Capítulo 9

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La luz del sol le golpeó los ojos con mayor fulgor del que solía hacerlo, y sintiéndose demasiado cómoda, exclamó un quejido cubriéndose hasta la cabeza con el suave edredón que yacía sobre su cuerpo. Se estiró, como un gato, preguntándose qué hora era. Dalia sentía el cuerpo pesado al igual que sus ojos, y supo que había dormido, por fin, plácida y profundamente.

No tardó en desperezarse, y los recuerdos de la noche anterior llegaron nítidamente a su mente logrando que se sentara de golpe. No había nadie a su alrededor. Una sustancia parecida a la adrenalina le recorrió el torrente sanguíneo seguida de culpa.

Respiró pesadamente y cuando logró enfocar con claridad agarró una notita de las que ya conocían muy bien.

"Querida Dalia:
Anoche te has quedado dormida en mis brazos y me ha dado mucha pena despertarte. Sé que el mueble es cómodo, así que espero que hayas podido dormir y descansar plácidamente.
Por favor, no te sientas incómoda por nada de lo que pasó. Lo que me contaste se queda conmigo y lo guardaré con aprecio. Considero sin embargo que deberías hablar con la detective Andrews acerca de tu hija, Ashley, así ella podrá estar protegida.
Te he dejado zumo de uva y croissant de semillas en la cocina. Come, por favor.
Sinceramente, Mark".

Dalia volvió a dejar la nota sobre la mesita de cristal y se llevó las manos a su rostro en un gesto de desesperación. Se incorporó mejor y miró el reloj en su teléfono, que también había comprado en una tienda de segunda mano, para verificar la hora. Aún tenía, para su alivio, dos horas antes de entrar a trabajar con Elle.

Se animó a subir al segundo piso a tomar una ducha y arreglarse mientras su mente trabajaba a mil por hora.
Le daba la impresión de sentir aún los brazos fuertes de Mark rodeándola en gesto protector, sus caricias en su cabello y su respiración acompasada acompañada de su olor masculino y mentolado. Y no solo eso, si no también la atención con que la había escuchado. Había estado ahí para ella, parecía haberla aceptado sin miramientos ni asco a pesar de conocer mucho de lo que había pasado con Ronny.
Se sentía abrumada y las ganas de llorar la invadieron, pero esta vez logró contenerse.

¿Por qué sentía curiosidad por él? ¿Por qué se había permitido algo tan estúpido como confiar?

Había tomando una decisión. Tenía que ser valiente e independiente, no podía seguir siendo una carga para Mark y mucho menos podía arriesgarse a poner en juego su salud mental otra vez. Después de salir del trabajo buscaría una habitación para mudarse.

***

Había pasado ya un mes desde que Dalia lo había abandonado y aunque eso lo había destrozado hasta hacerle perder los nervios, Ronny se animaba cada día porque a pesar del paso del tiempo no había aparecido la policía en su búsqueda. Quizá Dalia lo amaba después de todo y él podría perdonarla.

Se animó y procedió a encender su Chevrolet Camaro. Sería un viaje de una hora y quince minutos hasta Huntsville desde donde se había refugiado durante todo ese tiempo, North Bay.

Su padre había sido un hombre de campo que con inteligencia se había dedicado a sacar dinero de la tierra, dinero que al final de cuentas, no había sido inteligentemente invertido por que había acabado despilfarrado en su mayoría en alcohol. Pero eso no le importaba a Ronny porque otra parte cuantiosa había sido invertida en tierras y propiedades. Propiedades donde podía pasar el rato y en este caso, refugiarse. Su padre quizá estaría orgulloso de él. Eso era lo que siempre había deseado.

Dejó que el motor del vehículo entrara en calor y mientras esperaba, sacó de su cartera una foto de Dalia y la besó. Una por foto que él mismo había tomado mientras ella dormía después de que él había tenido que darle una lección, por que la amaba. Sus mejillas y sus piernas estaban llenas de hematomas, y eso le gustaba más a Ronny porque lucía indefensa y había sido suya.

El martirio de DaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora