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Los finos labios de Yoonji estaban levemente despintados por aquel juego en el que Jimin arrebató de ella su última negación al enamoramiento en el que se había enfrascado. En su estómago un cosquilleo le ordenaba sonreír con timidez, mientras que un suspiro lleno de ira se escuchó entre la penumbra cuando cerró tras de sí la puerta. Yoonji se arrepintió casi de inmediato el no aceptar la propuesta de Park Jimin y esperar a que subiera hasta su habitación y pasar la noche siendo abrasada por aquel joven que en un acto romántico impediría que su cuerpo se elevara hasta la estratosfera, pues esa madrugada se sentía sin gravedad.


—Tu madre no exageró — tras empezar su caminata directo a su habitación, su padre susurró escondido en la oscuridad del marco de las escaleras —, eres una mujer tan sensual. Ahora veo que ya no eres mi niña, entonces eres mi mujer.

—Lamento haber demorado tanto, prometo que no va a repetirse esta situación — Yoonji encontró un ápice de vulgaridad en sus palabras, algo tan común en sus días de "calidad" con su progenitor —. Tenga buenas noches.

—No solo yo tendré buenas noches Yoonji — el hombre caminó tras de ella, el olfato que Yoonji percibió en el ambiente se veía contaminado por un marcado whisky ahumado del que su padre estaba tan acostumbrado a beber.


Su sistema de alerta le hizo emprender la huida a su habitación, sus manos temblorosas no lograron cerrar su puerta con certeza, fue la mano de su padre quien detuvo la acción, Yoonji no pudo hacer más que caminar hacia atrás intentando refugiarse en algún sitio de su habitación. Ante sus ojos el miedo y el horror cobraban forma, una tan familiar a la que todas las mañanas debía dedicarle un beso en la mejilla acompañado de un saludo cordial, era su padre el responsable de su fobia, aquel miedo irreparable ante la figura masculina que se había desatado por primera vez cuando ella era solo una niña.


— ¡No por favor! — tras su suplica un golpe en su mejilla resonó, como segunda respuesta su padre posó su dedo índice en sus labios en señal de silencio —, no otra vez...

—Como la mujer en la que te has convertido no estas en posición de decidir, debes de obedecer — con solo una mano el hombre sujetó con fuerza la mandíbula de su hija que invadida por el miedo comenzó a llorar cuando fue obligada a hincarse frente a su padre —. Tu posición desde ahora será esta, siempre por debajo de la palabra de un hombre, solo tienes derecho de abrir la boca para esto.


La negativa de Yoonji no podía ser emitida, pues aquellos dedos se clavaban en su piel inmovilizándola de cualquier acción, sus labios se sellaron guardando aquella fuerte mordida, por un instante no sabía si el dolor punzante se propinaba por el fuerte agarre o por la fuerza que su mandíbula ejercía en un intento de mantener la boca cerrada.

Los ojos de Yoonji se nublaron por el interminable hilo de lágrimas, esa borrosidad era lo que necesitaba, pues no deseaba observar con claridad lo que su progenitor estaba a punto de hacer después de bajar sus pantalones, lamentablemente no había algo que le impidiera escuchar, oler y sentir.


— ¿Te niegas a abrir la boca aun cuando te lo estoy ordenando? Entonces, ¿prefieres otro tipo de cosa esta noche? — El hombre susurró con enojo sobre los labios de su hija —, eres tan vulgar, cuando eras una dulce niña, mi niña, no te negaste nunca a abrir la boca para mí.


Con fuerza tomó los cabellos de Yoonji arrastrándola por el piso de su habitación hasta que encontró la cama donde su hija dormía plácidamente todas las noches, fue ahí donde la dejó, la tomó de las muñecas y se deshizo de la prenda que cubría la intimidad de la joven.

1950: Promesa CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora