Capítulo 5

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Mark dió un sorbo más al segundo vaso de café cargado de esa noche, siendo incapaz de despegar sus ojos de la pantalla de su MackBook.

La tarde había pasado muy rápido para su gusto. A veces divagaba en que, si un ser mágico se acercara a concederle deseos, además de volver a tener a Elisa entre sus brazos, pediría más horas para todo lo que debía hacer durante el día.
En ocasiones, como en ese momento, se sentía sumamente abrumado. Sentía que no le alcanzaba el tiempo para ser oficial en el departamento de investigaciones y ser padre con todo lo que implicaba. Sin embargo, no podía quejarse, y cada día daba gracias al cielo por Brielle, su cuñada, quien además de ser su mejor amiga en el duelo de su esposa había sido muy importante en el proceso de Samantha, quien todavía no podía asimilar muy bien lo que había ocurrido. Brielle junto con su esposo y sus hijos se habían convertido en su familia más cercana puesto que sus padres residían en Reino Unido.

Brielle, al igual que su difunta hermana había decidido muy temprano que quería dedicar su vida al ámbito de la salud mental, así que trabajaba igualmente en la policía más específicamente en el área de psiquiatría, a diferencia de Elisa, quien se había inclinado por la psicología y la había ejercido igualmente en el servicio público.

Suspiró, recordando a su dulce Elisa. No tuvo dudas de que si ella hubiese estado en ese momento, habría sabido mejor cómo brindarle una mano amiga a Dalia. Su esposa, a diferencia de muchos psicólogos acostumbrados a escuchar tantos casos, era la persona más humana y compasiva que había conocido. Recordó con nostalgia cómo durante las noches su rubia se acostaba en su pecho y con lágrimas de emoción le contaba cómo había sido su día o cuánto se había frustrado de impotencia. La extrañaba como jamás pensó extrañar a nadie. A veces sentía deseos de abandonarse, de echarlo todo a perder. Pero la había amado, y amaba profundamente el fruto de su amor. Y el amor no te destruye, el amor hace que todo sea mejor.

Había leído casi hasta el hastío todos los artículos que había encontrado en Google acerca de Dalia Sophia Coleman, un editora que tenía más prestigio del que él había imaginado. Se preguntó cómo una mujer que había impulsado y dado forma a proyectos tan maravillosos jamás había publicado un libro de su autoría. Mark podía verlo en sus ojos. Dalia tenía tanto por contar, y aquello solo lo llenó de intriga haciendo que más notas rellenaran las páginas de su libreta. Tenía tantas preguntas, y no descansaría hasta encontrar respuestas.

"¿Había sido el secuestro maquinación de algún enemigo?" "Su padre, con quien mencionó no tener buena relación, ¿había estado involucrado?"

Pero había algo más. ¿Cómo Ronny había logrado subyugar durante tanto tiempo a una mujer que parecía ser tan fuerte?

Nunca, en sus treinta y cinco años de vida había sentido tanta necesidad de información, pero más allá de solucionar un caso, el deseo que cada vez incrementaba en el corazón de Mark era el de ayudar a Dalia; de que aquella mujer pudiese recobrar el brillo del cual todos los artículos daban testimonio. Por alguna razón en la cual no quiso ahondar se sentía muy involucrado.

Un sorbo más a su café pareció dar un corrientazo de vida a una de las pocas neuronas que funcionaban en su mente a media noche a pesar de estar habituado a dormir tarde. Le pediría a Brielle que hablara con Dalia, quizá de ese modo tendría más herramientas para ayudarla y ella podría exteriorizar lo que había pasado. Había aprendido en su profesión cuán importante era aquello. Todo lo que los labios no expresaban era exteriorizado por el cuerpo.

Supo que era hora de descansar. Al día siguiente trataría de sacar a Dalia de casa y de hablar mejor con ella para avanzar en la investigación lo más rápido que fuera posible. Además, no pasaba por alto el hecho de que Dalia probablemente tenía problemas de salud delicados que debían ser tratados. Sin duda, debería llevarla a un hospital, pero ser muy cuidadoso.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora