Capítulo 14

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El hielo de la pista parecía brillar bajo las luces azules del estadio, envolviendo así a cada persona presente que disfrutaba del ambiente.
Dalia introdujo con esmero sus manos en la chaqueta de jean buscando encontrar alivio en la calidez. Se riñó internamente por no haber llevado un abrigo más cálido. Las pistas de patinaje siempre le habían parecido lugares fríos, pero no por ello lugares tristes. Todo lo contrario.

El sonido de las cuchillas sobre el hielo unido a las risas de los patinadores, creaban una atmósfera festiva e incluso emocionante.
Dalia soltó un suspiro, dirigiendo su vista hacia Mark y Sam, quienes lucían muy felices entre carcajadas tratando de mantener el equilibrio. Sonrió ante la escena, haciéndose una idea de la felicidad de Sam al poder compartir momentos como ese con su padre, y sonrió también al detallar a Mark, quien a pesar de las enormes bolsas negras bajo sus ojos y su notable semblante de agotamiento, se deleitaba en la felicidad de su hija. Con el pasar el tiempo Dalia lo admiraba cada vez más, lo detallaba más, e increíblemente, comenzaba a pensar en él durante el día sorprendiéndose a sí misma; pero le aterraba tanto que simplemente pasaba de largo ante la nube de sus pensamientos.

Aunque en ese momento Mark se hallaba a varios metros de ella, era innegable la sensación de apoyo y compañía que estaba brindándole en ese momento, como lo había hecho desde el primer segundo en que sus caminos se habían cruzado. Agradecía profundamente el gesto de que Mark la hubiese dejado sola en la gradería. Visitar ese lugar siempre removía los más abrumadores sentimientos en su interior y ella prefería sobrellevarlo sin nadie a su alrededor.

Dalia comenzó a llenarse de ansiedad y angustia cuando con el pasar de los minutos sus ojos no lograban encontrar a Ashley. Estaba segura de que la niña no estaba en la pista, y como era natural en ella últimamente, su mente empezó a desarrollar los más catastróficos escenarios.

La información que Ronny tenía acerca de Ashley era poca. Ella nunca había sido demasiado específica cuando de hablar acerca de Ashley se trataba, sin embargo, había sido testigo de primera mano de lo que Ronny era capaz. Sabía que era un hombre de contactos y sobre todo muy astuto. Sería fácil para él conseguir información si así lo quería. Temía que utilizara a su hija como medio para hacerle daño a ella y sabía que en ese momento la policía tenía toda su atención enfocada en la investigación y en ella misma, y que el hecho de que la policía supiera que Ronny no tenía información precisa sobre Ashley, solo hacía que se preocuparan menos.

Volvió a desviar sus ojos hacia la pista de patinaje, donde por fin la vio. Todos sus temores y ansiedades se disiparon por algunos instantes. Su corazón se aceleró y la distancia entre ambas pareció ser inexistente. La observó hacer movimientos para entrar en calentamiento y minutos después, Ashley comenzó a ejecutar sus giros y saltos con extremada elegancia y precisión. Ashley era toda una apasionada, tal como ella. El orgullo invadió a Dalia, quien desde que su hija había cumplido cinco años, había asistido a cada entrenamiento posible, todo de forma anónima después de que el detective que había contratado había logrado darle información.

El cabello negro y lacio de su niña brillaba bajo la luz de los reflectores. Sabía que Ashley había heredado su cabello, pero por alguna razón Dalia pensaba que el cabello de su hija era mucho más hermoso. Ashley había heredado los ojos grises de su padre y el color de piel trigueño de ella. Era toda una exótica belleza, y a Dalia se le formó un nudo en la garganta al darse cuenta de que había crecido muchísimo durante los meses de su martirio. Empezaba a ser una preciosa señorita

El corazón se le desgarró. Ashley parecía una gacela con cada impulso que daba en la superficie de hielo, vigorosa, llena de gracia y libertad. La culpa y el remordimiento la golpearon como golpea una ola que rompe en la orilla del mar, y entonces una de tantas veces, no pudo evitar preguntarse por qué no había luchado más por conservarla a su lado. Conocía la respuesta. La razón le decía que esa decisión había estado fuera de sus manos. Había sido obligada. Con 16 años, una madre que parecía rechazarla, y un padre que apenas se percataba de su existencia, no había podido hacer mucho cuando ellos habían decidido controlarlo todo en favor del buen nombre del apellido Coleman. Sin embargo su razonamiento no apaciguaba su dolor. No cuando veía a Ashley convertirse en un señoritafeliz, y completamente ajena a su existencia. La idea de que Ashley pensara que su madre biológica no la había amado le rompía el corazón. No solo le había fallado a Ashley, sino a ella misma.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora