Capítulo 3

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Como si la luz de la aurora le hubiese golpeado los ojos, Dalia los abrió abruptamente desubicada por unos cortos segundos. Como siempre tratando de defenderse se sentó de golpe esbozando una mueca de inmediato al ser consciente de todos y cada uno de sus adoloridos músculos. Musitó un gemido y con la concentración que un animal usa para acechar a su presa se dispuso a mirar todo su alrededor y suspiró, recordando las escenas del día anterior sin poder creerlo. Estaba a salvo. Había huido.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral recordando la última conversación que había tenido con Ronny. Estaba segura de una cosa. Si la encontraba, iba a matarla.

Volvió a acostarse en esa enorme y cómoda cama lentamente. Después de todo lo que había sucedido la tarde del día anterior, se había puesto un pantalón de algodón gris muy cómodo y suave y una camisa de manga larga color rosa pastel y aunque sentía muchísima vergüenza por haberse desnudado delante un desconocido no había tenido demasiado tiempo para procesarlo porque su cuerpo había ganado y ella se había dormido. No había tenido un descanso reparador pero sin duda era más de lo que podía pedir.

Una oleada de pensamientos catastróficos amenazaron con llenar su mente, pero estaba tan asustada incluso de sí misma que no se lo permitió, sin embargo, la vida le parecía tan carente de sentido que no quería levantarse de la cama, hablar o mirar a nadie. Solo quería desaparecer.

Miró a su alrededor una vez con más atención encontrando que estaba en un lugar modesto pero muy elegante. Sin duda, esa habitación pertenecía a una mujer. No pudo evitar preguntarse si había sido de la esposa de ese hombre tan gentil, aunque descartó la idea, porque las parejas comparten un mismo espacio.

Volvió a acostarse cubriéndose hasta el mentón con la suave manta de felpa color crema, y no pudo evitar abrumarse ante toda la situación, diciéndose una vez más que no era real, que todo había sido un sueño, uno muy largo, y que iba a despertar para darse cuenta de que estaba en su apartamento en Lawrence Park en el centro de la ciudad de Toronto, alistándose para un día ajetreado en la Editorial New Life.

Pero mientras más gritaban su cuerpo destrozado y las voces en su cabeza, supo que era lo más crudo y real que había vivido en sus veintinueve años de vida.

Suspiró, tratando de asimilar todo lo que estaba sintiendo, lo que quizá no se había permitido sentir y se aterró con lo que encontró. Se sentía pequeña, e insignificante, totalmente perdida y fuera de sí, y la sensación fue tan abrumadora, que conteniendo las lágrimas que estaban causando ese ardor tan desesperante en su garganta, se dedicó a mirar a su alrededor simplemente para alterar el curso de sus pensamientos.

La habitación parecía mucho más espaciosa de día aunque Dalia no tenía ni idea de qué hora marcaba el reloj. Las cortinas color crema de la textura delicada del velo de una novia que cubrían un ventanal de puertas corredizas, daban evidencia de que el clima había mejorado y por un segundo se preguntó en qué parte de Canadá se encontraba. Después de aquella noche que debió ser elegante, discreta, y prometedora, solo tenía el recuerdo de haber bebido un último sorbo de Monte Xanic Cabernet Sauvingnon Merlot después de haber salido del elegante restaurante para atender una llamada tardía de la editorial.
Pensándolo después, estuvo segura de que Ronny había puesto alguna píldora que la hizo caer en la inconsciencia.

Sacudió su cabeza, y siguió mirando a su alrededor.

Su cerebro tardó unos cuantos minutos más en asimilar todo lo que estaba a su alrededor. Aunque los colores eran demasiado sobrios, en tonos crema, blanco, gris, y marrón, todo el ambiente le daba una vibra muy... alegre, que contrastaba en extremo con el estado de su mente.
La habitación no era gigante, pero sí de un tamaño adecuado y cómodo. Halló en la esquina junto al ventanal un mueble de color blanco con una manta de lana marrón claro, que lucía tan cómodo que parecía un puff. Alzó su vista, topándose con un techo antiguo de madera que de inmediato le hizo saber que la estructura de la casa era triangular. Sin embargo, a diferencia de la madera del baño color caramelo, esta estaba pintada de un blanco impecable haciendo lucir la habitación más grande de lo que era realmente.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora