Capítulo 19

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Octubre estaba llegando a su fin. Las tonalidades cálidas que vestían los árboles se encontraban más saturadas y vivas que nunca. Al faltar un mes para finalizar su estación favorita del año, Mark ya no sentía ni un vestigio de la calidez que sintió tiempo atrás. El frío cada vez se abría un paso más amplio en la atmósfera, aunque a Cookie no parecía importarle demasiado. Mark suspiró.

Acababa de dejar a Samantha en el jardín de niños, en casa de Brielle, y siendo ese jueves anhelado su día de descanso después de dos largas noches de turno en la estación, aquella caminata le caía como anillo al dedo. Sin prisas.

Se agachó y soltó la correa de Cookie, quien emocionado, comenzó a correr unos metros delante de él sin dejar de mirar atrás ocasionalmente para asegurarse de que su amo seguía ahí.

Lo paradójico era que, en semejante panorama, su alma no se sintiese en armonía con lo que lo rodeaba. Estaba preocupado hasta la médula.

Había transcurrido poco más de un mes desde que acompañó a Dalia a Toronto, y desde entonces, todo pareció empeorar. Después de enterarse de que Ronny había desaparecido del radar de la policía, comenzó a decaer, y con cada día que pasaba, lucía mucho peor. Se desvanecía. Se estaba marchitando, como una flor.

Todo empezó gradualmente, hasta ser lo que era en la actualidad. Cada vez tenía más problemas para salir de casa, y con el paso de las semanas, habló con Brielle para renunciar al pequeño trabajo que tenía en el jardín de niños después de entregar su último cuento. Ya no cocinaba pastelitos, apenas y la veía sonreír. Dormía mucho y lloraba igual. Comía a deshoras, y a veces simplemente no comía. Todavía se dirigía a él, pero Mark podía palpar el muro puesto entre ellos después de lo sucedido en Toronto. Y eso era uno de los pensamientos que más lo torturaba.

Sentía que era el culpable del declive de su estado anímico.

No solo era eso, si no la forma en que su salud se estaba viendo afectada. Dalia sufrió cuatro desmayos en un lapso de tiempo récord; nunca se quejaba audiblemente, pues solía guardar silencio con frecuencia, pero Mark la observaba cuando se frotaba las cienes y cerraba sus ojos con fuerza, como si tuviese un fuerte dolor de cabeza.

Los médicos dijeron que estaba presentando un cuadro anémico con tendencia a empeorar dadas las circunstancias en las cuales vivió meses atrás.

Mark no podía evitar sentirse en una encrucijada y de manos atadas. Brielle, hacía ya varias semanas, le dijo que no podía ser más su terapeuta, al menos no una que pudiese ser imparcial porque se había encariñado demasiado. Aquello era bueno, y malo. Dalia no se abría para hablar acerca de sus sentimientos con nadie más, y aunque en innumerables ocasiones le ofreció presentarle varias personas más, obtuvo una negativa. Solo ocasionalmente comentaba algunos asuntos con la oficial Ana Andrews.

Parecía ser solo animada por sus salidas semanales, y por el tiempo que compartía con Samantha. La primera vez, Mark casi se deshizo de los nervios cuando se levantó aquella mañana de la cama y no halló rastro de Dalia en la casa, ni en ningún lugar cercano. Casi le hizo explotar el teléfono con llamadas, hasta que después de varios intentos y tras sentirse estúpido por no llamar primero a sus colegas agentes, finalmente respondió para decirle que se encontraba en Toronto, y que estaba bien.

Mark no tardó mucho en darse cuenta de que sus visitas tenían como destino la pista de patinaje donde Ashley entrenaba.

Odiaba que saliera tan lejos sola. Técnicamente, sabía que no estaba sola, pues los agentes siempre solían salir tras ella en sus viajes furtivos. Pero no le era suficiente. Con el pasar del tiempo, contrario a lo que quiso pensar que podría suceder, sus sentimientos por ella se estaban acentuando, creciendo. Sentía deseos imparables de protegerla. Se moría por calmar su dolor, por tenerla entre sus brazos y arrullarla hasta que se quedara dormida sabiendo que todo estaría bien, que saldrían adelante.

Después de aceptarlo, no le sorprendió sentirse de ese modo. Su madre siempre le había dicho que era un hombre de afectos fuertes.

Una tarde, desesperado, se desahogó con Brielle preso de la vergüenza. No sentía vergüenza en absoluto acerca de sus sentimientos por Dalia. Se sentía cohibido dado que Brielle era la hermana de su difunta esposa, y aún así, la persona quien lo entendía a la perfección.

Se sorprendió, cuando Brielle dejó deslizar varias lágrimas por sus mejillas y le dijo que merecía volver a amar.

Hablaron hasta que el sol se puso, y las últimas palabras que Brielle le dedicó, lo mantuvieron varias noches en vela, hasta que por fin se había armado de valor.

«Mark, querido. Tienes que dejarla ir. Deja ir a mi hermana, y solo así podrás sentirte completamente libre para amar sin ataduras y con todo lo bello que tienes para ofrecer y mereces recibir. De lo contrario, vas a herirte y aunque no sea tu intención, vas a hacerle mucho daño».

Hasta esa tarde, había estado seguro de que la muerte de Elisa era un asunto superado, pero ya no era así. Había estado entendiéndolo todo mal, y con un nudo gigantesco en la garganta, se arrodilló frente a la lápida que poseía aquellas rosas rojas que se habían secado. Esas que él le llevaba cada dos semanas. Era extremadamente doloroso, pero lo necesitaba casi tanto como el respirar. Tenía que liberarse. Elisa así lo habría querido.

—Hola, mi preciosa dama —musitó con voz entrecortada. Cookie apoyó su peluda cabeza en sus piernas, como si fuese consciente de la solemnidad del momento—. Ya sé que no puedes oírme... En realidad, estoy haciendo esto por mí —tragó saliva, como si en realidad el líquido que resbalara por su garganta fuese lava ardiente—. Yo... durante todo este tiempo he pensado que el que nos hayas dejado es algo que puede superarse, evadirse. Pero tu testaruda hermana me hizo ver que no era así —soltó una carcajada, sin gracia, acariciando con un dedo la lápida que ponía el nombre de su ángel—. Jamás voy a olvidarte. Te diste a mí sin reservas. Me amaste con generosidad, como solo tú sabías hacerlo, me permitiste la exquisitez de conocerte y cumplir mis sueños a tu lado. Eso no podré olvidarlo —unas cuantas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas mientras permitía que su mente se apoderara de todas las imágenes de los momentos vividos junto a su esposa, como una película. Esos que había querido evitar para no sentir el dolor que en ese momento lo estaba asfixiando. Tomó una bocanada de aire, tratando de acompasar su respiración—. Me dejaste una chiquilla que tiene tu carácter y tu amor por la comida... —sonrió débilmente—, y hoy estoy acá, hablando al aire, porque, aunque nunca podré olvidarte, y no quiero hacerlo, sí deseo vivir en paz con el recuerdo de lo mucho que te amé.
»Cariño mío... he conocido a una mujer. Una que nunca podrá ser tú, una de la que me estoy enamorando profundamente. Si pudieras vernos, sé que estarías orgullosa de mis buenos gustos —volvió a reír, esta vez un poco más animado. Limpió las lágrimas de sus mejillas y se sentó cruzando sus largas y fornidas piernas—. Se llama Dalia, aunque sí soy honesto, me gusta más su primer nombre. Sophia. Sophia es una mujer tan amante como tú, valiente, fuerte, tierna. Parece querer mucho a Sam, y Sam la adora a ella también. Sam te extraña demasiado, y Dalia ha llegado para ocupar un lugar muy importante en ese pequeño corazón. Igualmente en mi corazón, donde siempre habrá un espacio para nuestra historia... Mi amor, hoy decido cerrar el libro de nosotros; sé que también estarías orgullosa de ello. En ocasiones, cuando tenga que abrirlo de nuevo, lo haré sin culpas. Viviré para seguir siendo el hombre que tú soñabas de mí. Te amé con todo mi corazón...

Dos horas después, Mark salió de aquel lugar con Cookie a su lado, la mente más clara, y un corazón más liviano.











¡Mis queridos lectores!

He vuelto por acá, dejándoles este capítulo en el cual Mark acababa de dar un paso súper importante, doloroso, difícil, pero sin embargo, muy, muy necesario.

El amor hacia otros definitivamente nos lleva a dejar partes de nuestra historia pasada que son dolorosas para poder avanzar y amar con más fuerza.

¿Creen que Dalia podrá ser tan valiente como Mark está intentando serlo?

¿Qué creen que sucederá ahora con nuestra querida Dalia? ¿Qué hará Mark?

Leo todos sus comentarios, y aprecio mucho sus votos. ¡Ayudemos a que la historia sea más conocida!

¡Los aprecio un montón! Hasta la próxima.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora