Capítulo 4

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—Gracias... —musitó la morena con voz insegura apenas mirándolo, como si el gesto de un hombre corriéndole la silla para que pudiera sentarse, le pareciese inusual.

Mark reservó sus comentarios y evitó mirarla demasiado. Si bien había participado en numerosos casos de mujeres víctimas de abuso, ninguna parecía tan atormentada como la mujer que tenía en frente.

—Es un gusto. ¿Deseas algo de comer? —ella negó con la cabeza y sintiendo el ambiente denso, Mark no quiso presionar y tomó asiento frente a ella manteniendo una distancia prudencial—. Bien... empecemos con preguntas sencillas. ¿Estás de acuerdo? —cuestionó, sacando su libreta de apuntes.

—Sí, señor...

—Dime tu nombre completo, Dalia.

—Dalia Sophia Coleman —Mark levantó su rostro mirándola con mayor atención. Se aclaró la garganta.

—¿En qué trabajabas, Dalia? ¿Qué hacías antes de... lo que pasó?

—Fui... editora en New Life.

—Comprendo. Es una editorial cuya sucursal principal se halla en Toronto, ¿correcto?

—Sí... —Mark alzó la vista ante el tono de confusión que escuchó en su voz.

—¿Sucede algo?

—¿Dónde estamos?

—Hunstville. Estamos a aproximadamente dos horas y medias de Toronto.

—Oh... —una lágrima resbaló por su mejilla y Mark no pudo evitar apartar su vista.

—Si deseas, podemos dejar el interrogatorio...

—No, no. Estoy bien.

Mark asintió dubitativo encajando la información en su mente.

—Sigamos entonces. ¿Así que vives en Toronto?

—Sí. Nací allí, aunque mi madre también tenía nacionalidad mexicana. Por ello, viví mis primeros años de vida en Mexico hasta que viajamos de regreso. Toda mi vida está en Toronto...

—¿Qué edad tienes?

—Veintinueve años.

Mark apuntaba frenéticamente con una caligrafía algo descuidada en su libreta la información que estaba recibiendo pero también las conjeturas que su mente inquieta realizaba. La miró fijamente a los ojos, maldiciendo internamente por primera vez el ser tan empático. Por algunos segundo sintió que esa mirada torturada estaba consumiéndolo.

—Dalia, ¿cómo es que nadie informó acerca de tu desaparición? ¿Recuerdas hace cuánto conociste a tu atacante?

—¿En qué mes estamos?

—Junio.

—Comencé a salir con él los últimos días del mes de noviembre... yo... siempre he estado sola. Quiero decir, salí muy joven de casa para abrirme mi propio camino. Mamá murió meses después y mi padre y yo jamás tuvimos una buena relación...

—Así que no tenías a nadie que pudiera preocuparse por ti... ¿Nadie? ¿Un vecino? ¿Amigo? ¿Compañero de trabajo? Dime Dalia, cómo se llama él.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora