Capítulo 8

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Un mes. Había transcurrido un mes desde lo que había sucedido y Dalia no estaba segura de si el tiempo para ella había pasado lento o demasiado rápido. Lo cierto era que había sido extremadamente difícil para ella vivir, así que al menos se alegraba de haberlo superado, de haberlo logrado el primer mes. De otra cosa estaba segura, y eso era de que jamás habría podido lograrlo sola, por su cuenta sin la ayuda de personas tan humanas y bondadosas, no solo Mark y su pequeña familia, sino cada uno de los miembros del cuerpo de investigaciones.

Era domingo, y prácticamente los fines de semana eran sus días libres, días por los cuales sentía una especie de amor y odio. Había desarrollado cierto gusto por dormir en demasía y esos días podía permitírselo, pero por otro lado, no estar ocupada le daba demasiado tiempo libre para pensar, y no le gustaba lo que encontraba en sus pensamientos.

Había tratado al máximo de ser muy honesta con Elle en sus sesiones, pero sentía que no podía serlo aún completamente.
Por otro lado, había desarrollado cierto sentido de pertenencia por la casa de los Ross. Cuando por fin Mark no había puesto resistencia, ella se había propuesto el hábito de limpiar la casa, que no era pequeña, por sesiones, y le gustaba la sensación de que todo estaba en orden, además de que eso la hacía sentirse un poco más en su hogar, más cómoda.

Elle le había ayudado a añadir muchas cosas en su rutina, poco a poco y con mucha paciencia que indiscutiblemente la hacían sentir mejor. Hacer ejercicio muy temprano en la mañana, tomar mucha agua, escoger un día a la semana para cuidar de ella misma, leer unas cuantas páginas de un libro antes de dormir, y la más difícil, escribir acerca de sus sentimientos. Había tratado una vez, pero solo había logrado escribir cinco líneas. En lo que definitivamente estaba poniendo todo su empeño, era en el cuento que estaba escribiendo para los niños. No era demasiado difícil para Dalia escribir un cuento, en realidad estaba demorando porque había decidido realizar las animaciones a mano, jugando con los diferentes papeles para que cuando los niños abrieran cada página, tuvieran dibujos en alto relieve. Eso era emocionante para ella, de hecho, se encontraba en el patio con sus pies apoyados en el estómago de Cookie, una taza de café, y la Mackbook que había comprado en una tienda de segunda mano trabajando en el cuento.

Dalia volvió a dirigir sus pensamientos a los Ross. Dalia nunca había conocido a un hombre como Mark. Mark simplemente se tomaba muchas molestias con ella y a Dalia le daba la impresión de que jamás podría pagarle, ni siquiera si algún día llegase a publicar un Bestseller.
Era oportuno, respetuoso, paternal, responsable y muy atento. Dalia había vuelto a desarrollar poco a poco gusto por comer, pero si bien le gustaba comer, no le gustaba del mismo modo cocinar. Mark se había propuesto dejarle notas en papel rasgado cuando le preparaba alimentos y ella las había guardado todas y cada una. A veces parecía escribirlas tan deprisa que Dalia no alcanzaba a comprenderlo todo.

También se había negado a recibirle dinero cuando Dalia había intentado aportar para los gastos de la casa diciéndole que era mucho mejor si ella ahorraba para alguna necesidad. No solo eso, también la incluía en sus planes familiares, siempre con Samantha, y en sus paseos por el vecindario con Cookie, un hermoso Spaniel britón blanco con manchas color caramelo, y con Sam.

A veces, Dalia tenía la impresión de que Mark quería acercarse más ella, pero la descartaba de inmediato. Mark estaba llevando su luto hacía apenas dos años por lo que Elle le había comentado, y lo que tenía más importancia para Dalia, un hombre como Mark jamás podría fijarse en una mujer con una historia como la suya. Él no solo poseía muchas cualidades y un corazón enorme, si no también una apariencia increíble. Por si fuera poco, Mark parecía confiar en ella y eso solo activaba sus alarmas mentales.

Dalia había empezado a sentir cierta curiosidad por él, pero no paraba de repetirse a sí misma que eso era solo producto de lo sola que se sentía, y que no podía jugar con él. La sola idea de una relación la aterraba, y no solo era Mark, si no también Samantha, quien con cada día que pasaba parecía desarrollar más afecto por ella. Para Dalia, todo esto constituía un pequeño caos, y por eso aquella mañana se despertó con la determinación de que debía buscar una habitación para vivir.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora