estaba ocurriendo mientras su corazón se encogía al conocer las ultimas palabras de su madre, su ultima voluntad era que ella conociera a su padre, ¿por qué? ¿por qué quería que conociera alguien que no se molesto nunca en conocerla a ella?— Ha-hazlo... —Se podía notar la voz quebrada mientras una lagrima caía al suelo, dándose la vuelta y marchándose del lugar, marchándose para poder llorar en silencio y que nadie la viera en ese estado. Intentando calmarse, la jefa del lugar se secó las lagrimas, aclarándose la garganta y contestando a la llamada.

— Buenos días, ¿hablo con Lincoln Loud?

Continuará 

Los Hijos De Un PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora