Capítulo 7

72 21 2
                                    

Dalia echó un vistazo hacia el columpio amarillo donde el oficial Ross mecía a Sam a una altura prudencial. Como por décima vez, la niña le dedicó una mirada, gritándole con sus ojitos azules que viera lo que ella estaba haciendo. Dalia sonrió. Esa niña era lo único que la hacía sonreír genuinamente.
Aunque con su mente en el interrogatorio, después de salir de la estación y de recoger a Brielle y a Sam en casa, se había asegurado de cumplir su promesa y había jugado con la pequeña. Además, le había comprado su helado de goma de mascar con dinero que Mark le había pasado a hurtadillas.

Divisó a Brielle, quien con gusto estaba a punto de terminar su helado de vainilla sentada en una banca de madera no muy lejos de ella. Le estaba dando espacio, Dalia lo sabía y estaba agradecida.

Había tardado poco más de una hora, y en todo momento la detective Andrews había sido muy formal y respetuosa, aunque como era su trabajo, se había encargado de obtener de ella toda la información necesaria. Para Dalia había sido como revivirlo todo otra vez, y no paraba de repetirse que hablar de lo sucedido con quienes podían ayudarla era lo correcto. Se percató también de que había detalles importantes, como por ejemplo que Ronny no trabajaba durante mucho tiempo en un hospital sino que rotaba, también que él mismo tenía su consulta privada en el centro de Toronto, y de que conducía un Chevrolet Camaro del año 1992 de color negro. Tuvo que dar una descripción detallada de su físico, y también su edad; todo con el fin de activar las alertas necesarias para su búsqueda y captura.

Dalia estaba muy asustada. Sabía que Ronny estaba cerca y que no tardaría mucho en darse cuenta de que ella había abierto la boca. Por otro lado, sabía que era un hombre muy astuto y que sus movimientos podían llegar a ser imprevisibles. Se consolaba con el pensamiento de que ellos eran profesionales, expertos, y sabían lo que hacían. Estarían preparados.

Mencionó lugares que él frecuentaba además de mencionar también que ella misma tenía su propia residencia en Lawrence Park y que Ronny la conocía. Claramente, la detective Andrews la aconsejó no volver a Toronto hasta que avanzaran en la investigación y dieran con su paradero actual porque era probable que él buscara en su residencia primero. Andrews, algo inquieta, le hizo saber que estaba informada acerca del lugar donde estaba ahora y le hizo saber que en cualquier momento podía solicitar ser trasladada a un refugio. Pero Dalia se negó. Sabía que era algo egoísta y quizá muy descarado de su parte, pero se sentía tan plena rodeada de la pequeña Sam, sentía que aquella casa era especial, y aunque no confiaba completamente en el oficial Ross, lo hacía lo suficiente como para no sentirse intranquila en su casa. Y ahí estaba ella, esa mujer que había sido tan orgullosa e independiente recibiendo lo que ella llamaba caridad, deseando no sentirse sola, en un hogar.

Era un hecho. Ella ya no era la misma mujer y no volvería a serlo si lograba superar todo lo que tenía por delante. Era solo el inicio, sabía que a partir de ese día debía visitar la estación y la comisaría para ser examinada por medicina forense, y una serie de procesos más que no recordaba con exactitud.

—¿Estas lista para escaparte de Samantha? —el nido de sus pensamientos fue interrumpido por la enérgica voz de Brille. Dalia se puso en pie—. Podemos caminar. He dejado mi auto, y el lugar al que quiero llevarte está cerca.

—Gracias... —fue lo único que logró decir antes de seguir a Brielle.

Sería una caminata agradable, al menos por el clima primaveral donde el cielo era completamente azul y soleado y los árboles totalmente verdes y algunos rosados.

***

—Yo no tengo dinero, no podría aceptarlo.

Simplemente no podía concebir la idea de lo que Brielle acababa de decirle. No le había mentido, era un salón de belleza, pero había omitido contarle que también era en realidad una construcción de tres pisos, un spa.
Brielle quería darle un regalo, algo que ella llamaba "un aire nuevo", pero Dalia no podía aceptarlo. Sentía que esa familia estaba tomándose demasiadas molestias con ella.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora