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Después de que Namjoon acompañara a Yoonji hasta su casillero, la joven se despidió de él con un pequeño adiós dibujado con su mano izquierda, en cuanto aquel se retiró abrió su casillero y dejó los libros que le habían sido recomendados, por un par de segundos dudó en dejar el libro desgastado que guardaba en su bolsa amarilla, no sabía si era correcto llevarlo en todo momento o si debía guardarlo para entregarlo algún otro día. Chasqueo su lengua y entonces recordando las palabras de Jimin sacó el libro de su bolsa, lo guardó en aquel casillero y tomó los libros de su clase próxima para entonces salir del pasillo sin más.

Como era costumbre, Yoonji solía quedarse en la escuela un par de horas más, todos los días al terminar sus clases se acercaba al campo de fútbol del instituto, se sentaba sobre las gradas para disfrutar del silencio y de la soledad, que para entonces en aquellas horas tenía lugar, ir a ese sitio diez minutos antes habría sido un suicidio, pues el equipo de jóvenes dedicados al deporte y el grupo de chicas que acudía al sitio para animar a los jugadores apenas estarían retirándose, Yoonji no podría lidiar con aquel número de ojos sobre ella, seria criticada por asistir a aquel sitio a leer, puesto que ya había un sitio predestinado para aquellas acciones, la biblioteca, sin embargo, Yoonji quería cambiar de vez en cuando la postal frente a sus ojos, no solo quería sentirse presa en un sitio forrado de libros y jóvenes que compartían el mismo gusto al conocimiento, tampoco era fan de los suaves sonidos que provocaba la página de un libro al dar la vuelta, aquellas acciones solo la desconcentraban, prefería escuchar el aire chocar en las copas de los árboles y sentir los rayos del sol al atardecer sobre su piel mientras estaba acompañada de sus libros.

—Pero que casualidad verte de nuevo, ¿dos veces en el día es demasiada coincidencia o solo has tenido suerte? — Yoonji cerró los ojos maldiciendo su suerte, giró el rostro hacia donde la voz se escuchó, quizás de diez escalones hacia arriba provenía aquel sonido molesto pero conocido.

No puede ser... — Jimin se levantó y bajó los escalones uno a uno hasta llegar al nivel donde Yoonji se encontraba, una vez ahí sonrió al ver la molestia y el fastidio en la joven.

— ¿Qué haces aquí? Todos se han ido, ¿buscabas a algún jugador? — Jimin preguntó burlesco.

¿Yo? Este es un espacio libre, ¿qué haces tú aquí? — Yoonji preguntó en forma de réplica.

Tú lo has dicho, este es un espacio libre — Park sonrió.

Solo vine a estudiar un poco.

Y yo vine a fumar, adquirí una nueva cajetilla — sonriente sacó la cajetilla de cigarrillos de su bolsillo y de inmediato ofreció un cigarrillo a la joven — ¿quieres uno?

No muchas gracias, eso no va conmigo — Min se dispuso a mirar su libro y después con cierta duda aclaró su garganta animándose a sí misma para preguntar — sobre el libro que olvidaste esta mañana... ¿Quieres que te lo entregue ahora? La verdad es que lo dejé en mi casillero.

Oh, el libro — Jimin cambió su postura y asintió suavemente dejando salir toda la bocanada de humo que sus pulmones habían resguardado — si no te molesta puedo esperar, puedes continuar con lo que estabas haciendo, yo mientras termino mi cigarrillo.

Jimin admiró el campo, era amplio y estaba rodeado de árboles frondosos que danzaban con el gélido aire del crepúsculo entrante, en medio de aquella nostálgica postal del atardecer, su vista se encontró con Yoonji que se encontraba tan adentro de aquel mundo peculiar, Jimin no podía creer que una joven de su edad fuera tan entregada al conocimiento, la chica llegaba antes del horario de clases solo para poder leer, asistía a todas sus clases en un horario de 10am a 4pm, después, al parecer iba a la biblioteca y por lo que había visto en días pasados cuando su curiosidad había sido despertada por sus amigos que no hacían más que criticarla, se había dado cuenta que a la joven le gustada ayudar a los demás con alguna duda estudiantil, después, se sentaba ahí, en las gradas del campo de futbol a leer, cuando el sol se ponía entonces se iba del instituto, que jovencita tan extraña. En comparación con él, Jimin se había dado cuenta que él jamás perdería de ese modo su tiempo, él solo quería disfrutar a su modo la vida, o eso pensaba, pues la escuela no te prepara para un futuro acertado.

1950: Promesa CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora